20120131

LA SIESTA DEL FAUNO





Abrasaba el sol cuando salió al exterior. Una luz intensa cegó la vista y apenas podía ver con los ojos entreabiertos todo lo que se presentaba ante él, habría unos colores intensos que abrumaban el ánimo. Al rato de ir andando se fue acomodando a la luz y, olvidandose de reconocer la calle, siguió andando hacia la casa de su amigo. Estaba obsesionado con su hermana. Era mayor que ellos y apenas la conocía. Cuando la vio por la mañana no podía creer que una mujer tan preciosa pudiera ser la hermana del Trancas, con lo feo que era. Tenía la chica diez y nueve años y ellos catorce. Demasiados años para que se interesara, pensó.
Había venido en la Pava de las once y ya se había cambiado según le pareció. Llevaba un vestido blanco de algodón con florecitas, y como se le ajustaba al cuerpo, entre los botones se le podía ver sus interiores por las aberturas que se abrian y cerraban de vez en cuando. La vio limpia, muy limpia; con la piel sonrosada. Los pies, recién lavados como no había visto nunca, se veían desnudos sujetos por una fina tira de cuero que amarraba las sandalias, y todo ello envuelto en una sonrisa, mitad burlona, mitad interesada. Parecía divertirse con la turbación del muchacho, torturandolo acariciándose la melena corta, una y otra vez. Le miró con detenimiento con sus ojos negros muy grandes y risueños no apartando la vista, como otras chicas hacían. Por esas cosas, conforme avanzó hacia la casa del Trancas se le iba acelerando el pulso.
Pasó por la puerta del patio que tenían entreabierta y cruzó por el empedrado hacia las habitaciones de abajo donde solían pasar la siesta, sentados en el suelo del pasillo, oyendo música con el transistor Zenith de su amigo. Desde dentro, pudo oír a los Everly Brothers cantando una de sus baladas. En el pasillo no había nadie, ni se oía a nadie. La música venía de la habitación contigua donde solían dormir los invitados. Avanzó hacia ella y vio la puerta entreabierta, miró dentro y, allí, era donde se encontraba la hermana del Trancas echada en la cama, dormida, con la mano cubriéndole los ojos y una pierna doblada. Al levantar la pierna dejaba al descubierto todo el muslo y se podía ver unas inmaculadas bragas blancas de algodón que se ajustaban a las carnes rosas de la chica. Se quedó mirando, fijamente, embelesado por una visión que le parecía un milagro de la naturaleza. Sujeto al quicio de la puerta, se quedó petrificado con la respiración agitada y a tope de sus pulsaciones. Estaba en estas, cuando recibió un guantazo que le dejó aturdido un buen rato. ¡Que coño haces, si se puede saber! Oyó decir cerca de su oreja. Cuando pudo recuperarse de la sorpresa y del aturdimiento, se dio cuenta que estaba sudando, echado en su cama durmiendo la siesta. ¡Son ya la siete y media y aun no has empezado a estudiar! ¿Qué quieres, que te vuelvan a suspender en septiembre? Su padre le estaba increpando al pie de la cama y se le veía muy enfadado y con ganas de gresca. Se incorporó, se bajó de la cama y poniéndose los pantalones pensó: Ya me parecía a mí que era todo esto demasiado bueno…joder…

20120129

Le verger, das Orchard, the garden. Otros nombres para el Huerto



Con el tiempo, después de la última gran guerra, la agricultura extensiva ha acercado la fruta a todo el mundo. En el camino fueron perdiendo todas ellas su natural aroma y su sazón mas pura. Los huertos familiares han ido desapareciendo, aunque, aún podemos tomar alguna de las frutas que conocemos, con casi las mismas propiedades que tuvieron en otro tiempo, las que conocimos al principio del siglo pasado, incluso a mediados; así, cuando es temporada, y si hay la fortuna de que en los mercados populares haya un hortelano que las venda directamente, de las que cultiva no muy lejos.



Pero en el trasiego del mercadeo siempre se pierde algo, y solo algunos afortunados que conocen las propiedades de cada fruta, y si madrugan, llegando los primeros, podrá llevarse el sabroso fruto de alguna de las especies que se cultivan en nuestro entorno. No es lo mismo esa fruta que la que se nos vende en el super.



Los frutales mas conocidos vinieron hace siglos de Asia Central, China y del Cáucaso. Desde entonces se han hecho muchos cruces con especies próximas, y con tanta selección que estas frutas de ahora no son aquellas, apenas la morfología, quizá algo parecido el aroma. Pero quizá se pudiera desandar el camino, si se rehiciera su genoma. ¿Es posible volver a recuperar aquellas frutas que atesoraban los romanos como una joya culinaria, sólo para el domus? Posiblemente.



Ahora sabemos cómo se cuidan, incluso con técnicas respetuosas del medio ambiente y con la naturaleza de la planta, pero me temo que no todo el mundo conoce el arte de disfrutar su cultivo, con detenimiento y delicadeza, así como acomodándolos a su función estética, como un elemento mas de un jardín, de un paraíso oculto.



En Tresenzinas he vuelto a reencontrar mi oficio de agricultor familiar, disfrutando (hermoso verbo para esta función precisa, de la que trae su semántica) de las horas lentas de continuo coloquio con la botánica, que responde siempre sin influencia alguna, salvo las propias de la naturaleza.



Los almendros, el peral, los membrillos, abandonados hace años, apenas han aguantado enredando sus ramas invadidas por los líquenes, hongos y parásitos que han encontrado en ellos unas plantas a su disposición. Otros frutales, sucumbieron por el abandono, la sequía y las enfermedades. Solo el avance de la nidificación de los pájaros insectívoros, y una climatología que está cambiando por días, les han dado un margen de supervivencia. A los supervivientes, les dí a tiempo el tratamiento de invierno, con un producto totalmente compatible con la naturaleza, y una poda de saneamiento que les ha hecho recobrar un principio, parecido a su hermoso y antiguo porte, con la salud propia que les hace fecundos, eso sí, con la complicidad del panal de abejas que pusimos en la esquina del terreno.



Ahora, habrá que esperar a los días de primavera, para que el abono, el cultivo de la tierra y los tratamientos les hagan brotar con fuerza e inunden con lo más hermoso que tienen, sus hojas y sus frutos. Entonces, cuando las ramas estén en sazón, será el momento de hacer los necesarios injertos para mejorar la producción con la ayuda de aquellas plantas resistentes, de la misma familia, que ayuden a sacar la mejor fruta con el menor de los aportes artificiales. Todo el año, con la satisfacción de ir consiguiendo los mejores frutos de la naturaleza, sin tener que ir al Supermercado, con la casa inundada de nuevos perfumes que hagan un hermoso momento el ordinario de la alimentación, empieza una nueva vida que hace bueno ver pasar los días.