20060402

El Parque

La noche inundó ya el parque. El silencio enseña sus dientes sembrando una brisa dasapacible y húmeda. Desde mi despacho sigo esperando que cante alguna de las aves nocturnas. Ninguna decide llegarse hasta aquí. El domingo se arrastra en su agonía enseñando las cartas del lunes para endulzar sus estertores. ¡Vaya una necedad! Nunca he conseguido sacarle lustre a las tardes de los domingos. En el colegio solo me enseñaron a odiarlo con la frialdad del que siente la batalla perdida. Y sus canijos minutos, envidiosos de los de las tardes del viernes, apenas si sirven para preparar el hato para mañana.
Debajo de mis pies, no se a cuantos metros o, tal vez, kilómetros, el magma de los volcanes que yacen durmiendo con un ojo abierto bajo el campo de Calatrava, calientan la tierra esperando el primer movimiento para salir. Los vecinos de esta ciudad, que sospecho algo deducen, se entretienen arrasando cualquier vestigio de su historia. Alguna maldición judía debe pesar sobre estas tierras rojas, como manchadas de la sangre que se vertió en su día.
El domingo acaba no se si dulcemente, pero sí en silencio. La semana me espera para seguir peleando por todo eso que pocos lo defienden ya: la propia dignidad, que no se contamina ni por la pasta ni por el poder sin causa legítima. Me lo temía. El domingo me está haciendo que se me vaya el pisto.
(Escritor e ilustrador: Ramón Gallego Gil)

1 comentario:

MB dijo...

Muchas gracias por tu visita. Te escribo en este que me gusta mucho. Saludos. I.