Cuando se enteró que en una pequeña ciudad de la costa
catalana podía encontrar las bombas de agua, de mano, que quería instalar en los
pozos del bancal, no lo dudó ni un instante. Cogió a los dos días el coche y
marchó para allá. Tenía reservada habitación en el hotel. Después de más de
seis horas de viaje llegó a la autopista final en la que me debía derivar hacia
la costa, paró en un Área de Servicio y, después de entretenerse mirando la
oscuridad de la taza en un café solo, humeante, levantó la vista y miró al
reloj para ver si estaba demorándose. Efectivamente ya eran las cinco y media y
no iba a tardar la anochecida. Recogió sus cosas y fue al coche, donde,
tranquilo, estuvo programando el navegador; quería ayudarse con el GPS. Miró
por el cristal y unas nubes oscuras llegaban desde el norte. La hora anterior
estuvo despejado. Debía partir enseguida.
Mientras iba por la autopista pensaba en la vuelta. La casa del bancal ya estaba
preparada. Una vez arreglada la fontanería, el suministro eléctrico y puesta la
tarima en todas las habitaciones, salvo en el salón, cocina y cuarto de baño,
había quedado totalmente confortable aquella que fue casa de labor y hoy iba a
ser el lugar de residencia mas frecuente. Los bancales de naranjos estaban
totalmente recuperados desde que tomó posesión de la herencia de la tía. Y el
invernadero de la huerta estaba ya preparado para la siembra, que habría de
hacer cuando volviera. Clara le estaba esperando. Solo pensar en eso le hizo sonreír. En menos de media hora el GPS le indicó que
debía coger la salida hacia Calafell y Vila Nova i la Geltrú; seguir por la
carretera nacional y desviarse finalmente por la carretera de la costa. Así lo
hizo y, en poco tiempo, ya circulaba por esta. Se le empezaban a juntar en su
cabeza los recuerdos de todos los viajes que hizo con Clara, pero procuró no
distraerse. Se desvió hacia Sitges y la carretera bordeaba la villa. Cuando ya
estaba sobrepasándola el navegador le avisó que cogiera en la rotonda próxima
la segunda a la derecha y cuando ya estaba en ella, inmediatamente se dio cuenta
que le habían confundido. Había contado como vía la que llevaba hacia una
urbanización y ahora continuaba por la carretera de la costa, otra vez. Se dio
cuenta que no podía cambiar de sentido. La línea continua no terminaba nunca.
El trazado por los taludes empinados de las montañas impedía cualquier giro, la
carretera era muy estrecha y no hacia más que dar giros y giros que no hacían más
que acelerar el pulso e incrementar en nerviosismo. Era bastante peligroso circular por allí e
iba a corta velocidad. Enseguida entendió que los que están acostumbrados a esa
carretera formaban fila detrás de él. Eso le agobiaba. Siguió bastante tiempo y
se iba alejando de su destino. Cuando
menos lo esperaba el navegador le indicó la proximidad de una rotonda donde
podía cambiar de sentido. Ya era casi noche cerrada. Le indicó que cogiera en
la rotonda la segunda salida a la derecha y…cometió el mismo error que la
anterior vez. No sabía que solo contaba el navegador las vías públicas y
despreciaba las privadas o que eran recientes. Cuando quiso aguardar estaba
circulando por una carretera muy estrecha entre árboles y sin ninguna
indicación. Era la vía de acceso a una
fábrica. Parecía abandonada. No había ninguna luz por allí. Siguió despacio y
terminó en una explanada donde había una salida con una barrera. Fue hasta ella
y llamó por el interfono. Momentos después le contestaban:-“Señor esta es una
propiedad privada no puede estar aquí…”
- Perdone, es que me extraviado desde la rotonda, ¿me puede decir por
donde salir? - Oiga, de a vuelta y
salga por la rotonda, pero aquí no puede estar… -Gracias (le dijo).
Unos instantes después estaba otra vez dando vueltas por los
caminos interiores de aquella fábrica fantasmal y sin saber hacia donde
dirigirse. Dio varias veces la vuelta en los mismos caminos, se dirigió hacia
la derecha y luego hacia la izquierda y solo conseguía perderse aún más entre
las vías interiores de aquella solitaria instalación que daba señales
inequívocas de haber entrado hace tiempo en su colapso económico total.
Escombros, materiales de desecho, vigas de hierro viejas, obsoletos silos
llenos de cemento pasado y todo cubierto por una cenicienta capa de polvo de lo
que fue el cemento. Se paró un momento y cogió el móvil. Se le ocurrió que
podía pedir ayuda a alguien, pero lo dejo sobre el asiento del copiloto
desesperado. No se encendía ¿Y que situación iba a dar, donde estaba? ¿Cerca de
Garraf? ¿Cerca de la costa? Era noche cerrada y no se veía nada y hacía rato
que se había desorientado con tantas vueltas. Oyó un ruido en el exterior y le
pareció ver dos ojos brillantes que le observaban desde la parte más oscura del
soto cercano. Le empezó a entrar un miedo pánico…
Estaba en estas consideraciones
cuando de improviso vio una luz azulada muy intensa que llegaba de lo alto de
un grupo de árboles. El motor del coche se paró y un zumbido muy fuerte se fue
haciendo mas intenso conforme la luz se acercaba. Se quedó paralizado. Las
pulsaciones se le pusieron a tope y al momento de encontrarse con un fuerte
dolor en el pecho, la luz, de manera instantánea, ascendió hacia el firmamento
y en pocos segundos se alejó y desapareció. Intentó arrancar el coche y se puso
en marcha. Reflexionó un momento y entonces lo empezó a ver claro. Dio la
vuelta, pasó por el la zona donde estaban las enormes tolvas y, a cincuenta
metros, vio un control de entrada y, al fondo, la rotonda por donde se había
equivocado. La pesadilla había terminado.
Cuando iba de vuelta
por la carretera de la costa hacia su destino pensaba lo fácil que es perder la
seguridad y cuán indefenso puede estar uno si se encuentra perdido en la noche
en un lugar desconocido. Pero… ¿Qué fue de esa luz que le dio al momento la
capacidad de volver a su camino? Nunca dijo nada. Odiaba que pensaran, que era
pura imaginación…
(Publicado en "La Tribuna de Ciudad Real" el 4 de enero de 2014)
(Publicado en "La Tribuna de Ciudad Real" el 4 de enero de 2014)
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