20080309

LA SAVIA SE MUEVE




Los brotes de la parra virgen revientan ya en las ramas resecas y, tras la valla, el campo se remueve lentamente intentando decirme que ya viene cerca la primavera. La tarde está tranquila y sin embargo este silencio natural me desasosiega el ánimo. Toda la semana metido en el bullicio del ir y venir al trabajo me dispusieron para el ruido, para el aire viciado, para el anónimo circular entre tanta gente que me hace, finalmente, no recordar a nadie.
Ayer me acerqué al campo y allí me estaban esperando los árboles que planté, la cerca, los rosales despuntando y los mirlos, susurrando sorprendidos de verme allí después de tanto tiempo. Los cerros, que hace tiempo arraigaron en mi memoria y que tanto pinté, apenas les veo cambios, y sin embargo sí han cambiado. Alguna casa nueva, alguna nave ganadera y las trazas de las rejas de la arada que son antojadizas y salen según van. Me pregunto si dentro de poco, esta tranquilidad que aún tiene el valle puede ser removida con el vuelo de los aviones del cercano aeropuerto cuya apertura se echa encima. Las ranas que cantan en el reseco arroyo del Becea apenas se oyen, no se si por la amenaza de las cigüeñas que hace tiempo volvieron al soto de abajo o por la falta de agua que aquí también empieza a ser un problema. Escuché el aire de la sierra, como lo escucharon los almohades que se asentaron en la torre vigía del castillejo. Ellos solo veían normalidad, puesto que para ellos lo normal era estar allí con los artificios de la supervivencia. Yo, en ese momento, vi, olí, y oí una extraordinaria forma de vivir que fortalece el corazón y aviva la imaginación y la sensibilidad.
Un cernícalo gritó cerca, resonando su voz entre los olivos. Por un momento pensé que se lamentaba del final del gran eucalipto que aún se yergue altivo, seco desde el verano y muerto por el barrenillo que no encontró mejor manera de salir adelante. Aún da sombra pero solo de sus ramas secas que resisten a moverse por el viento de poniente.
Esta tarde tengo el ánimo encogido, pero siento la savia de la cercana primavera que remueve también mis venas.