
Veo caer, abandonada, hacia el suelo
la última hoja del arce.
Resistía segura, desde hace tiempo,
al viento y al sol;
que intentaron varias veces, en vano,
hacerla caer.
En su enrojecida rama,
como la sangre seca de una herida,
a mediodía, a solano segura,
la sujetaba el arce rojo:
para hacerla su fiel testigo
del tiempo pasado.
Ella, desde allí,
vio el campo de abril mojado
llamando al mundo a vivir;
que abría mayo borboteando verdes,
para derramar poluciones buscadas;
que trajo a junio tostándole al sol,
soñando noches imposibles;
que se enfebreció con julio
en pasiones a flor de tacto;
y convaleció en agosto,
para mirar constelaciones cercanas;
en septiembre, entristeciendo,
por terminadas glorias de lo efímero;
recogiendo en octubre amarillas luces
para eternizar sus miradas;
soñando ingenua en noviembre
escondida entre brumas;
reconociendo en diciembre la soledad
en el suelo cubierto de hojas muertas.
Retuvo esféricas gotas de agua
donde guardó la luz del verano
sueltas en amaneceres.
(Escritor e ilustador: Ramón Gallego Gil)(Copia -1961- de una cabeza de "La Fragua de Vulcano"-Velázquez)