Brixida de Moas y Touciño, la hija del
tallista y ebanista Francisco de Moas, natural de Santiago y de Andrea Touciño, la cual nació y se crió en
Ourense, era chica sensible e inteligente. En aquel año en el que se publicó en
París el primer tomo de la Enciclopedia de Diderot y d`Alambert y en los que reinaba en España Fernando VI, no había muchas posibilidades de
que una chica lista y espabilada pudiera tener algunas letras. Los cuatro
reales de vellón que tenía de jornal el padre no daban para mucho, aunque con
gran esfuerzo y con la ayuda de su
pariente Ignacio Vázquez de Quintela, próspero mercader de paños, que procuró más de un libro, y la paga de Marta
de Aguiar, maestra de niñas, pudo hacer que la chica tuviera ilustración. Así
pues Brixida, día a día fue adquiriendo buena cultura y con su sensibilidad y
bondad, consecuentemente, teniendo mejor juicio que la mayoría de las muchachas
de su edad.
La casa de su padre, Francisco, en la
planta baja, por la que se accedía por un portalón, era suficiente para entrar
el carro y la mula hasta al fondo del patio, junto a la cuadra. Fue con la
aldaba de ese portón con la que llamó su tío Domingo, el cantero, aquel día de
Difuntos, antes de partir hacia Sevilla en el barco que zarpaba de Bayona. Fue
el último día que su madre lo vio y el último que ella habló con él. A la
derecha de la portada, tenía el taller, A la izquierda, una cocina con hogar y chimenea que cubría todo el ancho de
la habitación, mesa grande y dos arcones, que servían de diván bajo las
ventanas exteriores; desde las que se veía un prado de mijo menudo con algunos
frutales diseminados que alegraban la vista en su tiempo de floración y cosechas. Fue allí donde la niña Brixida leyó
su primer libro, sentada en el hueco de la ventana durante el día y junto a la
lámpara de aceite durante la noche; allí también leyó más tarde, cumplidos los
diez y seis, el libro en el que se trataba de venturas y desventuras de Gil
Blas de Santillana, de Alain-René Lesage,
traducida del francés por
un profesor de la Universidad de Santiago, y Robinsón Crusoe de Daniel Defoe, traducida
al portugués en Oporto, por Bieito, tenedor de libros. Digo esto porque no era
estas cosas muy frecuentes en aquel tiempo, más bien extrañamente raro; pues
las rapazas, y más de su condición, estaban obligadas a forjarse bien para el
trabajo de casa y al cuidado de los hijos, cuando los tuvieran. Así pues hablo
de una persona excepcional, como lo fueron también sus padres, y su pariente
Vázquez de Quintela, el mercader de paños que citaba, conociendo su
inteligencia, que le fue ayudando y protegiendo para que se hiciera una mujer
culta y preparada. Por eso, el párroco estaba empeñado en hacer con ella una
buena monja y Brixida le despachaba siempre con la misma contestación, en
gallego: -
Xa o irei pensando señor cura; non creo que Deus
teña présa... Con el
temple que tenía no le daba más importancia a estas cosas, pero su madre,
Andrea, si se la daba; miraba más a lo que pudiera pensar la gente de ellos,
que en hacer las cosas conforme a lo que pudiera parecer conveniente, así era
frecuente terminar discutiendo con su hija que no se ceñía a la manera de vivir
que su madre le quería ir poniendo, más por conseguir apariencias que por ser
un ejemplo. El 22 de marzo, lunes, con el cielo totalmente cubierto por nubes
grises, que se iban oscureciendo conforme avanzaba la mañana, Brixida había
terminado de recoger la cocina y estaba cambiándose porque iba a salir, cuando
su madre entró en su alcoba y le dijo: - Niña,
me dijiste que salías a ver a la señora Marta, tu maestra ¿se puede saber para
qué? Brixida, que cuando se ponía ha contestar en serio lo hablaba en gallego
dijo. –
Nai, falei con ela e teño interese en ver como
podería dar clases como mestra, aquí en Ourense ou
noutro sitio. Interésame moito. – Eso sí, ¡mejor
eso que aplicarte en tu casa y buscarte un buen mozo que te de buenos hijos y
algo de comer! ¡Pero bueno! ¿Cuándo se te van a ir de la cabeza todos los
pájaros que tienes dando vueltas? ¿Te estas volviendo tonta, o loca? Todo eso
viene por los libracos esos que has estado leyendo y que te metieron fantasías
en ella. Conmigo no cuentes ¿sabes? No cuentes; ni que te ayude para que te
estrelles de tanta tontuna. – Nai
vostede non ve mais que o que ten diante dos narices e co seu xeito (manera)
tan estreito de pensar esta faciéndose moito
dano e nolo fai á familia; o tío Domingo
fartouse (se hartó) de vostede, e doíalle (le dolía) moito que se rise (riera)
vostede das marcas que poñía nas pedras; por falar demasiado vostede, perdeu a obra da casa do notario, perdeu a do Concello e, se non se chega a ir, aínda (aún)
estaría a traballar para outros de mal xeito (mala manera).– No, si tendré yo la culpa de todo,
buenos está. ¡Se acabo la charla!
Brixida termino su preparación para ser
maestra y como su madre siguió con sus temas de siempre y no la dejaba vivir
tranquila, acudió a la llamada de su tío Domingo, cantero en Sevilla, y allí
pudo poner escuela en las habitaciones que le cedió él en la casa que compró en
la judería. No tardó en acomodarse en su nueva residencia y en acceder a hacer
trabajos de archivo en la Casa Lonja de Mercaderes, donde sus conocimientos de
las lenguas clásicas y del francés la hicieron tener el respeto y el prestigio
entre las gentes de ilustración.
Un día, cuando ya estaba casada, y con
dos hijos, habiendo requerido a su madre muchas veces a que viniera a
visitarla, finalmente, no se sabe muy bien si por que le pudo más la sangre que
compartía con su hija o la edad en la que ya se veía quebrantada y cada vez más
sola, accedió a coger el primer barco que pudo en Bayona y se fue a verla a
Sevilla. La recibieron Brixida y su hermano Domingo en el puerto y se fundieron
en abrazos, pero en pocos momentos comprobaron hija y hermano que la que tuvo,
retuvo, y seguía Andrea con sus prejuicios de siempre.
Dos días después salieron a dar un
paseo por la ciudad madre e hija, al que no quiso ir Domingo por no aguantar
sus impertinencias. Estuvieron viendo los monumentos y edificios más hermosos
de la ciudad y, en la mayoría de los que se habían edificado más recientemente,
con el asombro de su madre, Brixida le fue enseñando en las piedras la señal de
su tío, que había participado en la construcción en muchas de ellas: una “D”
atravesada horizontalmente por una “T”; cerca de los arcos, en los escudos y las piedras maestras. Tambien
le enseñó el edificio de la Lonja donde trabajaba ella. Cuando llegaron a la
casa, se fue Andrea a ver a su hermano y le dijo – Tenías razón, me he dado
cuenta lo importante que es tu trabajo y lo justo que es que tus señales estén
en ellos. Estoy muy orgullosa de vosotros. Ya sabes que soy muy tonta. Brixida
le dijo: -
Non es parva, só que non liches nada.
(No eres tonta, solo que no leíste nada).
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 21 de marzo de 2015)
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