20061016

DE LA VIDA Y EL SUEÑO

No afirmo que la vida es un sueño. Calderón de la Barca vio el parecido entre el vivir y el soñar. No solo él ha cavilado sobre esta coincidencia. Siempre hay alguien que lo hace. Sin ir más lejos, hace días, un amigo, con el que compartía el café, hacía un repaso sobre la brevedad de la vida y de su apariencia al de un leve sueño. Mas, las apariencias, nos hacen malas pasadas.
Los manchegos creemos que vivimos en la llanura y resulta, que estamos en tierra de alta montaña. Los seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar de Ciudad Real, son los mismos a los que están muchos pueblos del Pirineo, o de los Alpes, por ejemplo. La Unión Europea nos ayudó como zona de alta montaña. Se enteraron, luego de que alguno de nuestros negociadores reparasen en la altura. Las apariencias, nos acompañan toda la vida. A veces para nuestro disgusto, cuando nos miden por ellas y no por cuanto somos.
Uno de los poetas más antiguos, Homero, se acompañaba con el golpe de su cayado, con el que apoyaba su ceguera. Recitaba de memoria, como lo haría más recientemente la Ciega de Manzanares. Homero tenía, en su desgracia, la facilidad para acercarse a percibir la semejanza de la vida con el sueño. En su obra La Odisea, en uno de sus naufragios, Ulises llega al país de los feacios; desnudo en la playa; donde conoce a la hija del rey Alcinoo, Nausicaa se muestra como todo un símbolo representativo de la vida. Después de nuestras tormentas, nuestros fracasos, nos encontramos de súbito, como en una playa, aventurándonos en un mundo nuevo, hermoso, apasionante. Algunos empiezan cuando sobreviven a un infarto. Como " el hijo de la novia" en la hermosa película argentina, luego de confesar que le gustaría irse a la mierda; sin embargo terminó cambiando su vida. En los sueños, a veces pesadillas, percibimos el vértigo de la sinrazón que supone a veces vivir. Cuanto más real, más pesadilla. Tal y como en la vida real, cuanto más irreal o más extraordinario, más sueño parece. Vivimos entre apariencias, aceptadas sin remilgos, y nos escocemos cuando acude la vida real en toda su dimensión. Tan es así, que es muchas veces aceptada la realidad solo por los poetas o escritores, que la recogen con su manto de literatura para mostrarla como es, a los que se dicen vivir en la realidad y no hacen más que malvivir en la impostura.
Vivir la vida como la naturaleza permite, con pasión, con los ojos y los oídos abiertos es un sueño, el que se puede y se debe hacer partiendo de la desnudez de nuestros prejuicios. Como en la desnudez de Ulises se puede descubrir un mundo nuevo, abierto, libre, en el que todo es posible. A veces duele, a veces sangra. Pero siempre termina siendo bueno. Posiblemente lo mejor que podemos hacer.

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