20060529

NUBES NEGRAS


Oscureció la tarde, después de calentarse al bochorno de una siesta de las que aprovecha el fauno. Nubes negras, cargadas de agua, no se deciden a soltarla con la furia habitual en las tormentas serias. Al oeste, se enrojecen en su oscuridad por la ocultación de un sol que ya estaba agonizando. Los árboles se mueven por el viento, queriendo entrar en la representación.
Agotado estoy, de tanto como estrujé el cerebro en un día que quiso ser mejor y se quedó en impúber. Estérilmente, ya que no tengo entre las manos nada, salvo la expectativa de intentar cambiar el signo de los presagios mañana. Memorizo las tardes que Rubens pintó, y que antes fue acariciando con el trazo del dibujo. Potentes nubes que hacen que recordemos la identidad y poder de la naturaleza.
Truena al fondo, como si fueran maniobras militares; parecieran salvas de cañón, pero no son más que avisos que no aseguran nada.
Se rompe mi línea de hombre, como decía Juan Ramón Jiménez, y me tendría que expandir en la naturaleza abstracta; salvo que yo, en esta tarde sombría, no tengo el cuerpo desnudo de mujer que él sentía. Las nubes densas de oscuridades sobrevenidas apenas me consuelan de una imagen que vuelve una y otra vez, y con la gravedad de su impresionante meteoro, llenar mi deseo vacío. Recuerdo las palabras de Michel de Montaigne (s.XVI): a menudo pensamos que hemos eliminado las preocupaciones y tan solo las hemos remplazado por otras. De tal suerte, pienso, que se van y vuelven como esos negros nubarrones de esta tarde, de amargo anochecer, en el que solo consuela la brisa fresca de un aire que vino cargado de una libertad natural, prudente y desconocida.

20060526

DE LA LÓGICA Y EL KAMASUTRA


El viernes pasado husmeaba entre las publicaciones de la librería que suelo frecuentar y observé algo curioso: en una de las mesas un libro, reedición exacta de una antigua edición de la Editorial Saturnino Calleja, titulado “Héroes del Cristianismo” se levantaba erecta, sobre su lomo inferior; dentro, las santos más diversos y de toda época venían relatados con un extracto de su ejemplar y austera vida cristiana. Permanecía toda esa relación de héroes encima de otro libro, un gran libro con preciosas pinturas, ricas de color y sensualidad, con el delicado gusto hindú: hablaba del Kamasutra. Una mano inocente había colocado allí los dos, de tal guisa; sin advertir el resultado de la composición. Estuve pensando, comprendiendo el alcance de los dos; y aplicando la lógica no pude más que sonreír. Sí, la lógica, esencial para el razonamiento del hombre. La vida inteligente no es posible sin la facultad de razonar. Pero - como sabemos- no siempre se emplea la lógica para llegar a una conclusión. Sin ir más lejos y con el Kamasutra de por medio, sería lógico que, habiéndonos dotado la naturaleza - o los dioses todopoderosos- de una compleja red de nervios que sirven para traer y llevar al un cerebro -más complejo aún- las sensaciones que son recogidas por los sentidos, no hubiera tantas cautelas para su expresión; por el feliz resultado que trae. Los sentidos, creados para la vida, comunicación y acercamiento, mediando el sexo, nos dicen que no parece lógico se cercenen o ignoren las maravillas que comportan su correcto funcionamiento. La lógica lleva al disfrute de la naturaleza tal y como se creó, lo demás será todo lo que se quiera, pero no es lógico, y en consecuencia poco adaptado a razón.
Pero también es cierto que en esta vida, no es infrecuente que no se recurra a la lógica, tan necesaria para el razonamiento, y si al azar, a la ventura de que cambien los planteamientos. Es una especie de desafío, creer que uno es un genio y puede cambiar hasta la lógica de las cosas lo que mueve a alguno a prescindir de ella, y del razonamiento. Quizá no sepa que los auténticos genios fueron los que llevaron al razonamiento más simple y eficaz, a descubrir la razón más hermosa y permanente: la más sencilla. Lógica pura la asiste. Pero lo del orden de los libros que decía arriba es frecuente, no se vio en ese momento de que trataban, se dejaron juntos, sin más.
(Escritor: Ramón Gallego Gil)
(Ilustración: Jean Antoine Watteau- 1684-1721)

EL PÁJARO ELECTORAL


Es una rara especie de ave que suele acudir estacionalmente, aunque, los hay que arraigan todos los años en un territorio. Suele estar próximos a la gente, pero, aunque, equivocadamente, se piensa que están domesticados, son huidizos del trato habitual y te pueden dar un picotazo que se pueden llevar el trozo. Se piensa que son de la familia de los córvidos, como cuervos y urracas y por lo tanto carroñeros, pero no es seguro, porque los hay de muy distinta especie, y su dieta es muy compleja. Se les denomina por varios nombres: los de cuenta, los pintos, de cuidado etc. Su colorido es tan plural que podría pensarse en su proximidad con loros y cacatúas, lo que justifica su confusión porque son muy dados a la charla y al parloteo. Estas aves, juraría que son el eslabón perdido de los dinosaurios. Pueden parecerse al Tyranosaurio Rex, o al Velociraptor. Su predación es muy voraz, y son especialistas en la celada y la emboscada. Algunos pareciéndose al Rex, solo atienden al movimiento, de tal suerte que si te mueves, ¡estas jodido! El bocado que te pegan, no dejan de ti ni el asiento.
Se le llama pájaro electoral, “legitur compulsa avis”, por que solo engulle comida rápida y sobrevuela los lugares donde hay aglomeraciones y eventos, desde verbenas, inauguraciones de todo tipo, hasta partidos de fútbol, pasando por misas y funerales.
Es una especie que no parece que esté precisamente en peligro de extinción, antes bien, hay por todos los territorios y suelen dejar sin sitio a más de un animal, incluso racional.
No se conoce nada que les ahuyente ni que modere su crecimiento.
(Escritor e ilustración: Ramón Gallego Gil)

20060524

19.15- 0938-Clase Turista


Vuelven las letanías con los avisos de los trenes. Barcelona Sants, Zaragoza Delicias. Los sudores de la prisa angustian al ejecutivo de siempre. Adelantan por todos lados y siempre perdidos. Raro es ver alguno sin alguna batalla perdida. La luz quedó congelada desde la mañana. Es la misma. El olor, cargado de tanto como se malcomió durante el día en los bares de comida rápida. Entre las manos, Faulkner, le cuenta a ella, que le tiene abierto por la página 165: …”permaneció allí durante un segundo, al siguiente él estaba gritando tirándole del vestido, entraron al vestíbulo y subieron las escaleras gritando y él dándole empujones a ella hacia la puerta del cuarto de baño, y ella apoyo la espalda contra la puerta y ocultándose el rostro con el brazo gritando e intentando meterla a empujones en el cuarto de baño cuando ella entro a cenar…” Anda, pero no está allí.
No hacía más que sujetar a la niña el ecuatoriano, que no podía estarse quieta. Él, con el cansancio empapándole todo el cuerpo, ni siquiera sonreía a las gracias de la chica. Se quedó mirando a la de los tacones, corriendo hacia la entrada del tren para Sevilla; parpadeaba el cartel con el aviso de salida inmediata. Las costuras del pantalón no aguantarían mucho. Las salvaría cuando haya perdido el tren. Una agenda imaginaria me lleva anotando, todo el rato, las horas de mañana, cuando apenas ha fenecido la noticia de la aparición de los puentes de siglo XV de la M30.
Avisan para el Ave de Puertollano y Ciudad Real, y todavía quedan 15 minutos. Dos largos de la sala de embarque, andando con paso firme y buscando la tranquilidad que nunca llega, para mirar de nuevo las columnas de hierro que soportan arcadas rectilíneas, todas en fila. Al final está explotando en colores la tienda de regalos. Más guardias civiles para los robos de Cataluña le cuenta la Vanguardia, arrugada, cuando decide pasarse la mano por la calva: está con la relajación propia, luego de una reunión intensa. Envueltas en plástico, ahogadas, como lonchas al vacío, enormes maletas de color metálico, se resisten a viajar más, con dos que tienen pinta de ir de vuelta de la Erasmus; mastican el castellano como si fuera chicle.
Entrego la tarjeta y bajo por la rampa hacia el sur. Parece que llego en barco, y voy de viaje en seco.Nadie me espera. Eso ni siquiera sirve para ganar batalla alguna. Llego igual que los pescadores del caladero del Gran Sol. De tanto esperarles, ellas les dejan que acudan solos. A veces no acuden mas, se los traga el mar o cualquier cosa, y es cuando les lloran. Dicen los estrategas que la sorpresa es un elemento esencial para el éxito. Ya solo hay estrategas en el CESEDEN. Y mis batallas son solitarios en los que, para variar las reglas, y para olvidar tanta cucharada de ricino, termino por hacerme trampas. Hay que seguir. Eso dicen.
(Escritor e ilustador: Ramón Gallego Gil)

20060520

LA SUERTE DE CYRANO



Entre los brazos de Roxana, la mujer que más amó en su amarga vida, abriendo los ojos, recobrada la última fuerza en su delirio, -habiendo derramado el vigor de su naturaleza tras el último golpazo, sórdido golpe de un saco enfebrecido que le embistió, desde su último lugar, sujeto por la maroma a una garrucha reseca y suelta por la última traición- se le hizo repentina la luz cuando ella le besó en la frente.
En ese momento se dio cuenta que todas las palabras, aquellas que le habían hecho la mujer más feliz del mundo, habían salido de él, no de Cristian. Cyrano confesó que le habían quitado todo… menos una cosa. Al preguntar Roxana: dí. Él, exhalando el último aliento, dijo: ¡mi penacho! (mi orgullo).

El orgullo, la convicción de valor propio, la dignidad defendida hasta el final, no quita para que Cyrano, o los miles de Cyrano que en el mundo hayan sido, o son, digan en su interior lo que otro, de parecida suerte, dijo; éste, hombre real de gran cultura, valiente, ingenioso y, pese a su fortaleza física y dominio de las armas, de una grande y extraordinaria sensibilidad, Diego Hurtado de Mendoza, que supo expresar en un hermoso poema, que lo siento hoy aquí:

Desdichas, si me acabáis,
¡cuán buena dicha sería!
Si haréis, si no os cansáis
por mayor desdicha mía.
Poco os queda por hacer,
según lo que tenéis hecho,
en que os podáis detener
en un hombre tan deshecho
y tan hecho a padecer.
La costumbre dicen que es
muy gran remedio a los males;
yo digo que es al revés,
que los hace más mortales.
Ved a lo que me han traído
la costumbre y sufrimiento,
que de puro ser sufrido
vengo a decir lo que siento
cuando estoy ya sin sentido.
Los que vieren que porfío
a quejarme de mi suerte
pensarán que desvarío
con la rabia de la muerte.
Mas, con todo, bien verán
que no es tiempo de mentir;
gran agravio me harán
viéndome para morir
los que no me creerán.
Todo lo tengo probado,
hasta el bien me hace mal;
el no me hallar confiado
era mi peor señal.
Temblaba el alma en los pechos
en ver sombras de alegría;
bienes eran contrahechos,
que siempre el placer venía
víspera de mil despechos.
Si acaso estaba contento,
que pocas veces sería,
venía un remordimiento
que el alma me deshacía.
Profecías eran éstas
del mal en que hora me veo;
mil cosas llevaba a cuestas,
que las llevaba el deseo
sobre mi cabeza puestas.
Y aun me parecían a mí
tan ligeras de llevar,
que nunca tanto sentí
como habellas de dejar.
Esto, ya que era pasado,
si el dejallo me dio pena,
júzguelo quien lo ha probado;
si alguna hora tuve buena,
¡cuán cara que me ha costado!

La suerte de Cyrano, no es mayor o peor que la de cualquier otro, que estuviere en estos tiempos, con nariz o sin ella, olvidado de toda suerte, intentando lo imposible, para no rendirse jamás hasta el último aliento.
(Escritor e ilustrador: Ramón Gallego Gil)

20060518

CADA DIA VOY DE VIAJE


Cada día decido ir de viaje, como si una compulsión natural me empujara a hacerlo de manera irrefrenable. Como un evacuado, como un refugiado, como si fuera un instinto natural de búsqueda a sitios donde vivir; así como los pájaros que vienen desde África, o del norte de Europa.
Cada día, hago mi corto equipaje, con apenas una nota de mi persona, y a paso lento, pero firme, emprendo el viaje. Unas veces miro el cartel que me lleva a Segovia, y voy hacia allá, subo, me dejo llevar con otros que también decidieron lo mismo que yo. A los dos pasos, bajo del tren. Perdido, recogido cada vez más en mis adentros, me visto de profesión y pasan las horas.

Cada día, vuelvo a querer ir de viaje. Como un autómata llego hasta donde me lleva a Guadalajara, subo al tren oyendo mil conversaciones que llueven en caliente, prisioneras en la caja del vagón; y a los dos pasos, me bajo. Perdido, metido en mis adentros, masticando mi soledad, sin poder tragarla nunca, termino sentado volviendo a empezar.
Cada día, voy de viaje, quiero ir de viaje. No hay mucha diferencia con el burro que daba vueltas a la noria. Con los ojos tapados como él, aún no sé quien es el dios que me tiene así.
(Escritor: Ramón Gallego Gil)
(Ilustración: RENFE-Cercanías)

20060513

TARDE DE MAYO



Los estorninos cantan a voces sus llamadas;
precisan veloces sus sitios de recogida,
y el perfume del cinamomo baña la tarde.

Tus hombros, se adueñan de mi recuerdo,
frescura de piel sofocando calenturas:
se convierte en dulce sosiego de mis labios.

El Universo, me invita a llamarte.
Cae la tarde, muy lentamente, y en tu regazo,
lugar dispuesto para mi cabeza cansada;
yace mi entrega permanentemente en ti.

Me recogeré con tus caricias, que deseo
sobre tus muslos firmes, dorados por la tarde,
sólido cuerpo de la fuerza de tu atracción.

La noche espera; en ella, siempre estaré contigo.
Juntos, para viajar a lugares de ensueño,
donde el olvido es llave para entrar.
Dejando, detrás, la ansiedad
y delante, el dulce sonido de nuestra vida.

La música de tu voz, la siento entre mis sienes;
llamas y acudo a tus brazos
como si fuera para toda la vida.

Mis sentidos fluyendo, precipitados en ti
van como los ríos, hacia el mar:
naturalmente, desde el tiempo inmemorial.
Hacia el mar abierto, que los recoge en su seno;
donde tú y yo , siempre, nos miramos, y sonreímos.


Solo un sueño, siempre corto y recurrente.

(Escritor: Ramón Gallego Gil)

(Ilustración: Jean Antoine Watteau, 1684-1721)

20060512

EXALANDO

La vez, en la que vi que se aceptaba la muerte con una natural resignación, firmemente, delicadamente, con el agradecimiento eterno, fue en los ojos de una gata que hubo en casa. He visto lo mismo en humanos, muy cercanos y queridos, siempre con la misma constante, pero en éstos, siempre había un punto de lucha, de rabia rendida.

El tiempo, hace estas cosas. El tiempo y la amargura que traen los abandonos. Que suelen venir, también, por salirse uno de la fila. De no hacer lo que es común a la mayoría, lo que es propio de la edad, del sexo, de la costumbre del lugar. Abandonos siempre anunciados, nunca creídos, para mayor sufrimiento.

Crear, para los que nos complace hacerlo, no es más que participar en la naturaleza de los dioses, del que tanta cuenta se ha dado en la historia. Haciendo cuenta de que ellos, los dioses, no son más que la denominación de lo que no es normal y carece de virtud humana conocida y reúnen otras de las que carecemos los mortales. Necesitamos crear ante la inminencia, consciente, de tanta devastación personal como padecemos. Para no morir todos los días, en la vulgaridad, o en la invisibilidad ante las personas que nos rodean. O para hacer salir de dentro tanta vivencia que nos angustia. A la que nunca admitimos, estérilmente, victoria alguna.
Porca miseria, dicen los italianos. Y tienen razón.
(Escritor: Ramón Gallego Gil)

20060509

DIARIO


Las siete y diez y siete. Se abre la puerta y uno detrás de otro vamos subiendo. Miércoles o lunes, da igual. El mes de mayo no ha sorprendido este año, vino como suele hacer. En la catenaria 25 mil voltios pasan en silencio. Ni siquiera se oye, como antaño, chillar entorno a las jícaras. Con la docilidad habitual tomo mi asiento y comienzo el ritual: asomarme al mundo por el periódico. No impide que vuelva una y otra vez con los temas recurrentes. Poco a poco, voy aprendiendo a llevar el silencio hasta en mis miradas. Cada vez más lejos del interés. El día comienza lentamente y por Valcansado lo que queda después de la colonización del verde golf retoma el propio del monte bajo, apagado aún, desleído en sombras que quieren irse. El puente de hierro del antiguo ferrocarril se retuerce en su curva añorando el paso del tren. Pasé tantas veces entre sus hierros, y hace tanto, que recordarlo me hace creer en una mala fiebre. El tiempo vuelve una y otra vez con sus muestras en el camino. Lo que era el Guadiana, que asustaba pasarlo entre sus fuertes aguas, apenas varios charcos rezumados de ocasionales surgencias. Esta devastación la tengo conocida, y aún padezco los trozos que fui dejando con mi insistencia en no rendir las posiciones. Uno no nace para héroe, ni siquiera para sobresaliente de una corrida que más parece charlotada. Trazar la andadura con rectitud puede ser las más de las veces pura presunción.
Pensando esto veo pasar los minutos y no mucho más, la estación de Algodor. Se mantiene con su grandeza inesperada, con sus ventanas abiertas, ciegas, sin que los cristales simulen el abandono desolador que tiene. El progreso la ha apartado de la ruta y nadie aprecia su majestuosa traza neomudéjar. Si fuese esta tierra del Reino Unido, seguiría impresionando con su belleza, llena de utilidad y de historia. Pero para eso hay que tomar la historia como un inglés, que solo se desprende de sucio y viejo de los calzoncillos. Lo demás está entre lo irrenunciable. Tendré que verla muchas veces y dudo de su recuperación. Para eso, no se deben rendir las posiciones, y no conozco muchos por aquí cerca que lo hagan.
Pasa el tiempo para allí y para acá. Espero que deje algo más que las huellas del palomino en las losas del patio del Ministerio. No siempre detrás de uno se ve la sombra que nos sigue. El silencio no es mío solo. Últimamente tengo que buscar ayuda para coserme la mía a los pies, como Peter Pan.
(Escritor: Ramón Gallego Gil)