No importa, se
dijo, - mientras miraba por la ventana de la habitación, sentado en la cama,
con las sábanas envolviéndole, casi aprisionándole, -la semana próxima vendrá Claire.
Los enchufes, el teléfono colgado en la pared,
la lámpara de barra sobre la cama, y los emblemas del ISP en el borde de las
sábanas lo situaban en el Hospital, desde hacía ya tres meses.
- Preparemos la
salida de aquí y ella, que siempre lo hace muy bien, lo tendrá todo listo en
media hora. Pensaba en la conversación de aquella mañana, viendo su sonrisa en
la pantalla de la CC, bien temprano, saludando con su encanto habitual: -Hola ... soy Claire , te llamo porque
dijeron ayer por e-mail los señores médicos del hospital que estarás dispuesto
el lunes de la siguiente semana. Eso cumple tus deseos Ramiro. Me alegro mucho
y, desde que tuve la noticia buena, estoy preparando la casa, para que esté
preciosa cuando vengas. Estaba en el huerto, preparando la tierra para la
siembra de todas las simientes que me dijiste querías cultivar. Compré esta
mañana todas ellas y, no te preocupes, que no fueron caras, llevé el permiso
del AGD. Están conformes con el presupuesto que me dio tío Suso. Tienes también el último barco de madera que te
compré para su montaje, el H.M.S. Bounty, que, según me comentaste, te gustaba.
Me han asegurado que es muy asequible para montar, no siendo fácil pero tampoco
muy difícil. Justo lo que dijiste que te parecía bien. Bueno, sigue cuidando tu
salud; es muy importante para mí, lo sabes. Sin ella estamos separados y con
ella juntos. Hasta luego Ramiro. Un beso largo y lento, como te gusta cielo.
Desde la
ventana, viendo enfrente, no más allá de tres metros, otra pared, como un muro
infranqueable, toda ella, hasta cuanto alcanzaba su vista, con un ventanal muy
grande, en cuadrículas, con sus cristales sucios, apenas dejando ver su
interior. Una pared más que decía mucho de la política de mantenimiento del
patrimonio dispuesta por la norma p- 687. Desde el inicio de la gran crisis
solo la habían pintado una vez y de eso ya 30 años. Recordó las palabras del abuelo cuando hablaba de la extraña belleza de la ciudad de Roma, con las casas
sin pintar durante muchas décadas, desconchadas, quien sabe si con la primera
pintura que le dieron al construirlas. Por eso la casa que heredó del abuelo,
mantenía el color inicial elegido por él, rojo Siena; ya solo admitía un lavado
al año. Ramiro miraba al frente, por la ventana hacia aquel ventanal, parecía
intentar ver alguna vida detrás, pero no veía todo el conjunto de las
cuadrículas, solo reparaba en la luz, y su mente estaba en otro lado; veía en
su mente la calle de su casa, los árboles, sin querer recordar el sitio donde
calló desvanecido cuando su enfermedad hizo crisis. Siempre le gustaba ver en su mente la frondosa,
enorme haya que había enfrente de su casa, en el jardín abierto, donde se
sienta en las tardes de verano para ver como declinan sus horas y apagarse
lánguidamente las luces de esos momentos de brisa cálida, en las que los
vecinos pasan, los jilgueros y verderones empiezan a recogerse con gran
alboroto. No quería pensar en el trabajo, pero lo hacía. Los equipos habían cambiado. Habían
sustituido a los becarios diez veces en los seis meses, anteriores a su baja
por enfermedad. En cuanto aprendían lo suficiente los retiraban y ponían a
otros, a los COP. Bueno, la verdad es que entre los “otros” trajeron un día a Claire.
No lo dudó un momento cuando le propusieron la configuración de su perfil.
Consideraron su situación emocional. Era la compañía ideal que estuvo esperando
tanto tiempo. Es verdad que costó mucho convencer al Departamento Estatal de
Cambios de Personal (el DECP), para que
hicieran el propio que le convenía, además de trabajar en el proyecto,
quedaría adscrita a él con esa frase odiosa que empleaba el DECOP: Adscripción
y Domiciliación Permanente Personal. Con lo fácil que era decir: juntos para
trabajo y convivencia. Se echó un momento en la cama y mirando hacia el techo
de la habitación, pensó en los proyectos de futuro con Claire. Iba a cumplir
los treinta y, a final de año, ya podía pasar a la jubilación y tutelaje. Su
patrimonio de material y COPs, estaba
dentro de los estándares que ordenan para la jubilación la norma j-340. Los COPs
tenían toda la configuración de su trabajo. Ya no tendría que ir a las instalaciones
de la empresa, la enorme nave circular 890 de las del Grupo Bank-Domus; y sería el
personal físico que le sustituyera los que contactaría con él, un año, en su
casa, para hacerse el control del trabajo. Él, como tutor, habría de dar el
visto bueno para los avances de los proyectos. Desde que le quitaron el
implante se sentía más libre. Tener que comunicarse con todos a través de la pantalla de la CC, le hizo
recordar la vieja tablet que tenía cuando era niño. De eso ya habían pasado veintitrés
años y el mundo había cambiado todo. Pensó en qué podía haber sido, en su vida,
lo más decisivo, lo que mas valoraba y sentía como importante y no lo dudó un
momento: ¡Claire! Desde que estaba con ella, el equilibrio que perdió al morir
sus padres y quedarse solo, sus estudios, su trabajo en alta tecnología, todo,
le mantuvo durante años en un permanente desequilibrio, desasosiego,
insatisfacción. Ahora ya no, con Claire todo estaba en su sitio y los márgenes
de miedo o preocupación estaban en los mínimos. Tres meses en esa habitación,
tres meses encerrado entre sábanas, deambulando dentro de su cabeza y hablando
solo con los intercomunicadores y el personal COC del equipo médico. Pero todo había
cambiado ya y sonrió. Se iba a casa. El lunes, Claire. La casa, el taller de
madera, la sala de cine. La biblioteca real, con su enorme colección de libros
de bolsillo en papel. Se estiró en la cama, se puso el casco integral y se fue
a la virtual de Praga. Solo le interrumpió, una hora después el COC-Catering
llevándole lo que pidió cuando le liberaron de la dieta: canelones de carne,
con queso Caciocavallo
siciliano.
El lunes
se vistió rápido. Anduvo algo torpe de tanta inmovilización, durante esos meses. Cogió su electriccar del depósito
del hospital, metió el chip de itinerarios, tecleó “home” y llegó en tres
cuartos de hora a su casa. En La puerta estaba esperando Claire. Cuando le vio,
empezó a dar saltos de alegría. Se abrazaron, se besaron lentamente y entraron
abrazados al salón de la casa. Cerrada la puerta, levantó la blusa a Claire,
empujó el resorte de c-piel, y vio de nuevo su identificación: COP-509. Los
testigos estaban encendidos y ninguno parpadeaba. Cerró él la tapa de c-piel y
miró a Claire. -Veo que estas sin
problemas. Eres la Cyborg Organic Person mejor que pueda tener, te he echado
mucho de menos. Ella sonrió y le acarició la cara, le cogió con las dos
manos y le besó dulcemente; dijo: -Y tu
la persona física que mejor pueda tener, cuidar, y (empezó a parpadear; a
temblar trémula) querer.
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 12 de abril de 2014)
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 12 de abril de 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario