20080410

VUELVO A OÍR EL CERNÍCALO



Está cayendo una cortina espesa de agua que veo desde la ventana de mi despacho. Se difumina casi por completo la plaza y los edificios de enfrente azulean griseando sus colores, no tengo a mano los pinceles ni las pinturas para recoger la luz de esta tarde inusual, desde que estoy aquí en Madrid. Retengo en mi memoria los detalles hasta que los traiga algún día sobre el lienzo de una tabla blanqueada. Quitaron el hilo musical de mi despacho después de estar atascado durante meses por avería, en tortura con un bucle infernal que me adentraba en una progresiva neurosis. Ahora, vuelvo a oír a los gorriones y los cernícalos urbanos que anidan en los aleros de los Ministerios. Lejos están los días en que a los cernícalos los veía en la huerta. Entonces los chicos les llamaban chiris, posiblemente por el canto que tienen. Miraban con la precisión propia de las aves rapaces, con lejana soberbia y un punto de impiedad que es la que aplican a sus presas. No ha mucho he visto esa mirada en algún político cercano infestado por la frialdad que da la ambición ciega. Estos cernícalos urbanos son el valiente ejemplo de cómo la naturaleza se adapta a todo por la supervivencia.
Escampa, y el aire limpio y húmedo acerca los edificios lejanos de Cibeles. Las nubes ennegrecidas aguardan el respiro para volver a descargar su pesadumbre sobre Madrid y yo, sintiendo cercano el fin de la semana, empiezo a barruntar el olor a los cantuesos y los romeros de la sierra que habrán abierto los estomas para difundir el olor de sus aromas esenciales. ¿Qué tiene que ver esto con el relevo en el gobierno de la república? Apenas nada. Pero hace tiempo que me he infestado yo también de una desafección por las alocuciones políticas que llegan preñadas de falta de credibilidad. Por la escasa adecuación de cuanto dicen con lo que hacen. Por eso, mi ánimo se ha llenado de las luces de esta incipiente primavera que no sabemos si llega o se va. Con la desorientación que tienen hasta las plantas, que apenas brotan y vuelven a traer los colores vivos de la xantofila y la carotina, propio de los fríos otoñales.
Vuelvo a mi trabajo. El tiempo de soltar el aliviadero terminó.