20081017

EN EL CORCHO

Los días de fiesta, desde hace algunos años y siempre que no estoy allí, me acuerdo de un modo familiarmente nostálgico… de Madrid. Bueno, del Portillo de Embajadores sobre todo. De las calles que anduve durante tantos años. Rápido llegando tarde a una cita, arrastrando los pies bajo el peso del corazón magullado, alguna madrugada… De día, cada día, camino del trabajo. De noche, cada noche, camino de mis sueños. Buscando la luna sobre cada tejado. Bebiéndome el primer sol de la primavera en mi caña de mahou…
La verdad es que lo mejor de Madrid, lo tengo conmigo cada día, al otro lado del teléfono. Pero soy así de imbécil, que le voy a hacer. Me gusta convertir el corazón en corcho y pinchar cada recuerdo, con su escenario incluido. Y de vez en cuando para verlos mejor, los descuelgo y los toco y los vuelvo a pinchar. Y cada vez noto el pinchazo y así, sé que siguen ahí, y que cada vez hay más. Y ese dolor me hace feliz. Hay dolores que valen la pena. Hay dolores que te muestran lo viva que estás y lo viva que has estado. Y a mi me llenan de energía para seguir sintiéndome viva.

Además hace dos años que entre pinchazo y pinchazo, siendo parte de alguna de mis postales, el agua del mediterráneo calma ese dolor y esa nostalgia. Y lo llevo mejor. Pero, ay, como me gustaría a veces que la Mancha en Madrid estuviera cruzando la calle desde el Jai-ka.

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