Manuel, amigo de mi padre, dijo que
comunicaría algo de interés; mandó un archivo por correo electrónico; en él, incluye
su aventura en París que cuento si omitir nada: 1. En París.-La mañana de tres
de abril llegué a París en avión. Tenía todo arreglado y solo había que firmar
los papeles. Iba pensando en el tren, camino de la Estación del Norte, sobre
cómo podía ser mi vida a partir de ese día. Algo intranquilo por las gestiones
que había encargado a la inmobiliaria que me recomendó mi amigo y compañero
Jaime: esperar a que llegaran las compras en el piso y cerrar la compra del
pequeño local comercial para el taller. Los cambios hay que tratarlos con
valentía, dije para animarme. Eso es lo que estoy haciendo. Desde Estación del
Norte hasta la casa cojo el taxi, no estaría mi destino muy lejos, pero las dos
maletas pesan lo suyo. Llego a la casa en el 32 de la Rue de Tronchet y, cuando
despido al taxi, echo una mirada hacia arriba: no me había equivocado, la casa
es de las clásicas del urbanismo parisino, incluidas buhardillas. Entré en el
portal y me aborda un hombre de mediana edad. -¿Quería algo? – Bueno…sí,
voy al tercero, creo que me están esperando; verá, he comprado piso aquí y me
van a dar las llaves. Debe ser el portero; se queda mirando y esboza una
sonrisa; cambia su seriedad y me llama por mi nombre: - ¿Monsieur Manuel Sánchez? Le esperan arriba. – Merci. Dije sonriendo. Cogí el ascensor. Llamé al timbre en el
tercero y abrió la puerta una amable muchacha que sonrió. -¿Monsieur Manuel Sánchez? Repitió.- Soy Claudine, de la inmobiliaria. Entre. Bueno este es el piso, espero que le guste, esta todo limpio, se
ha pintado de nuevo, es amplio, orientado al mediodía, y como ha visto muy
céntrico. (Fue muy sincera la inmobiliaria al confesarme que el precio era
muy barato por el asesinato que hubo en él meses atrás). – Si, me va gustando lo que veo. Estuve un rato mirando al detalle.
Había llegado lo que había comprado por Internet: el menaje de cocina; vajilla y cubertería; la cama
de madera y ropa de cama; dos sillones y una mesa: finalmente di mi conformidad
y firmé los papeles. La inmobiliaria se haría cargo de administrar los
impuestos y del mantenimiento en mi
ausencia. Me dio las llaves y me despedí de ella.
2. La mañana es triste, sucia. El cielo
plomizo permite que desde las ventanas entre una luz que llena las estancias
con claridad. El salón tiene suficiente
luz para sentirse confortable. Después de descansar un rato salgo y tomo
algunas cosas en una creperie
cercana. Cojo el metro y llego al 14 de la Rue de Vintimille, donde he comprado el pequeño local. En el
momento de dar la vuelta a la llave, comprendo que en ese momento comienza una
nueva vida para mí. En ese local, esta puesta mi esperanza de realizar un trabajo
creativo, sin prisas, sin temer a
depender de ello para vivir, vaya bien o mal; donde dejaré atrás todos
los pensamientos que me atenazan y no me dejan encontrar la tranquilidad. Mi
nueva y gran fortuna me da una oportunidad. Sí. Allí esperaban al fondo la mesa
de carpintero, las estanterías con las herramientas, los tintes, las
selladoras, las ceras, la pasta de madera y aerosoles. Sierras antiguas y
modernas de todo tipo, lijadoras, taladros, barrenas, en fin todo lo necesario
para empezar con pequeños trabajos. Lo mejor, las tablas para preparar. En la
derecha, las maderas; su olor ya perfumaba el local. Descorrí el tablero que
cubría el ventanal grande del patio y la luz del sol llegó hasta el taller,
tamizada por las paredes del patio. Encima de la mesa había un paquete. Lo abrí
y sí, habían hecho bien el encargo: las cortinas traslucidas blancas de los
ventanales de la entrada. Fui al armario cerrado, que tenía las llaves en sus
cerraduras. Todo los permisos, Seguridad Social, del Ayuntamiento de Paris y de
los Impuestos. Al lado de la mesa, un escritorio de persiana abierto tenía todo
lo necesario para empezar; solo faltaba el portátil, la conexión a Internet
estaba operativa según me habían dicho.
Salí a respirar profundamente en la
calle y miré a la parte superior. Tendría que poner el rótulo: SÁNCHEZ.
CHARPENTIER. ÉBÉNISTE. RESTAURATEUR. Llamé y me confirmaron, mañana por la
mañana lo pintaban. 2.- Comienzo de mi vida en París. A la semana siguiente ya
había empezado a hacer mis trabajos en el taller. Compré varios muebles
antiguos y estaba con ellos. A media semana, el martes, salí a tomar un café y
me abordó una muchacha muy gentil y de una belleza especial, delicada, con una
tristeza que no le parecía agobiar. – ¿Señor
Sánchez? Soy… Claire… Levallois. Me
interesa que me repare un sillón Luis XV, ¿podría? – Por supuesto, tráigalo al
taller y lo vemos. Si no está muy
deteriorado seguro que algo se podrá hacer. Solo le pongo una condición: no le
doy tiempo de reparación; yo, me tomo mi tiempo; ¡y no me gustan las prisas!. –
Ah, de acuerdo, no hay prisa, solo me interesa que quede bien, le tengo mucho
cariño a ese viejo sillón. – Bueno, pues le espero. – Mire, yo no lo llevaré ni
lo recogeré, se lo llevaran, a nombre de Levallois. – De acuerdo, lo anoto:
Levallois. – ¿Le importa que venga aquí algún día a hablar con usted y me dice
como va? Perdone, no me interprete que le quiero dar prisa: solo es que me
interesa seguir el proceso. – Como quiera. De acuerdo.
3. Después de su conversación al día
siguiente me llevaron el sillón y cada tres días acudía ella a hablar conmigo,
bien en la creperie donde tomaba café
o en el taller. Parecía que Claire se sentía conmigo con una cierta empatía,
que le gustaba mi compañía y me preguntaba sobre mi vida particular y sobre todo
lo que se le ocurría; yo, aunque no se molestaba, no le contestaba a las
personales, solo evasivas. Creo se quedó algo desilusionada cuando dijo: - Perdone que pregunte: ¿Tiene pareja?
¿Alguna relación? Con una sonrisa más
que forzada contesté algo seco: -No; no
lo pienso siquiera. Su cara se quedó no se si triste o decepcionada. Pero
ya no quiso seguir hablando y pasados unos minutos, se despidió y se fue. Le
avisé cuando estuvo arreglado el sillón. Vinieron a por él.
4. Después de que retiraran el sillón, esa
noche oí en el apartamento pisadas de alguna mujer con tacones, me levanté
varias veces y nunca vi nada. Se oían a cualquier hora de la noche, pasos
cortos, largos, pequeñas carreras…Se repitieron otras noches… Estuve
investigando en Internet cual habría sido el crimen que allí se había cometido.
Después de varios días de búsqueda, encontré una noticia en los periódicos. En
Le Monde y Le Figaró informaban de la muerte de una señora que mataron con la
pata de un sillón Luis XV. Se llamaba Mariana Levallois, dejaba una hija,
Daniele. Fue culpado y arrestado un hermano suyo. Venia una foto de la victima.
Era la misma cara de Claire, la muchacha que me había estado visitando y cuyo
sillón arreglé.
Esa noche se volvieron a oír los pasos
de una mujer, taconeando en el apartamento. Pasados unos segundos, espontáneamente
grité: -¿Claire?
Se pararon en seco. No volvieron a oírse.
5. Algunos días, en el taller, cuando más
estoy concentrado en la reparación de algún mueble, oigo los pasos cerca. Digo:
- Hola Claire, siéntate si quieres.
Se oyen algunos pasos, se mueve algo el sillón del escritorio y pienso que ella está conmigo. Ya no estoy tan
solo. Pienso que ella, tampoco.
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 28 de marzo de 2015)
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