20060524

19.15- 0938-Clase Turista


Vuelven las letanías con los avisos de los trenes. Barcelona Sants, Zaragoza Delicias. Los sudores de la prisa angustian al ejecutivo de siempre. Adelantan por todos lados y siempre perdidos. Raro es ver alguno sin alguna batalla perdida. La luz quedó congelada desde la mañana. Es la misma. El olor, cargado de tanto como se malcomió durante el día en los bares de comida rápida. Entre las manos, Faulkner, le cuenta a ella, que le tiene abierto por la página 165: …”permaneció allí durante un segundo, al siguiente él estaba gritando tirándole del vestido, entraron al vestíbulo y subieron las escaleras gritando y él dándole empujones a ella hacia la puerta del cuarto de baño, y ella apoyo la espalda contra la puerta y ocultándose el rostro con el brazo gritando e intentando meterla a empujones en el cuarto de baño cuando ella entro a cenar…” Anda, pero no está allí.
No hacía más que sujetar a la niña el ecuatoriano, que no podía estarse quieta. Él, con el cansancio empapándole todo el cuerpo, ni siquiera sonreía a las gracias de la chica. Se quedó mirando a la de los tacones, corriendo hacia la entrada del tren para Sevilla; parpadeaba el cartel con el aviso de salida inmediata. Las costuras del pantalón no aguantarían mucho. Las salvaría cuando haya perdido el tren. Una agenda imaginaria me lleva anotando, todo el rato, las horas de mañana, cuando apenas ha fenecido la noticia de la aparición de los puentes de siglo XV de la M30.
Avisan para el Ave de Puertollano y Ciudad Real, y todavía quedan 15 minutos. Dos largos de la sala de embarque, andando con paso firme y buscando la tranquilidad que nunca llega, para mirar de nuevo las columnas de hierro que soportan arcadas rectilíneas, todas en fila. Al final está explotando en colores la tienda de regalos. Más guardias civiles para los robos de Cataluña le cuenta la Vanguardia, arrugada, cuando decide pasarse la mano por la calva: está con la relajación propia, luego de una reunión intensa. Envueltas en plástico, ahogadas, como lonchas al vacío, enormes maletas de color metálico, se resisten a viajar más, con dos que tienen pinta de ir de vuelta de la Erasmus; mastican el castellano como si fuera chicle.
Entrego la tarjeta y bajo por la rampa hacia el sur. Parece que llego en barco, y voy de viaje en seco.Nadie me espera. Eso ni siquiera sirve para ganar batalla alguna. Llego igual que los pescadores del caladero del Gran Sol. De tanto esperarles, ellas les dejan que acudan solos. A veces no acuden mas, se los traga el mar o cualquier cosa, y es cuando les lloran. Dicen los estrategas que la sorpresa es un elemento esencial para el éxito. Ya solo hay estrategas en el CESEDEN. Y mis batallas son solitarios en los que, para variar las reglas, y para olvidar tanta cucharada de ricino, termino por hacerme trampas. Hay que seguir. Eso dicen.
(Escritor e ilustador: Ramón Gallego Gil)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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