A las cinco de la tarde llegaba el hijo
del notario, Denis, a su casa en la Rue San-Martin. Entro por la gran portada
verde y subió dando saltitos por el vestíbulo para ir a coger el ascensor. En
el principal, el vecino Louis tenía la ventana del interior abierta y se oía la
Quinta Sinfonía de Mahler a todo volumen. Imaginó Denis que vivía una película
de misterio. Simuló esconderse en el quicio de la puerta de la señora Agnès. Cuando
se abrió el ascensor, mirando para un lado y otro, como si temiera algún
peligro, saltó rápido dentro. Le dio con prisa al botón y permaneció pegado al
rincón junto a la puerta hasta que se cerró de nuevo y empezó a subir. Se
relajó y descolgó la cartera sujetándola por los tirantes. Llevaba los libros
de las clases de recuperación. Nada más abrir la puerta, siguió su
representación hasta que le abrieron la puerta de su casa. Después de soltar:
¡hola! a Delphine, que comía una manzana por el pasillo a la vez que leía su
libro de cálculo, esta le contestó sin mirarle con un: ¡hola gusano! La cartera
quedó tirada en el sofá del salón, con los libros reventando el cierre, y la
gorra del último mundial de fútbol calló encima del teléfono. Se derrumbó en
uno de los sillones, sacando el móvil del bolsillo y se puso a jugar con una
aplicación de aventuras.
Cuando terminó de estudiar Delphine, se
fue al cuarto de Denis y allí lo encontró. Nada más entrar, sin esperar un solo
momento, le espetó al chico: -Oye gusano me ha dicho papá que te enseñe donde
están los libros que puedes leer. Creo que habló contigo y quedasteis en que
empezarías uno hoy mismo. El chico puso cara de fastidio pero se levantó y la
siguió hasta el despacho grande de su padre, donde estaba la gran estantería
con todos los libros de la casa. Delphine se fue hasta el estante segundo del
extremo izquierdo y, poniéndose las gafas, empezó a buscar algún título que
debía tener en mente. Después de un breve rato dijo con resolución: - ¡”Lucky
Starr 1” de Asimov! Mira gusano, papá me dijo que te diera la “Isla del Tesoro”
de Stevenson, que va de piratas, pero creo que este te va a gustar más, es un
viajero del espacio que va a Marte a investigar unos asesinatos. ¿Te vale? Es
muy interesante y seguro que luego te gustará leer las otras obras en las que continúan las aventuras interestelares. –
Bueno… dijo como concediéndole la sugerencia, pero con los ojos llenos de
curiosidad por lo que le acababan de descubrir.
Lo cierto es que Denis, cogió el libro
y se fue al sillón del salón y hundiéndose en él, empezó a leer. Le trajeron la
cena y aún estaba leyendo; no separaba la vista de las hojas del libro, estaba
totalmente abstraído y empezaban a asomar en los carrillos unas chapetas bien
marcadas. - ¡Gusanoo! – dijo Delphine. - Te dejo aquí la cena, no te dejes nada
que luego me echan la bronca a mí ¿me oyes? –Siii, pesadaa, ya te he oído.
Dicho esto se levanto y, como si no hubiera comido en dos semanas, así acabó
con la cena. Acto seguido se fue hasta el sillón y siguió leyendo. No le duró
demasiado porque a las 22 horas llegó su padre y después de escuchar las
explicaciones de Delphine, llegó hasta Denis y dándole un beso en la frente le
dijo. Te dejo media hora, después... ¡a la cama! ¿Vale hijo? Denis le miró y sonriéndole dijo con una sonrisa: Vaaaleee…
El cuarto de Denis era una de las
buhardillas del piso. Desde allí veía cerca el Palais Royal y a lo lejos la
Torre Eiffel y el Parque del Campo de Marte. La ventana la dejaba abierta en
las noches de verano como aquella. Su cama era una antigua pieza de casa de sus
abuelos, muy alta que más parecía una carroza que un sitio para dormir. Pero
era muy confortable. Se tumbó en ella y cuando pasó un cuarto de hora, empezó
asentir un sueño que cerraba sus ojos. Se durmió. Pero no pasó mucho hasta que
oyó un ruido en el tejado. Abrió los ojos, sorprendido, algo asustado, y con
una curiosidad extrema. En el lado derecho de la ventana apareció la silueta de
una persona. O eso parecía. – Sin cuidado, señor Denis, no tema nada. –Dijo. La
cara se le iluminó a la silueta y vio a una persona muy extraña. Tenía la nariz
muy aplastada, fina, como si fuera de tela de seda. Los ojos de un color amarillento.
-Sé que quiere comprobar como es la galaxia. Me mandan los del Consejo para,
satisfacerle. Soy Drulock, a su servicio. Denis no sabía que hacer pero
confuso, solo se le ocurrió preguntar: - Pero... ¿como iría a ver todo eso? -
No se preocupe, esta todo dispuesto. Yo le llevo a la Impulsora y una vez
dentro partiremos. Dicho esto, se quitó del pecho una pequeña escarapela
metálica de color azul cobalto, y accionó un resorte que tenía oculta; pasó y
cogió a Denis como si fuera de papel y lo acopló en unas abrazaderas que tenía
detrás en su traje de un metal muy suave y blando y, una vez amarrado, flotando
en el aire se lo llevó subiendo. Veía Denis a Paris como se iba alejando; como
la torre Eiffel se iba haciendo cada vez mas pequeña y cuando solo era la
ciudad un montón de ascuas, se paró. Levantó Drulock la mano y donde solo había
estrellas encima, se descubrió una enorme nave que quedaba oculta por un
invisible velo que la ocultaba haciéndola transparente, como un vidrio lo que
hacia ver el firmamento. Pasaron por una puerta de energía que parecía agua
espesa, verde. Una vez dentro, lo acopló en un departamento desde el que se
veía todo el exterior. Se le encogió el estómago cuando notó que estaban acelerando
a una gran velocidad. En unos minutos, sobre una alfombra luminosa que
serpenteba por el espacio, vio pasar las constelaciones que mejor conocía:
Cisne, Libra, Escorpio, Orión… así estuvo durante mas de una hora y cuando
seguía adentrándose en su aventura estelar, de improviso pareció que la
Impulsora, como la había llamado el visitante, dio un golpe que fue acompañado
por una explosión sorda y del cambio brisco de la velocidad, perdió la
consciencia.
A las 7.45 de la mañana despertó en su
cama. Estaba en la casa de su padre, en la Rue San-Martin de París. Pensó en su
aventura estelar y concluyó que había soñado ese viaje, por la impresión que le
hizo los viajes de Lucky Starr, el personaje de Asimov. Un sueño más.
Cuando se levantó de la cama y estaba
cogiendo sus cosas para ir al baño se quedó petrificado, lleno de estupor y
asombro: Encima de la descalzadora, junto a la ventana, estaba la escarapela
que se quitó el visitante.
(Publicado en el periódico "La Tribuna de Ciudad Real" el 28 de junio de 2014)
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