20141009

ACCIDENTE


El jueves uno octubre de 1974, un coche aceleraba por la recta de la pista forestal que subía hacia el puente de Rozas, cerraba la tarde y el bosque se estaba oscureciendo, ni con las luces se podía ver bien el camino a seguir; al llegar al puente, el conductor lo vio a la derecha e intentó girar. Él hizo una mueca con la cara enseñando los dientes apretados. Chirriaron los engranajes del vehículo y las ruedas sufrieron en un instante. Demasiado deprisa para evitar que se deslizaran por la tierra del camino y la gravilla hizo lo demás: salió de la pista y se fue directo hacia el río Bayones. Solo paró cuando llegó hasta una enormes zarzas y arbustos que estaban al otro lado de la ribera: el golpe fue progresivo pero, pese a abrazo de los arbustos, al dar con el talud del fondo recibió un golpe seco, duro; su cabeza giró bruscamente hacia delante y se dio un fuerte golpe con el volante; una caja de herramientas y las bolsas que iban en el asiento de atrás pasaron a su lado y golpearon el parabrisas hasta romperlo; se le apagó todo, el silencio le golpeó y no se enteró por que lo hacía. El bosque volvió a su silencio del anochecer; las llamadas de los pájaros se empezaron a oír cada vez menos, mas lejanas, el viento racheado levantó las hojas caídas y los sonidos de la naturaleza, con silencios rotos por las aves rapaces se extendió por toda aquella parte de la montaña. Ucieda, el pueblo más cercano, ni siquiera llegó a enterarse de lo que acababa de ocurrir.
- ¿Sabes lo que te digo, Adriana? Que no quisiera verme otra vez en el apuro que tuve con ella, ya sabes… la mujer es buena, muy buena y siempre, desde que yo la conozco, y eso es desde que yo era una chiquilla; se ha comportado con una bondad que se ve poco, y es de una dulzura extraordinaria; bueno, no se si el afecto que le tengo me hace exagerar algo lo que te estoy diciendo pero, es que es así, te lo juro. Mira, sin ir mas lejos, el martes pasado me la encontré en el mercadillo y, nada más verla, me acerqué a saludarla, ya sabes que yo no soy mucho de saludar pero en este caso es que me veo siempre inclinada a hablar con ella y ser cariñosa, porque ya te digo es buena muy buena; pues bueno, me acerqué y la saludé y la dije: - ¡Doña Manoli, cuanto me alegro de verla! ¿Cómo esta usted? Y ella me dijo que estaba bien. Y ya sabes por lo que ha pasado la pobre: tres veces lo han detenido y dos de ella tuvo cárcel, pero claro es un hijo y por un hijo se hace lo que sea. Bueno, pues en ese momento dije: Ya sabe usted que cuando necesite algo de mi, me llama, sabe que le di mi teléfono; y dijo: -No te preocupes guapa si lo preciso te llamo, muchas gracias. - Y, entonces digo yo: de eso nada, para buena usted, que siempre esta haciendo el bien a todos; y ya sé que como vive sola,  seguro que necesita ayuda, así que me llama y no hay más que decir, que yo acudo y, con mucho gusto, ¡ojalá y hubiera mucha gente como usted! - Y dijo ella: -gracias niña, lo tendré en cuenta. Y así nos despedimos… y te digo que el hijo, cuentan que se le ha presentado en las ultimas semanas cuatro veces borrachito perdido y otras tantas con tres avisos del juzgado de deudas que contrajo en aquel garito que montó, porque ya sabes que no estudió nada, ni se puso a trabajar hasta que tuvo los cuarenta… - Pero Silvia, por Dios, que tampoco son así las cosas, eso que montó no era un garito sino un Café; se lo arrendaron los que se fueron a Barcelona, porque si bien les daba para comer, no les llegaba para los estudios de los chicos; el tío de él, el hermano de Doña Manoli, el de la tienda de tejidos en Madrid, le avaló para el préstamo que pidió para hacerse con el Café. Pero este muchacho, no se si es que tiene mala suerte o que le hacen pagar las locuras que hizo, le pasó lo que yo me temía... la gente… es muy mala, no entraban a tomarse nada allí y así pasó que solo estaban en el Café cuatro gatos, y los que habían…los que les trae sin cuidado todo, algunos que no son muy recomendables y así ocurrió que la oportunidad que le estaban dando su madre y su tío, pese a que me consta que él se lo tomó con mucho interés y trabajo, recuerda que lo tenía siempre muy limpio, tanto por fuera como por dentro, y él lo estuvo pintando y arreglando, que eso todos lo vimos, pues ¡nada!, que no hubo manera para que pudiera vivir como una persona normal; y las deudas se le acumularon por los gastos que no podía pagar, sobre todo el pago del préstamo para lo del traspaso. Así que… ya sabes…todo lo que pasó. – Ya, si tienes razón en lo que dices Adriana pero es que creo de verdad que el que nace malo, malo se muere, y este muchacho debió nacer torcido porque desde muy pequeño ya se iba torciendo. Su madre ha penado lo suyo por su culpa y el padre, que como sabes murió cuando esperaba al tranvía en Madrid, no supo educarle y lo que hacía la pobre mujer para educarle y llevarle por lo derecho, pero el padre, que en paz descanse, la desautorizaba delante del chico y así este no había quien lo enmendara. En fin, una desgracia para la pobre doña Manolita que siempre ha sido una mujer ejemplar. Y eso que no es de las que están todos los días en misa, pero esos sí, ejemplar y modélica y nadie podrá decir que no sea buena o que no sea un modelo a seguir. Y hablando de ella: ¡mira por donde viene!
Efectivamente, la mujer de la que hablaban, doña Manolita, se acercaba a paso ligero con la cara descompuesta y con una palidez evidente. La abordó Adriana preocupada: - ¡Por dios, doña Manolita que le pasa! – Es mi hijo, me ha dejado una nota terrible. Diciendo esto le alargó un papel y Adriana lo cogió y leyó: “ Querida madre, mi buena y bondadosa madre, siempre te he dado disgustos y aunque en estos dos años últimos parecía que te iba a poder dar la alegría de ver a tu hijo con trabajo e intentando tener una familia, ya sabes lo que esta pasando, tengo deudas por todos los lados, me acosan y no me dejan vivir por todas aquellas cosas que hice hace años, que por mi ya estaba superadas pero para los demás parece que no. Te he visto llorar cuando te retiras a tu cuarto; y se que todo eso es por culpa de este hijo que no te ha dado mas que disgustos. Me voy, voy a intentar levantar mi vida en otro lado, cuanto más lejos mejor; vendí todo y tengo pagado el préstamo del tío; por eso, si lo consigo, ya te lo diría, pero si no te digo nada es que sigo peleando para conseguirlo. Muchos besos madre y cuídate mucho ya que yo no he sabido hacerlo y no podré ahora tampoco. Un abrazo y muchos besos. Tu hijo: Alejandro. - ¡Cuánto lo siento doña Manolita! pero no se preocupe, a lo mejor es lo que le conviene y, ya verá, un día vuelve para darle una alegría.

No volvió. Encontraron, una semana después, el coche escondido entre las zarzas, destrozado y el cadáver de Alejandro dentro: la cara desprendía paz y sonreía. En ese tiempo, su madre había muerto. Le dijo al médico que la asistió antes de morir: -ya verá doctor, como mi hijo Alejandro consigue lo que se propuso, y sonrió. 
(Publicado en el periódico La Tribuna de Ciudad Real el 4 de octubre de 2014).

No hay comentarios: