20150425

VISITA OCULTA


Las 7 y cuatro minutos. Día 14 de abril del 2010. El sol hace ver los ladrillos del bloque de enfrente en llamas. Desde la ventana de la escalera Claudio Iribarren ve más allá las montañas azuleando como si quisieran desvanecerse. Todo eso desaparece cuando oye el ascensor abrir las puertas. Él se gira hacia él, entra en la cabina y repasa mentalmente la agenda del día, un pensamiento recurrente venía a su cabeza una y otra vez: la noche extraña que había tenido. Recordaba: Cerró con llave la puerta a las doce y tres minutos, apagando después la luz del salón; estaba seguro, como todas las noches, que el sueño y el cansancio embargaba todo su cuerpo. Se metió en la cama y apagó la luz. Empezó a relajarse  procurando no pensar en nada, acomodándose en su postura habitual. Doce minutos después creyó que le decían: ángelos llegará para darte el mensaje. Poco tiempo después se repitió dos veces lo que le decían y, según entendió después, se durmió profundamente.
A las siete y quince minutos se despertó con los pasos de la vecina que andaba con los tacones yendo y viniendo por el pasillo. Poco después,  sintió cómo cerraba la puerta y de nuevo se hizo el silencio. Minutos después, apenas dormido, entre el sueño y la consciencia, volvió a oír la frase de la noche anterior: ángelos llegará para darte el mensaje. Dos veces, con el intervalo de unos minutos; cuando llegó la tercera se despertó incorporándose agitado en la cama. –Solo un sueño. –Se dijo.
La luz del sol, que brilla con fuerza durante la mañana va debilitándose a lo largo de las horas, a Claudio le parece que, o bien sus oídos han perdido audición o, lo que es más improbable, algo impide que le lleguen los sonidos con la fuerza de los demás días, oye como si estuviera algo más alejado de todo y sin embargo lo oye, o mejor dicho, no importaba si el origen de los sonidos está cerca o lejos, todos los oye igual y de manera tenue, siente sus pisadas y las hojas de los árboles de la avenida, que están a unos sesenta metros, de la misma manera, con la misma intensidad. Pero, ¿Cómo explicar esto? Calla todo, no dice nada, a nadie; coge el móvil, tentado en llamar, y decírselo a alguien, pero no, solo piensa que debe ir al otorrino.
En el trabajo le advierten  que tiene mala cara y eso le preocupa. ¿Estará enfermando? ¿Está volviéndose loco? ¿Está desarrollando aptitudes extrasensoriales que no había tenido antes? Sigue Claudio su vida habitual y advierte que conforme se acerca el final de la tarde se intranquiliza más. Cuando vuelve en el autobús  del trabajo, amodorrado en el asiento, por un momento le empieza a abandonar las fuerzas y coger el sueño; mas, cuando está en ese tránsito, vuelve a ocurrir: parece  que le dicen: ángelos llegará pronto para darte el mensaje. Levanta bruscamente la cabeza y se espabila como si le hubieran echado un jarro de agua. Una vez en su casa después de mirar el correo electrónico y repasar las cuentas de las redes sociales, busca en la red: oír voces. Al punto lee las páginas que se ofrecen: “Oír voces en la cabeza. ¿Afecta a mucha gente?” y otras. Puede ser esquizofrenia; pero un hombre decía que en la cultura maorí es normal que las personas oigan voces, según ellos son ancestros que advierten de algo para ayudar. Luego busca la palabra ángelos, por si se trata de un nombre especial: Averigua que ángelos es palabra griega y era el nombre que le daban en la antigüedad a los ángeles o mensajeros que vienen en la literatura religiosa del Cristianismo, del Judaísmo y del Islam. La definición de todas ellas sobre ellos es común: seres creados de la luz. Nada de esto le tranquiliza y consecuentemente, al llegar la noche, después de cenar, y puesto que hace muy buena temperatura, decide salir a la terraza y sentarse en la butaca de ratán, oyendo música, con algún libro para leer. Teme ir a la cama y que se vuelvan a repetir las voces. Pasan las horas y el sueño no venía, un cierto estado de nerviosismo lo tiene encogido. Aun así, lee sin parar el libro que había cogido: “Los habitantes del bosque” de Thomas Hardy. Quiere distraer su pensamiento obsesivo.
A las tres y veintidós ve una luz intensa que súbitamente viene hacia la terraza. Se llena de luz azulada con una enorme intensidad que no hace daño a la vista y que se va disipando en unos segundos. Al instante se  materializa una figura humanoide, muy alto, con una transparencia similar a la de las medusas, se mueve con gestos lentos y de una extraña elegancia. Claudio siente que le hablan pero no se oye sonido alguno. Debe ser comunicación telepática. Dice el visitante: Soy el ángelos que comunica que tu tiempo esta contado,  aprovéchalo para hacer cuanto tengas pendiente y te pueda inquietar, tu viaje esta próximo y es conveniente que lo tomes con tranquilidad. Luego de comunicar esto, hace un gesto de despedida y se desvanece con un haz de luz similar al que le hizo aparecer.

Estuvo  Claudio Iribarren  dándole vueltas en su cabeza sobre todas las cosas que le habían pasado en aquellos días. Entendió que no podía estar angustiado por eso y acordó contárselo a su amigo Manuel, el hijo del médico de su familia, don Zacarías Bermúdez. Estuvo Manuel un buen rato pensando lo que le decía Claudio, y estaba preocupado por ello. Días después llamó Manuel a Claudio a su trabajo: - ¿Claudio? He estado dándole vueltas a todo lo que me has dicho y después de mucho pensar y de investigar lo que te comunicó el extraño ente que viste, encontré una noticia en Internet: El Gobierno de Estados Unidos ha desclasificado múltiples documentos confidenciales que han tenido en secreto y hay uno que habla de una experiencia como la tuya. Es un informe del FBI, fechado en San Diego, California, el 8 de julio de 1947, en el que habla de unas entidades, humanoides de mucha estatura y transparentes que vienen, no de otro planeta sino de otra dimensión y que están entre nosotros, luego te lo mando por mail. - Uff, gracias Manolo. Me tranquiliza eso. Pero no mucho el contenido de lo me decía sobre mi “próximo viaje”. – Bueno Claudio, tu haz lo que creas conveniente que sé que lo harás bien. –Eso espero. –Dijo Claudio Iribarren. A los pocos días, no volvió a saberse más de él.  
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 14 de marzo de 2015) 

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