20060512

EXALANDO

La vez, en la que vi que se aceptaba la muerte con una natural resignación, firmemente, delicadamente, con el agradecimiento eterno, fue en los ojos de una gata que hubo en casa. He visto lo mismo en humanos, muy cercanos y queridos, siempre con la misma constante, pero en éstos, siempre había un punto de lucha, de rabia rendida.

El tiempo, hace estas cosas. El tiempo y la amargura que traen los abandonos. Que suelen venir, también, por salirse uno de la fila. De no hacer lo que es común a la mayoría, lo que es propio de la edad, del sexo, de la costumbre del lugar. Abandonos siempre anunciados, nunca creídos, para mayor sufrimiento.

Crear, para los que nos complace hacerlo, no es más que participar en la naturaleza de los dioses, del que tanta cuenta se ha dado en la historia. Haciendo cuenta de que ellos, los dioses, no son más que la denominación de lo que no es normal y carece de virtud humana conocida y reúnen otras de las que carecemos los mortales. Necesitamos crear ante la inminencia, consciente, de tanta devastación personal como padecemos. Para no morir todos los días, en la vulgaridad, o en la invisibilidad ante las personas que nos rodean. O para hacer salir de dentro tanta vivencia que nos angustia. A la que nunca admitimos, estérilmente, victoria alguna.
Porca miseria, dicen los italianos. Y tienen razón.
(Escritor: Ramón Gallego Gil)

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