20090624

CORDETAS

(Cordeleros de Jávea. Joaquin Sorolla)

El esparto tiene dura fibra, si se trabaja bien. Tanto si es simplemente machacado como si lo es cocido. En los rastrojos del estío, donde la Mancha se hace infinita de ocres y amarillos dorados en los que el sol se entrega con luz deslumbradora a la caída del sol, en las tardes de agosto, los rastros de cordetas abandonadas descubrían antaño las rutas de la siega. Labores ya abandonadas por la mecanización, como se abandonaron los caminos y sendas para ir sentados en un sillón, con el fresco puesto, atravesando llanuras inmensas como si un sueño fuese. A veces traigo a la memoria la imagen de aquellas cordetas como instrumento natural que nos ataba a la antigua condición humana de estar íntimamente unido a la naturaleza. Imagen de un trenzado de amarillo verdoso que abrochaba la propia de los serones cargados de hortalizas, de las aguaderas de cántaros cargados de agua fresca recién sacada de las profundidades de la tierra y de aquellas otras que marcaron la huella indeleble de los contornos del queso manchego, el más recio y sutil de los quesos, el que introduce la mejor ingestión, como la batuta lo hace con el concierto. Capaz de encubrir un mal vino si es menester, y dar este con queso. No así de los consistentes caldos de las antiguas uvas, cultivadas al secano, maravilla de los vinos que en el mundo han sido.

La atocha del esparto será siempre la fiel referencia del aprovechamiento inmemorial de las llanuras altas de la Mancha, y seguirá atando firmemente las buenas ocurrencias de un manchego perdido entre tanto erial. Los únicos capaces de hacer una magistral obra de arte con la nada. Q.Ko.


20090620

LAS BRASAS DE LAS CUATRO


A las cuatro tenía que salir a por la ropa tendida. Cuando llegué a la cuerda estaban todas las prendas calientes como si fueran a arder en cualquier momento. El cielo abrasaba, el sol no era más que una enorme ascua que halgún dios griego estaba aproximando a la tierra para impedir que todo ser vivo saliera de sus frescos escondrijos. Las piedras del camino enlosado que separan la casa de la alberca ardían y no podia parar ni un solo momento sin riesgo de quemarme las plantas de los pies. Entre tanto fuego, unas chicharras aserraban con su canto reiterante la brillante luz deslumbradora, para la que no podía hacer mas que entornar los ojos en una fina rendija entre párpados. En ese mismo momento recordaba el camino empedrado, meses antes cubierto de medio metro de nieve, helado, con las nubes ocultando el mismo sol que ahora quemaba. En un instante llegué hasta la casa. Los tapiales salvaban el enorme calor de fuera y, dentro, una umbria de frescor cubría el zaguán en el que colgaba una alcazarra rezumando el agua fresca que contenía. La cogí y bebí un poco. Con el calor aún puesto me quedé rendido en el poyo sin ganas de hacer nada. Pensé en el sentido de la vida, en el tránsito de las estaciones y en la fragilidad del cuerpo humano ante los elementos. Solo quería descansar. Miré al techo, donde se reflejaba la luz de la ventana entornada y, viendo invertidas las sombras de los que pasaban de tarde en tarde delante de ella, me quedé dormido. Una forma dulce de morir, pense yo, cerrando los párpados poco a poco, dejando las fuerzas fuera de mi y sin el menor reproche.
A la caída de la tarde, me despertó la palanca de la noria golpeando en el freno. Estaba el burro uncido a la vieja forma, sacando el agua del pozo, poco a poco. Los pájaros volvieron a su trasiego cerca de la alberca y yo volvía a la vida con las ganas recobradas. La luz del camino, entre los árboles y arbustos, seguía siendo brillante, pero ya no ardía. La tarde se mostraba hermosa y junio volvía a ser junio.Q.Ko.

20090619

AZOTES



Llegan malos tiempos. Entretenidos como estamos con la crisis económica mundial, apenas somos capaces de enterarnos que algo mas grave se nos viene encima. Ahora ya no me precupo tanto de cómo voy a afrontar las cargas financieras que me corresponden sino de cómo evoluciona la temperatura del agua en el Atlántico norte. Parece ser que esta descendiendo y que la velocidad de la Corriente del Golfo ha bajado un 30%. Si esto sigue así, ya teníamos que estar preparándonos para el gran enfriamiento. Preparar nuestras casas, empezar a cultivar especies resistentes al frio y hacer acopio de lo que se pueda para tiempos de carestía. La naturaleza es una madre que tiene un genio muy severo. Cuando las cosas no marchan bien suele despacharse con azotes en nuestro culo; y, nosotros, respecto a ella, apenas somos unos tiernos infantes indefensos y que, en la mayoría de los casos, cuando nos castiga, solo tenemos margen para llorar amargamente. Vienen tiempos malos, de grandes cambios y nuevas formas de gobernar. Los que tengan la responsabilidad de ser gobierno tendrán que establecer otras prioridades y no las que estamos viendo ahora. Creo que los politicos de la gresca y la distración, los que ejercen el poder (aprovecharse la vis pública) pero no hacen política (analizar los problemas y dar soluciones) tienen sus días contados. No va a haber margen para hacer las sandeces de las que estamos acostumbrados todos los días a ver y consentir. El medio tomará su prioridad y tendremos que espabilar. O seguirá la naturaleza dándonos azotes, cada vez mas fuertes, primero con unas ramitas, luego con las alpargatas y al final con algo mucho mas duro. No hagamos lo que hicieron en la corte del Imperio Romano de Oriente, que los bárbaros les pillaron discutiendo sobre si los ángeles eran hombres o mujeres. Salvemos el culo, utilizando la cabeza, que es la única manera. Q.Ko.

20090613

SIEMPRE EN UN LUGAR PRECISO



Sigo encontrando entre las calles, de cuantas ciudades vivo, un lugar preciso, donde parar y recordarte. Es una fijación mía o una bendita maldición que me tiene atrapado sin remedio. Eres tu quien me trae siempre la llave del recuerdo.

De las luces de la Poblachuela, en las tardes jóvenes y calientes del verano, tostadas en una dorada luz que se refresca en las umbrías de los álamos. Del canto de los grillos al atardecer, cuando la paja se humedece en las borduras de las huertas y Venus tilila en el horizonte, con un silencio clamor que ilumina el declinar del sol agotado.
Eres tu también, la que me dice al oído cuanto tiempo va pasando sin remediar las ausencias, y celebrando nuestros encuentros. Incluso te ví en el norte, sorteando las malas horas que suelen venir con la soledad endurecida por la lejanía.
Y tú me traes la luz simple y brillante de aquella luciérnaga que se escondía entre la albahaca, en la noche silenciada de Tresenzinas.
Bajo la constelación del Cisne te acercaste a mi para compartir su radiación. Pero tú, que nunca reprochas nada, que sonríes siempre cuando acudo a mirarte, vuelves a mí en el último rincón en el que me encuentro.
A veces, con tus ojos negros de profundo y hermoso suspiro; o verdes oscurecidos, por cómo me miras asombrado por mis cosas, desde que eras chico; o azules, en todas las coincidencias que tengo contigo desde chica; o marrones verdosos que aguardan, entre tus manos pequeñas, las que cojo sin cansarme desde que eras niño.
Sigo encontrando por las calles, allá donde me encuentre, un lugar concreto donde parar y recordaros. Sois, yo mismo, que me encuentro en vosotros recogido. Jugando a que vivo independiente, cuando vivo pendiente de vosotros todo el día.Q.Ko.

20090606

LOS ESTORNINOS ...Y MÁS.


Los estorninos de la plaza de Concepción Arenal me van a echar de menos. Subía cabizbajo por ella cargado con la cartera como un colegial, camino de la oficina. Posiblemente me pesaba más la soledad y la pelea por hacer bien mi trabajo que los menguados papeles que llevaba. Me echarán en falta también el del kiosko de prensa, que ya no me deseará buen día, luego de pagar el El País.

Las calles de Ourense han tenido una pasada por la democracia, y sin embargo, aun se resisten viejos y pétreos vestigios de la dictadura. Los vecinos son duros, estoicos, y tienen, en general, buen corazón. Me recibieron como al hijo pródigo y solo tuve rechazo de unos pocos, mas preocupados por sus pequeños dominios provincianos, acosados como están por su pésima autovaloración personal.
Largué una conversación interesente con Quique, el dueño de O Frade, enganchado como yo en el jazz y en el aprecio del saber vivir bien con las pequeñas cosas de la vida. Como los cafés tranquilos del sábado y domingo en El Café Latino, asomándome al mundo con el periódico. Las conversaciones del ambiente me acompañaban durante las soleadas mañanas de este invierno primaveral que disfrutamos. Aún escucho las pisadas en la piedra de las losas de la plaza Mayor, en el día de San Martiño, con los olores del alambique improvisado en la carpa que instalaron, llena de artesanos y recuerdos. Descubrí que el corte alcoholico lo hacen ¡a ojo!; ya me explico algunas cosas del caracter errático de algunos. En esa Plaza compré un domingo una moneda de Carlos IIII, que por unos pocos dineros, con ella, me guardé una parte de la historia del país. Echaré de menos mis conversacines con el Guaje, dándo vueltas a la república y a las desventuras y éxitos del Madrid.
Ourense llena de rumores de rezos y de pitanzas, musicada con el cristalino sonar del viño escanciado en las copas, generosas siempre, y nunca solas; con la compañía de tortilla, orellas o unas cremosas croquetas que hacían temblar los cimientos de la civilización.
Me vine con una incipiente tripa, preñado de la tristeza de alejarme de buena gente que hizo de mi vida en la ciudad un buen transitar por los días. Ata logo Ourense. Fabularé moito contigo. Mi sangre, sin duda gallega, hace tiempo te tiene muy cerca.

20090603

APARTARSE UN POCO



Ourense quedó atrás. Con la ciudad he pasado días de tranquilo deambular por sus calles cargando con mis cuitas, muchas de ellas salidas del trabajo. No se aún si las ilusiones propias de la juventud, que aún retengo con fuerza, van siendo ya baldías y tan hueras como los días muertos que pasé encerrado en el piso, viendo pasar las horas, transportado a las páginas de las últimas novelas que leí. Hueras por mi constante necesidad de hacer cosas, que no del todo por leer, que siempre me trajo buenas rentas para mi persona. Pero en todo caso faltando la compañía de los que mas me quieren. Ha sido una pequeña época muy fructífera, sobre todo en amigos.
Las últimas semanas las pasé transitando, contaminado por las aguas tuertas de la fuente de San Pedro de Rocas. Bebí sin pensar en su potabilidad y luego sentía la amargura permanente del eremita, que supongo se pasarían las horas apartándose del mundo para sentir mas le necesidad de estar en él. Decía Chesterton que el hombre en soledad tiene mas conciencia social que el que está en compañía. Algo debe ser así porque cada vez que me he sentido con más conciencia social ha sido apartado en el campo, viendo al mundo desde la platea. Allí se tiene más tiempo para el análisis y la elaboración de proposiciones. En Ourense he tenido tiempo para todo, para pensar y para devorar algunas orellas picadas regadas con Ribeiro de barril.
En San Pedro de Rocas hay tumbas excavadas en las rocas, dentro de las oquedades, también excavadas en ellas, a modo de iglesia como las de Kum Ram. No hay mucha luz que llegue en la espesura del bosque, y la lectura debía hacerse en el exterior o a la luz de algún candil de aceite. Cuando volvía de allí, pensé que la vida de aquellos eremitas era la más perdida de todas las vidas. Y sin embargo alguna virtud debieron encontrar, aunque solo fuera el tesón de arrancarle a las rocas las formas de aquellas sólidas construcciones.
La vanidad humana hace a veces que algún mortal piense que ha descubierto la pólvora, lejos de averiguar que ya se empleó hace siglos por lo chinos. Pero cuanto mas pequeño se es, (no me refiero a la estatura física, sino a la intelectual, aunque algunos también acumulen aquella) mas se ve obligado a prescindir del saber de otros, apoyándose en la personal vanidad. Son los que van de triunfo en triunfo hasta el desastre final. Por eso veo necesario que cada quisque haga una apartadita en el campo mirando para adentro y olvidando la vanidad, veneno propio de los que menos valen.
Han sido ocho meses intensos en Ourense haciendo el trabajo propio del que aún cree en el bien de la república y no en el lustre personal. Pero ya se sabe que esto siempre conduce al apartamiento. Seguiré con otras tareas y, quién sabe, a lo mejor termino mas satisfecho que de esta aventura mía por el norte.
Ahora tengo que hacer la declaración de la renta y después de enterarme de lo que se hace con los dineros públicos en la Unión Europea, y aquí también, pienso lo mismo que pensaba el crego Sarmiento, que no comprendía cómo podía calcularse el diezmo dun capón o dun carneiro, que era lo mas que tenían los humildes.
Los que vivimos de un sueldo, aunque sea bueno, no deja de ser la parte ínfima de los que tienen rentas por otras actividades. Especialmente los financieros que siempre ganan, incluso en las crisis como la que vivimos.
¡La madre que los parió!.. Una apartadita en plan eremita les vendría bien, eso si: ¡sin spas!