A
las once de la mañana, en la plaza, los gorriones apuraban las migas de las
losas, antes de que pasara la máquina de barrer. Una campana lejana tocó a misa
y el cielo plomizo avecinaba lluvia. Se abrió la puerta y pasaron dos mujeres
en el Café, de edad media, una morena con ondas en el pelo, sujeto en la sien
con alguna horquilla, mirada perdida, y la otra con rizos a mechas rubio
oscuro, colores encendidos en las mejillas y la expresión habitual en personas
que hacen escrutinio de todo. En animada charla, ojeaban la sala buscando mesa.
No veían ninguna, pero de improviso los que ocupaban la mesa contigua a la mía
se levantaron. Fue la señal para que pararan en seco y se acercaran. Como
suelen hacer algunos, se pusieron al lado de los que se iban, ejerciendo la
sutil presión que consigue que no se arrepientan los que se van y que disuade a
los que intentan llegar. Se quitaron los abrigos de piel con lentitud como
despelleja el carnicero un conejo. Dejaron bolsos y gabanes en una silla y una
de ellas, la rubia, se fue a pedir las consumiciones. La morena, bien
arrellanada en la silla, echó la cabeza moviendo su cabellera con el gesto
habitual, para atrás, desafiante, parecía decir: aquí estoy, quien quiera algo
de mí que pida turno. Así estuvo repitiendo la misma operación de vez en
cuando, hasta que llegó su amiga. Así empezó todo: - ¿Sabes lo que te digo? que Lilian se emperró el otro día en lo que ya
te dije, parecía que no había manera de sacarla de ahí. Y es que cuando coge un
tema no lo suelta, hija, ¡que no lo ha de soltar! Ni, aunque le obligue el sursuncorda. Vamos, vamos ,vamos; que
ocurrírsele ir a Escocia sin haber consultado con nadie, ni con su marido, ni
con su madre, y sin saber nada de dónde quiere ir, y todo porque vio el otro
día un reportaje en el canal Viajar sobre Escocia y dice que le encanta, claro
que intenté que entrara en razón y se tranquilizara, ya sabes; dije que lo
planificara con Andrés para las vacaciones, que digo yo que para algo está el
marido, claro está, pero no, ella erre que erre, que se quería ir a Escocia ya,
cuanto antes mejor y, según decía, no quería decidir aun cuando iba a volver, o
no volver. ¡O no volver! Tía, ¡que decía que se planteaba no volver!, ¿estará
loca? – Bueno Jimena, chica, siempre me pareció que tenía la cabeza un poco
tocada, te acordarás, cuando éramos jovencitas le dio por ponerse hasta las
cejas de fumar mentolado hasta que un día estuvo echando la pota ¿te acuerdas?
Sí, sí, en aquel cine de Madrid ¿Cómo se llamaba? – Ideal. – Sí, sí, eso, el
cine Ideal. Bueno y cuando le dio por apuntarse a una expedición al Everest,
porque según ella era muy experta en subir a la montaña, y lo más que nos
confirmó es que había subido muchas veces a La Pedriza en la sierra de Madrid,
cuando veraneaba con sus padres en su casa de Manzanares el Real. Como es
natural no la seleccionaron en el club de alpinismo que solían hacer ochomiles. Se cogió un buen rebote
porque le dijeron que no tenía preparación ni experiencia suficiente. ¿Qué no
tengo? Decía, ¿pues si no la tengo yo no la tiene nadie! Les aseguraba. Bueno,
ella siempre quiere salirse de la fila, y no te digo yo que no haya que
saltársela alguna vez, ya me entiendes, porque no todo va a ser lo que nos
dicen y nos dejan hacer, pero ¡Señor! Es que ella siempre quiere dar la nota.
La verdad es que el pobre Andrés bastante tiene con contender con esta
muchacha. Él, que es lo más recto que he visto yo en mi vida, que no suele
nunca molestar a nadie ni dice una
palabra más alta que otra, ha tenido que tocarle el gordo con ella. Bueno para
decir verdad, inteligente es, y mucho, hay que ser justas con eso, porque tiene
el don de cogerlas al vuelo y, además, te lo confieso algo de envidia yo le
tenía cuando íbamos al colegio y luego en la Facu, porque yo me mataba a
estudiar y sacaba un notable pelao y ella sacaba matriculas a cascaporrillo y,
que yo le viera, solo cogía los libros una vez. Me decía siempre que solo era
cuestión de memoria, pero no, de memoria solo no, porque el adjunto de Economía
Política confesó un día a un grupo que fuimos a reclamarle algunos exámenes que
había calificado muy cortos, que le puso a Lilian una matrícula, no por lo que
se ajustaba al texto de la signatura sino porque le había razonado y
fundamentado la pregunta como nadie se lo había hecho. Ya te digo, inteligente es mucho, pero, está
como un cencerro cuando le da la vena. Y no se atiene a razones, y, la verdad
es que cuando me pongo a hablar con ella, y ya te digo que la quiero mucho y es
mi amiga, pues no me hace ni puto caso, a lo más, me razona a su manera, con
alguna cosa de esas que saca ella de su cabeza como que tiene que vivir la vida
o aprender cosas nuevas, cuando no, me dice que ella no soporta que nadie le
ate, que es un espíritu libre; ¡vamos, vamos, vamos! Libres somos todos y no se
nos ocurre salirnos todos los días del tiesto, que es lo que hace ella. – La
verdad Susi, es que si lo es; digo, lo que decías de inteligente. Pero me saca
de quicio, me hace sentir tonta y a veces no sé, me da la sensación que me
humilla. Porque las cosas que dice ni loca se me ocurrirían a mí, y como ella
no solo se le ocurren, sino que al final le sale todo bien y nadie se lo
reprocha, siempre me pregunto: ¡Seré y tonta? Y, ¡vamos! Yo tonta no soy. ¡vaya
que no lo soy! - ¡Claro que no lo eres! Hermosa, de ninguna manera, pero sí eso
es lo que pasa, terminamos siempre nosotras mal y ella es la que se sale del
tiesto, jopé es que es para estar hasta el gorro. Bueno pues ya me dirás en qué
queda todo esto. – ¡Pues cómo se va a quedar! como tiene que ser: en cuanto se
lo diga a Andrés la liará parda y devolverán los billetes de Escocia y se
quedará en casita. – Bueno ya me contarás. ¿has pagado? – Si ya pagué. Gracias
rica otro día me toca a mí.
A
la semana siguiente, jueves, a las once, alcé la vista del periódico y las dos
mujeres entraban de nuevo, coincidiendo otra vez a lado. Saludaron, sonrieron
cuando se sentaron como si fuera un conocido y sin preludios comenzaron con sus
debates: ¿Qué me dices Jimena lo de
Lilian? Se miraron con extrañeza y después de una pausa en la que querían
alargar su estupor siguieron. – Pues que te voy a decir, que no entiendo a
Andrés. Dejar todo, trabajo, casa, amigos y familia para irse con ella a
Glasgow, me deja de una pieza. -Sonó el teléfono. Lo cogió Susi: -Hola Liliaaaan hermosa que tal os vaaa. ¿Ah
sí? Sí. Si. Siii. Buenooo. Ah, pues me alegro mucho, de veras. Si sois felices,
eso es lo primero, ¡Claro! Bueno, esta Jimena conmigo y me hace señas de que os
dé un beso, Bueno, sí, ya hablaremos por Facebook o Skype. Un beso y un abrazo
a los dos.
Se
miraron las dos con extrañeza y dijeron al unísono: ¿Te parece a tííí?