20070725

JUNTO AL NOGAL


En la noguera, mirando a un nogal ensombrecido por la espesura, veo sus hojas que se mueven lentamente por la brisa de la mañana de julio. Mientras, percibo el olor a la nogalina y un jilguero anda por la copa del árbol buscando algo que no encuentra. Entre tanto, la neblina caliente de la mañana desdibuja los contornos del campo lejano haciendo bailar con las corrientes de calor los amarillos de los rastrojos secos.
Las hojas compuestas del nogal son rebeldes. Ninguna guarda las formas de igual manera. Unas, se retuercen con elegancia buscando no sé muy bien que luces extrañas; otras, se agrandan o quedan chicas atendiendo al parecer a lo que reciben de savia; pero ninguna tiene el mismo color verde intenso, denso, que hace verse sus nervaduras como el esqueleto de una tierna criatura. Se puede ver su generosidad en los espacios interiores del árbol por los huecos que dejan las hojas debido a su naturaleza compuesta: simulan que son más, siendo menos.
Me entretuve dibujándolas y se dejaron observar con la paciencia de una gata dormida. Las luces de la mañana fueron poco a poco adormeciéndome haciéndose cómplice de la pacífica situación en la que me encontraba con el único sonido de la naturaleza en sazón haciendo pasar lentamente el tiempo. El pulso y la respiración bailan un vals lento al son de mi corazón en calma. Con la bondad que procura el olvido de otros menesteres y situaciones.
El lápiz se desliza con suavidad y sin prisas por el papel, haciendo aparecer las imágenes que me llenan los ojos del verde nogal.
Por un momento estoy juntando la realidad con el mundo de los sueños y los párpados empiezan su suave presión para el descanso. Bastará que deje la mano reposar para que venga el cierre de la sesión.