20100204

TIEMPO DE ESPERA



La Oscilación del Atlántico Norte, en su anomalía de este año 2010, nos esta mandando para acá mas agua y hielo de la que nos acostumbra cuando se planta el anticiclón de las Azores. Me estoy volviendo bobo con tanto mudar de ropa, sobre todo sabiendo como sé que no estoy muy atento con estas cosas. Por eso, hoy me he venido creyendo que iba a repetir el tiempo de marzo de ayer y mira por donde se ha levantado con tiempo de abril. Deben estar muy contentos los que salen disfrazados en el carnaval, pues con este tiempo, no van a pasar frío precisamente cuando llegue la cita.


Pero cuento, esta mañana estuve un poco tonto intentando descifrar los papeles en el trabajo: tenía una empanada tal que no era capaz de salir de ella. Así pues decidí irme un poco antes a tomar el café. En Casa Patillas, todos los días que puedo, me espera una tostada de pan de pueblo con tomate y aceite antes de dar el empuje con el café. Metido en el calorcillo del bar, Domingo Ortega me miraba de reojo con desconfianza. Nunca se llegó a enterar que no me gustan los toros desde que recobré la razón. No le pasa lo mismo a Luis Miguel Dominguín, presumiendo en barrera de la compañía de Ava Gadner. Ella miraba al tendido consciente de que tenía todas las miradas apuntándola, unas con envidia, otros con avaricia de sueños imposibles. Y él, de chuleta de los cincuenta. Aunque lo que siempre me ha intrigado es la postura de Manolete, al pie de un avión, endomingado de Príncipe de Gales, sin poner mas calor en el trance que el de un peatón, con la señorita que tiene colgada en el brazo, ejerciendo, no se si con acierto, de nueva dama de gente bien.


Oigo a unos que rabian con el Gobierno; sus quejas, las he oído ya muchas veces y con otros de muy distinto signo o plante. A la gente mayor parece que se les ha olvidado que la crisis del 73 fue arrastrando a país en la miseria hasta que se hicieron los Pactos de la Moncloa. Ya no dramatizo en exceso, aunque me escueza como a todos esta situación en la que vivimos de nuevo. Debe ser por que sigo pensando que estamos en el zaguán de una nueva era en la que ¡veremos a ver! cómo salimos adelante... En fin, despaché el café con el último sorbo y liquidé con Paco mi deuda de dos euros para volver a la calle.
En el mercado de Chamberí me acosan los tenderos con solícito interés. Siempre me ha sentado mal que alguien me salude de manera tan obsequiosa, sabiendo que es para que le compre lo que sea. No se si será por las técnicas aprendidas, en sus viajes de vacaciones, de los vendedores de los zocos árabes, (que dan la vara para que les compres), o simplemente que están desesperados por la crisis. Apenas me ven comprar el bacalao congelado, como si extendiera la noticia, todos quieren que les compre. No creo que tenga que ver para nada la justicia distributiva esa con el acto cotidiano de hacernos con lo necesario para comer, pues si fuera así, tendría que comprar por la misma cantidad a todos ellos. Apañados estaríamos. Así que, cogí mi bolsa y volví el trabajo. A esperar otro día mejor. A esperar nuevas de la Oscilación del Atlántico Norte. A esperar con desasosiego esa nueva era que parece inevitable.

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