No
me acuerdo cuando vine aquí, sé que traía todo lo que dijeron como necesario y
algunas cosas más que yo considero inseparables. No sé porqué me acordé de mis viajes
por la Nacional-536 y la N-120, por Carucedo, O Barco o Quiroga. En esos
momentos sentía el olor a caldo gallego o a cocido revocando desde las chimeneas
sus vapores por el viento. Poco tiene que ver con esto. No veía apenas
población alguna en bastante tiempo y solo alguna casa aislada de vez en
cuando. Ben me trajo en su Land Rover de
1964. Duro como las piedras pero
marchando como el primer día, como suele decir él. Buen chico Ben. Fue él
quien me recomendó para venir aquí. El profesor Dristan MacAllan colaborador de
la Universidad de Glasgow hizo el resto. Por mis estudios sobre el Atlántico me
invitó a colaborar con él. Me ha proporcionado el dinero para la asistencia
técnica, con él podré estar aquí un año mínimo haciendo el trabajo. El bamboleo
del coche adormecía y parecía soñar el viaje. Dentro del coche, caliente, pero
fuera: un día de perros. Lo tenía limpio Ben, muy limpio y daba gusto viajar
con él. Llegamos hasta Staffin, Ben me dejó en el hospedaje hasta que
encontrara otra cosa: en Hallaig Guest House, una
casa nueva. Subí a la habitación y después de descargar la vejiga me asomé por
el lucernario que daba luz detrás del inodoro. El verde oscuro de la cubierta
vegetal, propia de las islas Hébridas, llenaba todo mi horizonte: tierra de
fría estepa, de hielo y nieve.
El cielo en ese momento estaba tranquilo, pero el servicio meteorológico decía que iba a empeorar. Coloqué mis cosas,
salí a dar una vuelta y debía presentarme a la gente con la que iba a vivir en Staffin,
son pocos. No tardé en recogerme con los
primeros vientos fuertes. El mar se oía fuerte por toda la bahía. Pensé que en
la casa era en el único sitio donde tenía que estar. Las cuatro y media de la
tarde; cualquiera de mi tierra habría pensado que estábamos en las nueve de la
noche, o quizá más. Cené un poco de caldo y me acosté enseguida. Antes de
cerrar los ojos di una última lectura al monitor donde tenía la recepción de
lecturas de las boyas que me habían encomendado. Aparentemente estaba dentro de
lo normal en un día de temporal. Encendí las alarmas de sonido y me acosté. Pensé
en ella, en Julia. Terminé dormido.
-Parece
que te ha gustado esta isla, Bieito, quedamos a las siete y ya son y media. ¡Levántate
gandul! ¡Venga! Era
Ben. Me dormí más de la cuenta. Fui rápido a la ducha y tomé un poco de café
caliente con una tostada. Mientras, miraba la pantalla con la lectura de las
boyas. Había en el panel una mayoría de ellas de color naranja, estaba dando
los datos de una bajada de temperatura muy apreciable. Mientras estaba tomado
notas y sacando una copia con la impresora sonó la primera alarma. -¡Ben, mira esto, acaba de saltar una en
rojo! Llegó corriendo y nada más verlo me miró con ojos asustados. –Bieito ¿es
lo que estoy pensando? – Sospecho que sí. Tendremos que llamar a Dristan. – Sí;
prepara los datos, yo me ocupo de recopilar los de esta noche para ver la
evolución. Saltaron en rojo mas de la mitad.
Cuando pusimos la televisión avisan
que en una
extensa zona en el Océano Atlántico norte había
una anomalía fría de
temperatura superficial que ha llamado la atención de
los climatólogos de
todo el mundo. Confirma nuestras muestras y el pronóstico. Un brusco descenso de la media en
estas fechas; se situa bajo Groenlandia e Islandia. La National Oceanic
and Atmospheric Administration (NOAA) confirman los datos, no había error:
es una zona con muchas boyas y muy muestreada. La fusión del hielo de los
ríos de Canadá y Siberia y el deshielo de Groenlandia ha provocado
una desaceleración de la corriente Termo-halina. Es un debilitamiento de ésta corriente cálida que ahora llega a las costas
occidentales de Europa; como algunos modelos climáticos a largo plazo preveían.
-Bieito, me acaba de
decir Dristan que estemos pendientes de las mediciones y si se empeora el
tiempo, que nos vayamos a Portree. Allí están preparando un dispositivo para
una posible evacuación si llega el caso. – ¿Pero tan mal lo ven, y tan pronto?
– Sí, dice que tiene contacto con la NOAA y no descartan nada, incluso unas
bajadas de temperaturas muy drásticas más adelante, cuando vaya terminando
octubre.- ¿Como cuanto de drásticas? – Eso le he preguntado yo, y me ha
contestado que todo lo peor que nos imaginemos. – Bueno pues voy recogiendo.
Poco tiempo voy a estar aquí. Me estaba gustando esto. Me hacía falta un sitio
tranquilo y alejado. Pero bueno, haremos lo que nos dicen.
Estuvimos ocupados todo el día recogiendo los equipos y
cuando terminamos ya era de noche. Cenamos los dos en el hotel y Ben durmió en
mi habitación en una supletoria que nos dejaron. A las seis de la mañana sonó
el teléfono – Síí? – Contesté yo
bastante preocupado. –¿Bieito? Soy
Dristan. Estáis ya en Portree? –No, aun no, estuvimos recogiendo los equipos y
se nos hizo la noche. – ¡Pero muchachos! Coged inmediatamente el coche y
marchad a Portree. Tenéis que estar en ese punto para hacer el seguimiento de
las boyas desde allí y por si hay que hacer la evacuación, ¡por favor! - Como
hay temporal nos quedamos a dormir, pero no te preocupes, inmediatamente
salimos para allá. – De acuerdo, llamadme si hay algún problema.
Cogimos el coche en media hora y tomamos la carretera A-855 a
Portree. Cuando pasamos por el lago Melth, empezó a nevar con fuerza. Dijo Ben
que llevaba el coche neumáticos de invierno, con clavos, lo que me tranquilizó
un poco. Ben me miró, me debió ver cara
de preocupado porque, inmediatamente, se puso a silbar Scotland the Brave, la canción tradicional escocesa. Habían pasado
treinta minutos y aun no habíamos llegado a Portree, la nevada nos reducía la
velocidad y solo nos podíamos orientar por los postes que señalaban el límite
de la carretera. Arreció la ventisca y
llegó un momento en que el nivel de la nieve era ya muy alto. Dos minutos
después el Land Rover tenía mucha dificultad para seguir rodando. Terminó por
pararse. Miré si había cobertura de móvil y vi que había solo una rayita en el teléfono.
Mandé un SMS a Dristan explicando nuestros problemas. Nos pusimos una manta tapándonos
y esperamos la respuesta. Cinco minutos después me contestó diciendo que
mandarían un camión quitanieves a sacarnos de allí a nosotros y a los que se habían
quedado en Staffin. Cuando llegó la quitanieves Ben no contestó cuando le
avisé. Estaba muy mal, con una hipotermia muy fuerte. Lo cambié a mi asiento y me puse yo a
conducir, el coche arrancó sin gran problema. Seguí la ruta y en diez minutos
estábamos en Portree donde atendieron a Ben. Al día siguiente nos iban a
evacuar. Volví a acordarme de ella, de Julia. Siempre lo hago cuando me siento
solo. Ahora tendré que volver a casa, en
Galicia; esto, está muy mal. Esperemos que haya avión. Se veía venir: nadie
hizo caso.
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