20100713

PEDALEANDO













Imagen: http://ricardoruizvarea.files.wordpress.com


La rueda de la bici se movía cabeceando a un lado y otro conforme iba pedaleando por la carretera. Aún se levantaba un gran calor desde el asfalto, luego de una tarde abrasadora de un once de julio. Había leído en la primera página del ABC que Richard Nixon, como vicepresidente de los EEUU estaba en Mallorca, hablando con Martín Artajo, ministro de asuntos exteriores de la dictadura y, supongo ahora, preparando el acuerdo de las bases en nuestra tierra. Entonces apenas me llegaba la edad para saber de qué iba todo aquello. Pedaleaba como si en ese momento esa acción fuese todo el argumento de la vida. Detrás de mí quedaba la casa de la Nena, vieja hortelana de la Poblachuela, en cuya casa se decía habían estado los maquis no ha mucho. Aún se estremecían algunos por la posibilidad de algún encuentro con ellos. Seguía pedaleando. Desde las huertas cercanas llegaba el olor de las madreselvas y pericones que empezaban a abrirse. Estaban recién regados con el sistema tradicional árabe de regueras abiertas a golpes de azadón.

Seguía pedaleando y al llegar a la desviación de la casa de mi prima doblé con energía y arrecié la marcha por el camino de tierra. Entre acacias y algarrobos iba llegando a la casa. El cielo abierto con luz aún cegadora me trajo a la memoria mis noches frescas con la astronomía. Apenas sabía de cómo funcionaban las cosas, y mucho menos de cómo la vida, el clima y el tiempo, están todos bajo unas condiciones de equilibrio que cambian por muchos factores: el sol, los astros, la rotación de la tierra y la dinámica propia ésta, que esta en continua evolución. El Universo era para mi un gran misterio y llenaba, por lo que podía cavilar, dentro de sí las claves de todo, de la vida, de la historia, de los grandes desastres y de los acontecimientos más importantes de la Humanidad. Algo me contaba mi padre cuando nos sentábamos a la caída de la tarde, tomando el fresco.

Los años cincuenta se vivían con las limitaciones del momento. El país más prospero y fuerte, los americanos (en lenguaje habitual), empezaban a influir en la cultura de Europa con su música, el cine y sus modas nuevas en las que el vaquero, las camisas hawaianas de colorines floridos, otorgaban un signo de modernidad. En el cine de verano ponían las películas de Hollywood, con sus curiosas versiones de cartón piedra sobre la Edad Media. Aún así, había un amplio margen para soñar. Yo sudaba pedaleando y, entre tanto, iba abriendo el archivo de mi cabeza con los conocimientos necesarios para imaginar mil cosas.


Ahora no guardo nada de aquello que se ha ido desmenuzando como arena entra las manos. Lo que sé hoy me impide pensar en las tardes de julio como lo hacía entonces. Ya no veo el Mundo y el Universo como en aquellos días de 1956. Hoy me preocupa en gran medida los cambios que se están produciendo en nuestra vida, el clima, la cultura, la descomposición de la política por la fuerza de las finanzas. Sin embargo y, pese a las pesadumbres que nublan estos días, creo que voy a coger la bici y, viendo cabecear la rueda en cada pedalada, sentir que voy avanzando con mi esfuerzo. Algo recuperaré de aquellos calurosos días del verano del 56. Lo que veo no me gusta. Tendré que imaginarme, como entonces, algo mejor.