20150615

EL SUEÑO DE GAWEN


Se removió Gawen bajo el edredón de plumas y a tientas intentó coger el vaso de la mesita de noche. Aun no había amanecido, la claridad empezaba a sentirse encima del camino de Lindsaig. Se incorporó y bebió unos tragos del agua helada del vaso. Después de restregarse la cara con las manos se levantó de un salto. Se aseó y encendió la lumbre de la cocina; cuando sus hierros empezaron a desprender su calor, acercó el cacillo para calentar la leche. Al lado fue friendo un huevo con la grasa de las dos lonchas de bacon. La radio empezó pronto a dar las noticias del frente. Miró al aparador, aun estaban las cartas por las que le denegaron el alistamiento: problemas con la vista, decían. Para abrirle la cabeza a alguien no hace falta mucha vista y sí poco cerebro, pensó. Una hora más tarde estaba en el acantilado cogiendo huevos de frailecillos. La cubierta vegetal verdeaba con su color quemado por el frío. Las provisiones llegaban cada vez más tarde. Cogió malvas para la comida, y guardaría algunas para los ungüentos. Cuando sonó el segundo estampido de su carabina Sten, no solo cayó una perdiz roja, sino que oyó como le llamaban de lejos. Miró y era una chica. Cuando se acercó vio que era atractiva, morena, de unos treinta y seis años. – ¿Eres Gawen? –Dijo ofreciéndole la mano. Él se limitó a afirmar con la cabeza y  se la estrechó; le dio pie a ella para seguir presentándose.- Soy Robina, Robina Mac Angus. Estoy con mi tía, en su casa, en Lindsaig. Me dijo que eres el único vecino por estos parajes. Yo vivo con mis padres en Glasgow, pero están asustados por los bombardeos  y me han mandado aquí con tía Lilias. ¿Te importa que me quede contigo? Me ha dicho mi tía que me podías enseñar esta comarca. Quizá te pueda  ayudar a recoger provisiones y así me enseñas; podría coger para nosotras, ¿te parece bien? Si hace falta me traigo una carabina que tiene ella. – No chica, no es necesario, con esta tenemos bastante, si se me acaban las municiones, otro día te traes tu. – De acuerdo. – ¿Has estudiado algo? ¿Trabajas? Con estas preguntas Gawen empezó a hacerse un poco la idea de quien y cómo era la chica. Poco después ya sabían los dos, más o menos, todas sus vidas. Se sentaron en una roca cerca del acantilado, mientras la  fría brisa fuerte de aquél día movía el pelo de Robina y las alas del sombrero de piel de él. Miraban hacia el mar, seguían hablando y poco a poco, se encontraron totalmente indefensos ante las preguntas del otro que cada vez eran más personales. - Me caes bien Gawen. Tienes una mirada limpia y tu voz es la de una persona sensible y sincera. Me siento fatal con esta locura de guerra, procuro que mis padres y mi tía no se den cuenta de mi preocupación. Robina miraba al horizonte y cada frase la dejaba salir seguida con una larga pausa. -Llegado a este término solo quiero alcanzar  mis pequeñas metas: vivir tranquila, leer, oír música y seguir con el ensayo que había empezado sobre la enuresis  infantil. Ahora tengo más difícil consultar literatura médica, pero de vez en cuando me acercaré a Glasgow a la biblioteca.
Dos semanas después, los dos parecía que no podían vivir el uno sin el otro. Mas tarde, a él le militarizaron y tenía que hacer informes, con la radio, de las naves y aviones que pudiera avistar desde la costa. Pesa a todas las dificultades vivían felices ajenos a todo el mundo.
Una tarde de junio de 1949, cuando ya había terminado la guerra,  estaba ella leyendo en la misma roca de la costa, donde se sentaron la primera vez juntos, él terminaba de coger plantas para provisiones y medicinales, así como otras para alimentar los animales de su pequeño corral; se acercó Gawen por detrás y le dio un suave beso en el cogote. - ¿Que lees? – “Muerte de un viajante”  de Arthur Miller. Es una obra de teatro en la que cuenta las miserias de un viajante  al que todo le va mal, solo tiene un orgullo, una caña de pescar muy especial, exclusiva, que le había dado su padre, como su gran tesoro: como aquella no la tenía nadie. Es una emocionante historia de la sensibilidad humana en la que trasciende  como extraordinario la posesión de algo exclusivo, lo que para otros tiene poco valor. – Eso, me recuerda el tesoro que tengo en casa que me dio mi padre. Luego te lo enseño. – No, luego no, ahora ¡vamos!
 Al llegar a la casa de Gawen, este bajó de arriba de un armario una caja de cartón que puso sobre la mesa, la abrió y Robina se quedó mirando su contenido, al momento le miró varias veces y luego le dijo: - ¿Es una gaita? – Si, pero una muy especial, es una gaita romana del siglo XVII; es decir, una gaita como la hacían los romanos pero hecha aquí, en ese tiempo. -Mientras esto decía la iba sacando con cuidado y la piel con la que estaba hecha parecía estar en buenas condiciones, suave. No solo eso, sino que se la puso en posición y al momento estaba tocando  Scotland The Brave. (Escocia valiente) Cuando terminó la miró con los ojos brillantes, como cogido por una gran emoción y se puso a tocar The Brown Haired Maiden. (La doncella del pelo marrón). Terminó y ella le miró sonriendo. – Tú eres mi doncella del pelo castaño.- Le dijo. Ella le abrazó.
Dos semanas más tardes ella se fue a Glasgow a trabajar en la Facultad de Medicina. Sus padres se oponían a que siguiera con Gawen: solo tenía el trabajo que le dejaron del ejército para medir la meteorología. Él, después de pensar  que no podía vivir sin ella, la siguió la semana siguiente; salió de su casa de Fearnoch y llegó a Glasgow a un piso que le cedió el hermano de su abuelo, Gais Mac Coinich. Fue hasta la Facultad para verla; no pudo hablar con ella, solo la vio a través del cristal de la puerta de la clase donde estaba, le sonrió y le mando un beso con la mano e hizo un gesto haciendo rotar el índice como que quería verle después. Pasaron los días y ella tardó en llamarle.

Robina, a la tercera semana después recibió la visita de un abogado; traía el testamento de Gawen. Le dejaba a ella todos sus bienes.  Le entregó la caja con la gaita romana y una carta. Un infarto acabó con él. En la carta había unas palabras de Shakespere en el que había subrayado algunos versos cuando Romeo decía: … En mi favor está el manto de la noche, que me sustrae de su vista; y con tal de que me ames, poco me importa que me hallen en este sitio. Vale más que mi vida sea victima de un odio que el que se retarde la muerte sin tu amor. A veces, demorarse es perder.
(Publicado el el diario La Tribuna de Ciudad Real el 30 de mayo de 2015)

No hay comentarios: