Las 7 y cuatro minutos. Día 14 de abril
del 2010. El sol hace ver los ladrillos del bloque de enfrente en llamas. Desde
la ventana de la escalera Claudio Iribarren ve más allá las montañas azuleando
como si quisieran desvanecerse. Todo eso desaparece cuando oye el ascensor abrir
las puertas. Él se gira hacia él, entra en la cabina y repasa mentalmente la
agenda del día, un pensamiento recurrente venía a su cabeza una y otra vez: la
noche extraña que había tenido. Recordaba: Cerró con llave la puerta a las doce
y tres minutos, apagando después la luz del salón; estaba seguro, como todas
las noches, que el sueño y el cansancio embargaba todo su cuerpo. Se metió en
la cama y apagó la luz. Empezó a relajarse
procurando no pensar en nada, acomodándose en su postura habitual. Doce
minutos después creyó que le decían: ángelos
llegará para darte el mensaje. Poco tiempo después se repitió dos veces lo
que le decían y, según entendió después, se durmió profundamente.
A las siete y quince minutos se despertó
con los pasos de la vecina que andaba con los tacones yendo y viniendo por el
pasillo. Poco después, sintió cómo
cerraba la puerta y de nuevo se hizo el silencio. Minutos después, apenas
dormido, entre el sueño y la consciencia, volvió a oír la frase de la noche
anterior: ángelos llegará para darte el
mensaje. Dos veces, con el intervalo de unos minutos; cuando llegó la
tercera se despertó incorporándose agitado en la cama. –Solo un sueño. –Se
dijo.
La luz del sol, que brilla con fuerza
durante la mañana va debilitándose a lo largo de las horas, a Claudio le parece
que, o bien sus oídos han perdido audición o, lo que es más improbable, algo
impide que le lleguen los sonidos con la fuerza de los demás días, oye como si
estuviera algo más alejado de todo y sin embargo lo oye, o mejor dicho, no
importaba si el origen de los sonidos está cerca o lejos, todos los oye igual y
de manera tenue, siente sus pisadas y las hojas de los árboles de la avenida,
que están a unos sesenta metros, de la misma manera, con la misma intensidad.
Pero, ¿Cómo explicar esto? Calla todo, no dice nada, a nadie; coge el móvil,
tentado en llamar, y decírselo a alguien, pero no, solo piensa que debe ir al
otorrino.
En el trabajo le advierten que tiene mala cara y eso le preocupa. ¿Estará
enfermando? ¿Está volviéndose loco? ¿Está desarrollando aptitudes
extrasensoriales que no había tenido antes? Sigue Claudio su vida habitual y
advierte que conforme se acerca el final de la tarde se intranquiliza más.
Cuando vuelve en el autobús del trabajo,
amodorrado en el asiento, por un momento le empieza a abandonar las fuerzas y
coger el sueño; mas, cuando está en ese tránsito, vuelve a ocurrir: parece que le dicen: ángelos llegará pronto para darte el mensaje. Levanta bruscamente
la cabeza y se espabila como si le hubieran echado un jarro de agua. Una vez en su casa después de mirar el
correo electrónico y repasar las cuentas de las redes sociales, busca en la
red: oír voces. Al punto lee las páginas que se ofrecen: “Oír voces en la
cabeza. ¿Afecta a mucha gente?” y otras. Puede ser esquizofrenia; pero un
hombre decía que en la cultura maorí es normal que las personas oigan voces,
según ellos son ancestros que advierten de algo para ayudar. Luego busca la
palabra ángelos, por si se trata de
un nombre especial: Averigua que ángelos es
palabra griega y era el nombre que le daban en la antigüedad a los ángeles
o mensajeros que vienen en la literatura religiosa del Cristianismo, del Judaísmo
y del Islam. La definición de todas ellas sobre ellos es común: seres creados de la luz. Nada de esto le
tranquiliza y consecuentemente, al llegar la noche, después de cenar, y puesto
que hace muy buena temperatura, decide salir a la terraza y sentarse en la
butaca de ratán, oyendo música, con algún libro para leer. Teme ir a la cama y
que se vuelvan a repetir las voces. Pasan las horas y el sueño no venía, un
cierto estado de nerviosismo lo tiene encogido. Aun así, lee sin parar el libro
que había cogido: “Los habitantes del bosque” de Thomas Hardy. Quiere distraer
su pensamiento obsesivo.
A las tres y veintidós ve una luz
intensa que súbitamente viene hacia la terraza. Se llena de luz azulada con una
enorme intensidad que no hace daño a la vista y que se va disipando en unos
segundos. Al instante se materializa una
figura humanoide, muy alto, con una transparencia similar a la de las medusas,
se mueve con gestos lentos y de una extraña elegancia. Claudio siente que le
hablan pero no se oye sonido alguno. Debe ser comunicación telepática. Dice el
visitante: Soy el ángelos que comunica
que tu tiempo esta contado, aprovéchalo
para hacer cuanto tengas pendiente y te pueda inquietar, tu viaje esta próximo
y es conveniente que lo tomes con tranquilidad. Luego de comunicar esto,
hace un gesto de despedida y se desvanece con un haz de luz similar al que le
hizo aparecer.
Estuvo Claudio Iribarren dándole vueltas en su cabeza sobre todas las
cosas que le habían pasado en aquellos días. Entendió que no podía estar
angustiado por eso y acordó contárselo a su amigo Manuel, el hijo del médico de
su familia, don Zacarías Bermúdez. Estuvo Manuel un buen rato pensando lo que
le decía Claudio, y estaba preocupado por ello. Días después llamó Manuel a
Claudio a su trabajo: - ¿Claudio? He estado
dándole vueltas a todo lo que me has dicho y después de mucho pensar y de
investigar lo que te comunicó el extraño ente que viste, encontré una noticia
en Internet: El Gobierno de Estados Unidos ha desclasificado múltiples
documentos confidenciales que han tenido en secreto y hay uno que habla de una
experiencia como la tuya. Es un informe del FBI, fechado en San Diego,
California, el 8 de julio de 1947, en el que habla de unas entidades,
humanoides de mucha estatura y transparentes que vienen, no de otro planeta
sino de otra dimensión y que están entre nosotros, luego te lo mando por mail.
- Uff, gracias Manolo. Me tranquiliza eso. Pero no mucho el contenido de lo me
decía sobre mi “próximo viaje”. – Bueno Claudio, tu haz lo que creas
conveniente que sé que lo harás bien. –Eso espero. –Dijo Claudio Iribarren.
A los pocos días, no volvió a saberse más de él.
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 14 de marzo de 2015)
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 14 de marzo de 2015)
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