Su vida en Burdeos era tranquila. Dobló
Claude la esquina de la Cours de la Somme hacia la Rue La Fontaine y lo hizo de
manera automática. Ese recorrido lo había hecho cientos de veces y, casi
siempre, con el periódico abierto y leyendo. Sabía de memoria situar lo que
había en el itinerario. La verdad es que aunque no se vaya leyendo, si vas
absorto en tus pensamientos es más o menos igual, caminas como un autómata por
los itinerarios habituales. Por un momento se paró y levantando la mirada hacia
el frente, quedó pensativo. Según dijo después, acababa de leer que se había
comprobado por un experto en parapsicología el contacto con una persona
difunta. -¡Qué disparate! - Dijo para si, en voz alta. Siguió leyendo y cuando
terminó de leer la noticia, paró de nuevo, miró hacia delante y con el periódico
colgando de la mano izquierda y la mirada perdida reflexionaba sobre las cosas
sorprendentes que había leído: escritura automática, psicofonías, objetos que
se mueven de la manera habitual como los movían los difuntos… Así fue hasta que
llegó al portal de su casa. Saludó a la portera: – Buenos días Ludivine,
¡cantando como siempre...! ¿Eh? – Buenos días monsieur Claude, si; es la manera
de no pensar en nada malo…ja, ja, ja. Sonrió Claude, abrió el ascensor y subió
al cuarto, izquierda, su domicilio. Se fue directo hasta la terraza y se sentó
en el sillón de ratán del rincón. Bajo el toldo. Volvió a leer el artículo que
tanto le había intrigado. Lo analizó con detenimiento. Se escuchó que abrian la
puerta: llegó Lauranne, su mujer, que desde la cocina le gritó: - ¡Hola
Claude!, ¿quieres un pastís? – Hola, mon petit, claro que si, bien fresquito,
pero siempre que te tomes tu vino blanco también conmigo, aquí en la terraza. –
Vale, voy enseguida.
Mientras, Claude cogió su netbook, lo
conectó al wifi de su ordenador y se puso a buscar en Internet lo que le había
intrigado: contactos con el más allá. En varias páginas de la red averiguó que
los medios técnicos son una vía para el contacto. Magnetofones, radios,
televisores y teléfonos se habrían comprobado, según las experiencias que
relataban, como medios para el contacto con personas fallecidas. A esta forma
se le llamaba Transcomunicación Instrumental (TCI). Un matrimonio, los
Harsch-Firsbach, habrían obtenido conversaciones muy extensas con personas
fallecidas, fueron psicofonías claras. En otro enlace, un medium aseguraba
haber tenido contacto con George Müeller, fallecido. Por otra parte se enteraba
que durante 1994, los expertos de la TCI en Luxemburgo, Alemania, Brasil,
Suecia, China y Japón recibieron llamadas telefónicas paranormales del Dr.
Konstantin Raudive, el investigador pionero de FVE, muerto en 1976. Estas
llamadas fueron grabadas en cinta y analizadas por expertos en voz. Las llamadas
han continuado desde entonces, incluyendo una llamada de trece minutos del Dr.
Konstantin en 1996. Claude se quedó pensativo, mirando hacia delante y reflexionando
sobre estas cuestiones. Él, que había sido profesor de física en la
Universidad, no aceptaba prácticamente nada de estas afirmaciones por tratarse
de fenómenos que dejaban de acomodarse a las leyes de la física conocida. Sin
embargo, si aceptó, a modo de planteamiento científico, la posibilidad de que
los que los sujetos pasivos de los medios técnicos, los que escuchaban o veían
en la televisión estos fenómenos, podrían estar interactuando con los propios
aparatos imprimiendo los mensajes con su voluntad inconsciente. Es decir,
pensaba Claude, que eran los propios que escuchaban y veían los mensajes los
que eran autores de los mismos. La capacidad de actuar sobre el medio físico
del cerebro humano estaba ya comprobada.
Se presentó su mujer en la terraza con
una bandeja, con las bebidas y un aperitivo de pequeños pasteles de hojaldre y carne
que había hecho la noche anterior. Una vez sentada y viendo que Claude estaba
abstraído dijo: - Claude ¿te pasa algo? – No Lauranne, es que he leído en el
periódico y ahora he visto información en Internet de lo que llaman
Transcomunicación Instrumental, y que no es otra cosa que la posibilidad, según
dicen, de comunicarse por medios técnicos con personas fallecidas. No termino
de creérmelo, toda la información que he podido recoger me parece poco
científica, pero en todo caso no dejo de pensar en ello, porque me parece
extraño que gente tan preparada como los que se citan en los documentos, sigan
investigando sobre ello y den credibilidad a las grabaciones que se han hecho.
- ¡Mon Dieu! Claude ¿cómo es eso posible? pero ¡sería terrible! Vamos que si
tengo yo un contacto de esos, al momento… ¡me muero de un infarto! –Bueno, mira,
mira, dejemos de estas fabulaciones y hablemos de otras cosas: He visto en los
cines que reponen “El sueño eterno” de Bogart. ¿recuerdas? Podíamos ir a verla;
la han remasterizado. - ¿Y eso que es? - Que la han restaurado y la han
repuesto a su calidad original. – Ah, pues me perece buena idea. ¿Te acuerdas
de la secuencia de Bogart con Doroty Malone en la librería? – Ja ja, si,
buenísima. Bueno, pues vamos. Tomaron el pastís y el vino blanco y disfrutaron
del momento. Días más tarde, estando en la terraza Claude recibió una llamada
de su amigo Didier. Se le oía muy triste, lejano. – Claude, por favor acuérdate
de recoger del Ayuntamiento las
escrituras de la propiedad de la casa de Agremont-sur-Allier. Le va a hacer
falta a Danielle. – No te preocupes, Didier, mañana mismo las voy a recoger.
Pero, ¿no vas a venir? – No, no voy a poder ir, es imposible ya. - ¿Pero,
porqué dices eso? No contestó su amigo. Se oyó un ruido intenso como si se hubiera
cortado la comunicación.
Al día siguiente fue al Ayuntamiento y
recogió la documentación que le había interesado su amigo Didier. Le llamó para
tranquilizarle pero el teléfono estaba desconectado. Lo volvió a intentar una
hora más tarde, tampoco pudo comunicar. Llamó a Danielle y se puso al teléfono
su hermana. –Hola Eloïse, quería hablar con Didier, le he llamado pero no puedo
comunicar con él. – Bueno Claude… es que no te lo han debido decir… Didier
murió antes de ayer. Un infarto fulminante. Terrible. -Pero que me dices… ¡Cuánto…
lo siento! Estoy… desolado. Dale un abrazo de nuestra parte a Danielle. Esta
tarde vamos para allá para estar un rato con vosotros. –Vale, un beso a
vosotros.
Claude, se quedó temblando, tanto por
el dolor como por la duda tremenda que se le estaba presentando. Cogió el teléfono,
miró a los registros de llamada y allí estaba la llamada de Didier, el día
anterior a las 15,25. Didier había muerto un día antes de la llamada, a las 15
horas.
No había dudas, comprobado: le había
llamado Didier al día siguiente de su muerte.
(Publicado en el periódico "La Tribuna de Ciudad Real" el 16 de agosto de 2014).
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