20070918

EL VALOR


Escribe mi padre en alguno de sus textos que todos tememos perder los recuerdos maravillosos que hacen de cada uno lo que somos. Aquellos que nos han dado el ser. En realidad, más que las personas en sí, son las vivencias con ellas las que lo han conseguido. Magia vital.
Yo he pasado mucho tiempo sufriendo por mi pérdida de recuerdos. Por lagunas en mi infancia cada vez mayores. Por cuentos en los que creí hasta que dejé de volar porque era demasiado grande para dirigirme hacia la tercera estrella a la derecha del lucero del Alba únicamente bañada con polvo de hada.
Pero este año he conocido un sitio en el mundo en el que he aprendido algo nuevo: el tiempo y la vida nos da lo que ansiamos. A cada uno. Aquello que nuestra alma merece, será nuestro. No creo en las casualidades, soy más de la idea que Cortazar tenía de la vida y es que esta está plagada de causalidades. Es por eso que algo tiene que ver con el todo que yo haya decidido leer justo ahora "El conde de Montecristo" y que haya conocido Formentera de la mano de un hombre ilusionado que además de todo lo maravilloso que a mí me puede parecer es, sin más: un hombre.
Lo que quiero decir es, que he conseguido entender que para que la vida fluya y las flores florezcan; para que la primavera vuelva a nosotros debemos ser pacientes y dejar que el tiempo haga su trabajo. Aceptar a cada uno como es, es la mayor prueba de bondad y de sabiduría en el ser humano. Como también lo es ser sincero con el mundo y rechazar a aquellos que maltratan con su existencia nuestro corazón, nuestro intelecto e incluso nuestro gusto. Y dejarse ser, de verdad, de forma auténtica y sin disfraces estrafalarios es la mayor prueba de madurez. Una vez esto se consigue, uno ES. Y el miedo desaparece.
Así sea para todos los que amo. Los demás, que aguanten su vela como puedan.

20070910

EL CULO DE SAN ISIDRO SOBRE ASCUAS



Si hay un santo que tuvo tranquilidad, ese podría ser San Isidro. El incidente del ángel haciéndole la labor mientras él rezaba recogido denota no se si gran confianza en toda suerte de emigrantes, (¡el ángel venía de fuera, qué duda cabe!) o, simplemente, que era muy español y no le era nada extraño que otro le hiciera el trabajo. Pero en todo caso no creo que nadie ponga en duda que era tranquilo; muy tranquilo.
Pasé por la autovía A-41 de noche y vi con más precisión y plasticidad lo que ya sabía desde hace tiempo: los de Poblete han hecho una ermita de San Isidro arriba del cerro; mismamente en la cazuela de un volcán, no muy lejos de otro, el de la Cabeza del Rey. Estos volcanes son de los que llaman volcanes dormidos, porque en la reciente historia no han tenido actividad alguna, pero eso no quiere decir que estén extintos. Un día, y como siempre, sin avisar, pueden empezar a echar lava o material piró clástico. Si eso ocurre, las posaderas del santo están en peligro.

Cuando pasaba, en la oscuridad de la noche, brillaban como ascuas las luces que los paisanos han puesto entorno a la ermita y se me antojó que parecía un anticipo de lo que pudiera pasar si al volcán le diera por hacer de las suyas.
San Isidro, el patrono de Madrid, ya lo decía antes, era un hombre tranquilo, muy tranquilo; pero está demostrando una paciencia y tranquilidad infinitas recibiendo los rezos en ese lugar precisamente. Tanta, como el santo Job. A no ser que, haciendo lo propio de Jacob, y el propio volcán, según dicen, se haya quedado dormido encima de las piedras del cerro volcánico.
Pienso en el momento de la madrugada en que me despierta el móvil, advirtiéndome que, si quiero llegar pronto al tren, tengo que ser diligente y levantarme; y pienso igual en ese sobresalto del que no me recupero, ni me acostumbro nunca, que comparándolo con el que pueda recibir el santo, si aquello se pone en ascuas, no tiene color.
Creo que éstos de Poblete son peores que los de Ciudad Real, que le pusieron raspas a la Virgen.

20070906

ALBOREANDO



La luz del amanecer va levantando el campo lentamente, que pasa rápido mientras la veo a través de la ventanilla. El sueño de la noche se me va desprendiendo del cuerpo como un transparente velo y se suelta a jirones de seda etérea en leves sombras que discurren en vuelo por el coche del tren. Como siempre, tomo la rutina y abro las páginas del periódico escondiéndome de todo, arrellanándome en el asiento bajo la luz cenital de foco que enciendo. El mundo sigue enloquecido con sus glorias y sus miserias mientras la naturaleza sigue haciendo ver su fuerte comportamiento aparentemente ciego. Desde el origen de los tiempos ha sido así y no ha cambiado. Nosotros, el género humano, somos los que hemos cambiado y aún no nos hemos enterado que no podemos decirle cómo se debe comportar.
Los montes que voy empezando a ver entre Toledo y Ciudad Real son la continuación del medio por donde discurrió mi infancia y parte de mi juventud. Resuenan en mi cabeza el cántico de las chicharras aserrando las horas de un verano en declive. Como tantos que vi parecidos a este. En algún rincón, al pie de una torrentera profunda, la humedad sigue haciendo salir a la menta salvaje bajo las ondas del zumbido de los insectos. En el cielo azul brillante de esta siempre jodida Mancha vuelan los cernícalos buscando sus presas y solo de vez en cuando sus graznidos resuenan entra las cárcavas asentando la soledad. Pasa una casa de labor abandonada a su suerte por la indolencia y pereza de sus propietarios y nos cuenta que hacer decaer los inmuebles nunca fue buena idea y solo demuestra la falta de gobierno de los que se dedican a cultivar la subvención. Mantener una casa es siempre una inversión positiva. En las tejas de ésta que pasa hay mellas donde aprovechan los pájaros para anidar sin temores. El olor de sus deposiciones junto con el de la tierra roja preñada de hierro perfuma los años que van pasando sin parar ni un momento. La noria cerca de la casa yace muerta con sus últimos huesos al sol, ya no la cobija higuera alguna, y los retoños de la que hubo apenas sirven para esconder una culebra solitaria. Ni una sola noria ha sobrevivido a la fiebre del bombeo. Es el triunfo de la ciega economía sobre la vida sostenible. Presagian malos tiempos pronto. Algún nieto mandará al infierno con recomendación a sus abuelos que hoy hacen el expolio. Para entonces todos ellos calvos. Su máxima está clara: el que venga detrás que arree (o lo que es peor: el último, que apague la luz).
Mi padre no quiso volver a Huelva, donde fue feliz en su infancia, por no asistir a la desaparición de sus mejores recuerdos. Estoy condenado a ver nuestros secarrales en permanente exangüe condición, sin posibilidad, por el momento, de ir con mejores vientos.La brisa limpia de septiembre llanea por la sierra sonriendo al ver a los lejos como se acerca Madrid bajo el orín de su metálica oxidación.