20140413

DESDE LA VENTANA


No importa, se dijo, - mientras miraba por la ventana de la habitación, sentado en la cama, con las sábanas envolviéndole, casi aprisionándole, -la semana próxima vendrá Claire.
 Los enchufes, el teléfono colgado en la pared, la lámpara de barra sobre la cama, y los emblemas del ISP en el borde de las sábanas lo situaban en el Hospital, desde hacía ya tres meses.
- Preparemos la salida de aquí y ella, que siempre lo hace muy bien, lo tendrá todo listo en media hora. Pensaba en la conversación de aquella mañana, viendo su sonrisa en la pantalla de la CC, bien temprano, saludando con su encanto habitual: -Hola ... soy Claire , te llamo porque dijeron ayer por e-mail los señores médicos del hospital que estarás dispuesto el lunes de la siguiente semana. Eso cumple tus deseos Ramiro. Me alegro mucho y, desde que tuve la noticia buena, estoy preparando la casa, para que esté preciosa cuando vengas. Estaba en el huerto, preparando la tierra para la siembra de todas las simientes que me dijiste querías cultivar. Compré esta mañana todas ellas y, no te preocupes, que no fueron caras, llevé el permiso del AGD. Están conformes con el presupuesto que me dio tío Suso. Tienes  también el último barco de madera que te compré para su montaje, el H.M.S. Bounty, que, según me comentaste, te gustaba. Me han asegurado que es muy asequible para montar, no siendo fácil pero tampoco muy difícil. Justo lo que dijiste que te parecía bien. Bueno, sigue cuidando tu salud; es muy importante para mí, lo sabes. Sin ella estamos separados y con ella juntos. Hasta luego Ramiro. Un beso largo y lento, como te gusta cielo.
Desde la ventana, viendo enfrente, no más allá de tres metros, otra pared, como un muro infranqueable, toda ella, hasta cuanto alcanzaba su vista, con un ventanal muy grande, en cuadrículas, con sus cristales sucios, apenas dejando ver su interior. Una pared más que decía mucho de la política de mantenimiento del patrimonio dispuesta por la norma p- 687. Desde el inicio de la gran crisis solo la habían pintado una vez y de eso ya 30 años. Recordó las palabras del abuelo cuando hablaba de la extraña belleza de la ciudad de Roma, con las casas sin pintar durante muchas décadas, desconchadas, quien sabe si con la primera pintura que le dieron al construirlas. Por eso la casa que heredó del abuelo, mantenía el color inicial elegido por él, rojo Siena; ya solo admitía un lavado al año. Ramiro miraba al frente, por la ventana hacia aquel ventanal, parecía intentar ver alguna vida detrás, pero no veía todo el conjunto de las cuadrículas, solo reparaba en la luz, y su mente estaba en otro lado; veía en su mente la calle de su casa, los árboles, sin querer recordar el sitio donde calló desvanecido cuando su enfermedad hizo crisis.  Siempre le gustaba ver en su mente la frondosa, enorme haya que había enfrente de su casa, en el jardín abierto, donde se sienta en las tardes de verano para ver como declinan sus horas y apagarse lánguidamente las luces de esos momentos de brisa cálida, en las que los vecinos pasan, los jilgueros y verderones empiezan a recogerse con gran alboroto. No quería pensar en el trabajo, pero lo hacía. Los equipos habían cambiado. Habían sustituido a los becarios diez veces en los seis meses, anteriores a su baja por enfermedad. En cuanto aprendían lo suficiente los retiraban y ponían a otros, a los COP. Bueno, la verdad es que entre los “otros” trajeron un día a Claire. No lo dudó un momento cuando le propusieron la configuración de su perfil. Consideraron su situación emocional. Era la compañía ideal que estuvo esperando tanto tiempo. Es verdad que costó mucho convencer al Departamento Estatal de Cambios de Personal (el DECP), para que  hicieran el propio que le convenía, además de trabajar en el proyecto, quedaría adscrita a él con esa frase odiosa que empleaba el DECOP: Adscripción y Domiciliación Permanente Personal. Con lo fácil que era decir: juntos para trabajo y convivencia. Se echó un momento en la cama y mirando hacia el techo de la habitación, pensó en los proyectos de futuro con Claire. Iba a cumplir los treinta y, a final de año, ya podía pasar a la jubilación y tutelaje. Su patrimonio de material  y COPs, estaba dentro de los estándares que ordenan para la jubilación la norma j-340. Los COPs tenían toda la configuración de su trabajo. Ya no tendría que ir a las instalaciones de la empresa, la enorme nave circular 890 de las del Grupo Bank-Domus; y sería el personal físico que le sustituyera los que contactaría con él, un año, en su casa, para hacerse el control del trabajo. Él, como tutor, habría de dar el visto bueno para los avances de los proyectos. Desde que le quitaron el implante se sentía más libre. Tener que comunicarse con todos  a través de la pantalla de la CC, le hizo recordar la vieja tablet que tenía cuando era niño. De eso ya habían pasado veintitrés años y el mundo había cambiado todo. Pensó en qué podía haber sido, en su vida, lo más decisivo, lo que mas valoraba y sentía como importante y no lo dudó un momento: ¡Claire! Desde que estaba con ella, el equilibrio que perdió al morir sus padres y quedarse solo, sus estudios, su trabajo en alta tecnología, todo, le mantuvo durante años en un permanente desequilibrio, desasosiego, insatisfacción. Ahora ya no, con Claire todo estaba en su sitio y los márgenes de miedo o preocupación estaban en los mínimos. Tres meses en esa habitación, tres meses encerrado entre sábanas, deambulando dentro de su cabeza y hablando solo con los intercomunicadores y el personal COC del equipo médico. Pero todo había cambiado ya y sonrió. Se iba a casa. El lunes, Claire. La casa, el taller de madera, la sala de cine. La biblioteca real, con su enorme colección de libros de bolsillo en papel. Se estiró en la cama, se puso el casco integral y se fue a la virtual de Praga. Solo le interrumpió, una hora después el COC-Catering llevándole lo que pidió cuando le liberaron de la dieta: canelones de carne, con queso Caciocavallo siciliano.
El lunes se vistió rápido. Anduvo algo torpe de tanta inmovilización, durante  esos meses. Cogió su electriccar del depósito del hospital, metió el chip de itinerarios, tecleó “home” y llegó en tres cuartos de hora a su casa. En La puerta estaba esperando Claire. Cuando le vio, empezó a dar saltos de alegría. Se abrazaron, se besaron lentamente y entraron abrazados al salón de la casa. Cerrada la puerta, levantó la blusa a Claire, empujó el resorte de c-piel, y vio de nuevo su identificación: COP-509. Los testigos estaban encendidos y ninguno parpadeaba. Cerró él la tapa de c-piel y miró a Claire. -Veo que estas sin problemas. Eres la Cyborg Organic Person mejor que pueda tener, te he echado mucho de menos. Ella sonrió y le acarició la cara, le cogió con las dos manos y le besó dulcemente; dijo: -Y tu la persona física que mejor pueda tener, cuidar, y (empezó a parpadear; a temblar trémula) querer.
(Publicado en el diario "La Tribuna de Ciudad Real" el 12 de abril de 2014)




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