Urbicain. Domingo 14 de febrero de
1988.
El
lunes 11 de enero, me llamaron a casa desde la Universidad de Coventry; era
Franklin Freeman, el titular de la cátedra de Psicología, que trabajaba en un dossier
de parapsicología; me dijo que precisaban mi ayuda para hacer una investigación
en la calle de Toledo en Madrid, en el lugar donde estuvo el domicilio y murió
un embajador español en Londres. No sabían el lugar concreto donde estuvo la
casa del embajador, ni estaban seguros de quien se trataba, y habiéndole hablado de mi, los compañeros ingleses de
arqueología, interesaban que les visitara. Franklin tenía un buen castellano y
no fue en absoluto difícil entenderse con él, en otro caso habríamos tenido
problemas, puesto que yo no estoy muy puesto en el ingles técnico, solo en el
coloquial. El asunto provenía de la experiencia de una médium con la que
estaban trabajando en un proyecto de parapsicología, y en la que, al parecer, habían
obtenido un corto texto de escritura
automática dictada por aquel embajador. Me envió el billete de avión y el
miércoles siguiente estaba en Coventry en el despacho de Franklin. – Bueno
Alberto, te explico en resumen lo que hay en marcha, -dijo sin mas preámbulos: hemos estado trabajando con una médium,
Angie MacAdams, que nos dio aviso pues estaba recibiendo información, en estado
alfa de vigilia, ya sabes, este tiempo intermedio entre la vigilia y el sueño, que
se materializaba en escritura automática, que como sabes es la que dicta un
ente, posiblemente persona fallecida, dirigiendo la mano de la médium. Si, veo
por tu cara que te suena algo extraño, pero, créeme, la hemos sometido a varios
controles y efectivamente estaba el ese estado, prácticamente inconsciente y
solo se apreciaban algunos pequeños impulsos en su cuerpo, y la mano izquierda
(es zurda) totalmente quieta y con la derecha, que conscientemente no sabe
escribir con ella, y sin embargo escribía con esa mano, con soltura, en lo que
hemos comprobado era castellano de la época. El ente se identificaba como
caballero al servicio del Emperador y embajador en la corte de Enrique. Al
iniciar el texto lo fechaba en el día cuatro del Señor del mes de mayo. Como es
natural esta fecha hay que tomarla con el calendario Juliano, puesto que desde
1583 aplicamos el Gregoriano. Pues bien, el texto decía después: …Retornado en mis aposentos, en la Villa de
Madrid, en la calle de Toledo, quebrado
por los años, en soledad tomo el manuscrito como propio, pues de mi mano salió…
Luego en otra sesión escribió: …el señor mi amo, puestas
las manos al cielo y los ojos que casi nada se le parecía sino un poco de
blanco, comienza una oración no menos larga que devota, con la cual hizo llorar
a toda la gente como suelen hazer en los sermones de Pasión, de predicador y
auditorio devoto, suplicando a Nuestro Señor, pues no quería la muerte del
pecador, sino su vida y arrepentimiento… Y eso es lo que tenemos. – Pues no es mucho para
la averiguación, tanto del embajador como del lugar en la calle de Toledo donde
debió tener su casa, pero vamos a trabajar en ello, pero del texto que me has
leído, se puede llegar a la conclusión de que podía ser un alto personaje del
siglo XVI, puesto que si estaba al servicio del Emperador, podía estar refiriéndose
a Carlos I o a Felipe II de España y
habrá que deducir cuales de los embajadores de España en Inglaterra podían
encajar en los demás datos que sabemos. Así pues, dame una copia de el texto de
lo escrito por la médium y ya te diré que es lo que saco de las investigaciones
que hago, tanto con la Universidad Complutense, en su Cátedra de Historia, como
en el archivo del Ayuntamiento de Madrid, en el que he de ver qué inmuebles del
siglo XVI había en la calle de Toledo y quien podía ser dueño de alguno de
ellos, y que fuera persona destacada. Me despedí de Freeman y, de vuelta a
Madrid, hice mis indagaciones. El embajador de España en Inglaterra en aquellas
fechas, y tenía que ser la del emperador Carlos I, que coincidió con el
principio del reinado de Enrique VIII de Inglaterra, de entre los veinte que
tuvo en aquellos años, era posiblemente don Diego Hurtado de Mendoza, hijo del
conde de Tendilla y nacido en Granada. Hombre muy culto y de gran formación
tanto militar como política. Fue embajador en Londres entre 1537 y 1539. Y digo
esto porque en los archivos del municipio, se localizó la casa donde murió don
Diego en 1575, por efecto de una pierna gangrenada en su casa de la calle de
Toledo. Respecto a el texto segundo que escribió la médium, se hizo
especialmente difícil su identificación y a que se podía refererir, por lo que
tuve que pedir ayuda al titular de la cátedra de Historia de la Complutense,
que, muy interesado por la historia estuvo indagando en los archivos del
Escorial donde había numerosa documentación de la época, sin excluir la de los
que se referían a los que tuvieron que tener relación con don Diego en sus
últimos años de vida. Así pues se llegó hasta localizar en el Archivo Histórico de Protocolos y el Histórico Nacional,
documentación de Juan López de
Velasco que intervino en la Corte de Felipe II y se le encargó de la
administración de la hacienda de don Diego Hurtado. Es sabido que el rey quería
tener la biblioteca de don Diego; por eso y quizá por alguna cuestión de celos,
le tuvo desterrado en la guerra de las Alpujarras. Pues bien, López de Velasco
tuvo en su mano la publicación y “corrección” (la adaptación para pasar el
filtro de la Inquisición) del Lazarillo de Tormes; y él tenía entre los papeles
de Hurtado de Mendoza el manuscrito del Lazarillo. Estuve buscando entre mis
libros el texto del original libro, presuntamente de autor anónimo, y en unos
de sus capítulos encontré integro el texto que comienza: … el señor mi amo,
puestas las manos al cielo… Así escribí con mis conclusiones que confirmaban el
nombre del embajador y la relación con el fragmento del Lazarillo de Tormes a
Franklin Freeman, rogándole que comprobara si la médium conocía el lazarillo de
Tormes y si lo había leído. Contestó, agradecido, asombrado y muy contento de las
coincidencias, y me seguró que la médium no tenía ni la mas remota idea que era
el Lazarillo de Tormes y al decirle que era un libro, mucho menos haberlo leído.
Asi pues, pudiéramos tener un indicio de quien fue el autor de tan ilustre
obra.
(En
este año de 2014, la paleógrafa Mercedes Agulló (Madrid, 1925) ha hecho un studio muy fundamentado sobre esta
autoría, en la que se basa esta ficción).
(Publicado este relato en el periódico "La Tribuna de Ciudad Real" el 20 de septiembre de 2014).
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