20081102

LOS ESTORNINOS Y SAN ROSENDO



Los estorninos han vuelto a pasar por delante del ventanal. Son cientos, marchando de allá para acá sobrevolando el río. Solo descansan un momento en la grúa de una obra vecina o en el tejado de las casas. La ciudad esta en silencio: el domingo se van fuera muchos vecinos a sus otras casas, en freguesías cercanas, donde les esperan en los huertos manzanos y otros frutales que apenas cubren a las berzas, con sus hojas abiertas hacia el cielo, o a las zanahorias, verdeando su follaje junto al de los grelos frescos. En el camino, junto a las cercas de piedra de las casas, ortigas de hoja ancha rompen en grandes matas llenas de lluvia. Entre las piedras de las cercas, los fentos sobreviviendo de los nutrientes depositados, esperando las gotas de lluvia. La luz del domingo fuera de la ciudad es lo suficientemente refrescante para hacer olvidar los días de trabajo durante la semana. El día de descanso parece cambiar todo el mundo en el que vivimos a diario. Todo, lejos del mundanal ruido. Al final buscamos la naturaleza y su vida sencilla.
La naturaleza no suele entrar en debates sobre economía o cambios de clima, simplemente obedece fielmente a sus propias reglas. Aunque, a veces, no entendamos mucho lo que resulte. Hace poco, en el mes de septiembre, vi en el centro del país un avefría dando saltitos en medio de la calle picoteando. Esas aves solo se ven en esas latitudes en los días muy fríos de enero. Por un momento sentí que estaba viendo un fenómeno extraordinario, como si viera en el cielo una aurora boreal, propia del ártico. Hoy los estorninos vuelan dando vueltas por la ciudad de Ourense en grupos de mas de cien, nerviosos, con un tenaz vuelo que no es predecible, como si fueran un banco de peces yendo de un lado para otro, súbitamente. En otro tiempo solían irse a sitios más cálidos a invernar, pues las ciudades eran tan frías como el campo. Ahora son distintas. Las aves lo han comprobado. Permanecen en la ciudad buscando el calor que las calefacciones dan por la noche. Durante el día se van al campo a buscar su comida.
Nuestra forma de vida trasforma la naturaleza sin darnos cuenta, a veces sin darnos cuenta de ello. Hubo un tiempo que las personas no se iban el domingo al campo o a los pequeños pueblos donde vivir de manera mas relajada y natural. Vivían en la propia naturaleza a tiro de piedra. Como lo estorninos nos buscamos el alivio donde y como podemos. Creemos en nuestras propias fantasías como hechos reales.
Ayer vi a San Rosendo haciendo el mismo gesto que hacen los hinchas de fútbol cuando se mete un gol en la Champions League: con el brazo levantado y en un gesto de fuerza blandiendo su propio símbolo en señal de triunfo y convicción. El que había inmortalizado el gesto del santo benedictino no había reparado posiblemente en que hay gestos que están al alcance de cualquiera, o quizá si. El abad de Celanova, que tuvo tanta prudencia como buen criterio político, terminó su vida retirándose y entregándose a la vida sencilla, luego de haber sido hasta gobernante por encargo, allá en el siglo X. Todo hace indicar que era un hombre de empuje y sencillez, mezcla normal que se consigue con la fuerza de un corazón compulsivo. Como los que se emocionan hoy por tantas cosas sencillas y que hacen felices a la mayoría. Incluida, como no, la Champion League.