20061211

JUAN RAMÓN

Los ojos están fijos en un punto lejano. El camino de Moguer, tras las higueras salvajes, levanta el polvo por el viento de la tarde ardiendo, cuando los juncos del arroyo, clavados en la ribera seca, atenazados quedan por las broza y papeles viejos. En uno de ellos, del ABC, se cuenta del júbilo en Madrid por el nóbel. En un punto fijo están los ojos, apartando las palmeras de San Juan y la brisa dulce del mar.
Un perro en las últimas tapias llama su desesperada alerta al paso del viudo que carga forraje para los cerdos, en tanto recuerda en silencio sus días de alegría, tan lejanos como el poeta.

Le cubren con un fino cobertor, mientras la luz del hospital esconde las visitas que no cesan. Los aluviones de miradas sonrientes, se alejan de su pensamiento. Zenobia, ha tiempo ausente, susurra en sus sienes dormidas. Apenas un medido verso recurre una y otra vez a su mundo engrandecido por la conciencia que se le expande. Inconsciente, llena de respiración sus ansias de brisa del mar.

El mar, cerca de Moguer, alienta de brisa las calles, solitarias por la madrugada nueva. Un burrillo, trota en solitario por el callejón buscando la cuadra. Sus pequeños cascos hablan de soledad.

No hay comentarios: