El mismo día en que
encontró en su libro de Física lo que parecía unos ideogramas, Aniceto Magadán Pastur - joven de Pola de
Lena, en Asturias, hijo del picador Beneitu Magadán y de Arcadia Pastur, al que
refería en el relato anterior (“La lámpara de carburo”)-, se puso en contacto
por correo electrónico con su amigo James Peter Nowak, americano que estudiaba en la Universidad de
Nueva York (NYU) y miembro asociado de
la American Society for Psychical Research, en el que decía: - Querido amigo James, ayer viernes día 20,
ocurrió algo extraordinario, una vez que anocheció y debido al frío que tuvimos
por la bajada brusca de temperatura, más un viento fuerte, tomé un caldo
caliente y me fui a acostar. Siempre termino en esos momentos leyendo algo para
coger el sueño un poco mejor. Esta vez fue el libro de Física de Sears para
repasar algunos conceptos. Una hora después, con la casa en silencio, la energía
eléctrica se apagó. No había ningún foco de luz, tampoco en la calle ni en el
pueblo. Te comenté que tuve unas experiencias raras días antes, con objetos
desplazados y extrañas voces. Aparecieron las voces o extraños sonidos de nuevo
e intenté recurrir a encender algúna luz que solucionara e hiciera desaparecer los
extraños fenómenos. Sin linterna, ni cerillas o mechero de gas, me acordé que
tenía en el cuarto una lámpara de carburo de calcio y un viejo mechero de
chispa y mecha; usando el vaso de agua que tenía para beber, encendí la lámpara
y felizmente las voces o sonidos desaparecieron. Como te conté, ya había
ocurrido de manera parecida antes, sin embargo, esta vez hubo más: esta mañana
alguien imprimió en el libro de Física lo que parecía unos ideogramas o
extraños signos distribuidos en líneas verticales. Te mando una foto escaneada
de ellos por si me los puedes descifrar con ayuda. Ya me contarás. Un abrazo:
Aniceto.
No quedó satisfecho el
muchacho con haber contado a su amigo lo que había ocurrido, sino que, fiel a
su permanente curiosidad, estuvo buscando en Internet posibles informaciones
sobre escrituras o signos. Estaba un poco perdido sobre los términos de
búsqueda y aunque le dedicó bastante tiempo, no encontró nada. A la semana
siguiente James Nowak contestó: - Hola
Aniceto. Es apasionante todo lo que me contaste en el último correo. Como pediste,
he hecho averiguaciones. La escritura de las inscripciones del libro son
pictogramas muy parecidos, por su morfología, a escrituras cuneiformes de las
civilizaciones acadia, elamita, hitita y luvita. Estuve hablando con un profesor de la Universidad experto en
lenguas antiguas y pudo traducir el mensaje esencial que contenían los
pictogramas. Más o menos, y con algún margen de error, dicen: Buscad con la palabra de Tesla. Hemos
hablado más de una vez de Nikola Tesla. Recordarás que le criticaron
ferozmente, como si se tratara de un ignorante, cuando expuso su teoría sobre
la Teoría Dinámica de la Gravedad, que contradecía lo dicho por Albert
Einstein. (Parece ser que la tiene declarada secreta el ejército) Las
invenciones de Tesla estaban basadas en el estudio de ondas. Consideró que el
sonido, la luz, el calor, los rayos-X y las ondas de radio son todos fenómenos
relacionados y que podrían ser estudiados usando la misma clase de matemáticas.
Sus diferencias con Einstein sugieren que lo extendió a la gravedad.
Recientemente se demostró que él tenía razón. Un estudio de pérdida de energía
en una estrella pulsar de doble neutrones, llamada PSR 1913 + 16 probó que existen
las ondas de gravedad. Seguiremos por ese camino amigo.- Aniceto le contestó: - Si James,
esa es la ruta de investigación que debemos seguir, recuerda los documentos de
distintas civilizaciones antiguas, con tecnología capaz de construir monumentos enormes, transportar y levantar
bloques de piedra de hasta 300 toneladas, con una precisión difícil de entender,
sin marcas de cuerdas, ni poleas, ni ninguna otra ayuda para hacerlo. Eso
indica que controlaban y manejaban la gravedad: haría que el peso de los objetos
no fuera un problema para manejarlos. Recuerda la toma de Jericó, a 28 km de Jerusalén.
Supuestamente Dios le dijo a Josué (el sucesor de Moisés), que sitiara la
ciudad durante seis días, acompañado de siete sacerdotes con cuernos de
carnero, seguidos del Arca de la Alianza. Al séptimo día, cuando el sonido de
los cuernos de carnero retumbaron en los muros de Jericó, estos cedieron. Luego,
las ondas de sonido, de alguna manera, se convirtieron en fuerza. El
ex-astronauta de la NASA, Taylor Wang, experto
sobre las ondas de sonido, ha resuelto que si se
concentra en un muro una resonancia de forma continua, y se ampliara su efecto,
ésta cedería y explosionaría, ya que la resonancia, lo que hace es acumular
grandes cantidades de energía, que si se alimenta de forma continuada, puede
acabar destruyendo todo. Con lo de Tesla debemos encontrar la frecuencia de las
ondas de sonido que puedan hacer manejable la fuerza de la gravedad. En 1.922, el arqueólogo americano Howard Carter, descubrió
la tumba de Tutankamón, como sabes, donde encontraron dos trompetas, una de
plata y otra de bronce. En el Museo de El Cairo, cuando una de ellas estaba siendo
limpiada en 1.954, alguien intentó soplarla, y en ese mismo momento la
electricidad de todo el Alto Egipto falló. En 1.974, limpiándola de nuevo, y no
teniendo constancia el personal del Museo, del anterior evento ocurrido 20 años
antes, fue soplada de nuevo, y el poder energético se vino abajo, esta vez sólo
en la región del Gran Cairo. Estos sucesos aparecen en los documentos
archivados en la estación generadora de electricidad, de la caída inexplicable
a cero ocurrida en aquel tiempo, y también en los artículos de los periódicos
egipcios de aquel día. Esa tecnología sónica, no solo ha sido empleada en el
pasado como arma de destrucción, sino, parece ser, para levantar monumentos
megalíticos y bloques de piedra, que aún hoy, nos parece inexplicable y un
misterio cómo pudieron hacerlo.¿Dónde incidía?: en la fuerza de la gravedad. –
Siguieron sus investigaciones los dos jóvenes
durante un año. Un día de espléndida primavera, Aniceto, al volver a su casa,
encontró su cuarto revuelto. Desaparecieron las carpetas donde guardaba sus
apuntes, sus libros comentados y todo el material documental de su ordenador.
Cuando intentó contactar con su amigo James Nowak, le dijeron que había
desaparecido. No lo pudo localizar, ni con la ayuda de la Embajada americana.
Aniceto sin embargo, siguió investigando. Esta vez lo guardaba en cuadernos en
papel en un falso fondo de su escritorio. Hizo una réplica de plata de una de las trompetas de Tutankamon.
Apareció una piedra de cuatro toneladas encima de la esquina norte de un teito en Somiedo. Nadie sabía cómo había
llegado allí.
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