20091109

EL HUERTO



(El Huerto. Vlamink) <!-- /* Font Definitions */ @font-face {font-family:Georgia; panose-1:2 4 5 2 5 4 5 2 3 3; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:roman; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:647 0 0 0 159 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:Georgia; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:595.3pt 841.9pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:35.45pt; mso-footer-margin:35.45pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->


En el fondo de mi memoria hay una permanente imagen, que siempre vuelve, de un huerto cerrado con tapias de piedra entre las cuestas de un pueblo de la sierra de Cameros, en Rioja. Aun están las manzanas y los peros, balanceándose por el empuje de la brisa, en los árboles vencidos por el peso de la fruta tendiendo sus ramas hacia el suelo donde, entre surcos de fértil tierra, se levantan las berzas frondosas, con gotas de lluvia retenidas, como gemas transparentes, en sus hojas. Las maderas medio podridas de la puerta de entrada y el cierre con un candado son suficientes para guardar la privacidad. Motivo suficiente para el salto de las tapias a los mocetes que suelen gustar de la primera fruta.


Las coles hay que resembrarlas con la luna menguante, por aquello de que la savia está descendiendo y es el momento de los trasplantes. Antes, tanto a las coles como a las zanahorias, las fuimos sembrando en una hoya, por donde desfilaron todas las simientes y se retiran después los pequeños plantones. Esto de mi recurrente recuerdo viene por la sensación de inestabilidad y desconfianza que tengo en los abastecimientos urbanos. Una huelga del transporte o unas fuertes nevadas dejan las despensas en pocos días vacías y listas para ir tirando de las conservas, mientras duren. Un huerto para la mínima autosuficiencia es bueno para tranquilizar a desconfiados como yo y para tener materia prima de calidad extrema para la cocina.


Conforme pasa el tiempo, el negocio de la cocina ha pasado a mis manos y con mucha satisfacción. Sus elementos creativos y la buena recompensa que tiene, hacen del oficio una buena forma de ocupar una parte del tiempo del día. Es una suerte de alquimia natural de la que todos los días se aprende algo bueno. Una buena salud suele venir fundamentalmente por una buena comida.


Por otra parte el cuidado de los frutales, que no es fácil, tiene un resultado normalmente bueno y hace que nos sintamos más cerca de la naturaleza a la que pertenecemos. Las nervaduras de una hoja de ciruelo nos puede decir, si la observamos, cómo va su cultivo y si tiene o no alguna falta que haya que cubrir de manera inmediata. Los huertos se riegan, y eso, es lo más frecuente en esta tierra nuestra sedienta que nunca trae la suficiente lluvia para las variedades que plantamos. Por eso saber tratar la tierra lo suficientemente bien para que se aproveche hasta la última gota dice mucho de un buen hortelano. Las mañanas que se levantan abiertas y soleadas después de la lluvia nocturna son un golpe de suerte.


Mañana, me sentaré a la sombra de un castaño,como ya he recordado mas de una vez, y, entre las líneas del libro que estaré leyendo, quedará trabada mi vida que va pasando a impulso de los segundos llenos de luz y un dulce pensar. Con los aromas de la huerta, que seguirá creciendo y cambiando para darle alegrías a las ollas y a la lumbre.



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