20060625

MOZART, WOLFGANG AMADEUS

Nunca imaginaría él, que en un tren, encerrado en un socavón se oiría su Serenata nocturna, en sol mayor. Así la hemos llamado aquí, entre nosotros. En realidad se titulaba Eine kleine nacht Musik, KV 525. Entre los crujidos de los hierros y el trepidar de los raíles, que revocan en las paredes del túnel negro donde vamos hacia Atocha, Mozart, suelta, con su genio desbordante, inundando como siempre con su imaginación, las evocaciones de una noche mágica.
En los últimos rincones de una fresca noche de verano tienen cobijo el canto de los autillos y búhos y, en ese momento, en el que el grillo marca los frágiles segundos de su peculiar reloj, con exactitud e insistencia, esconde los secretos de la eternidad, entre los aromas de la madreselva y los perfumes de la dama de noche que se expanden por todas las sombras; súbitamente, las notas que salieron de la imaginación de Wofgang buscan una y otra vez nuestra complicidad en los conjuros. En las sombras, que apenas ofrecen resistencia al tililar de una bombilla, amarilleando a lo lejos su propio sueño. Imaginando el antiguo oficio de las velas. Con una danza ritual, rondó cortés que lleva una y otra vez a las concesiones mas diversas: ahora tu, ahora yo. Siempre, con una sonrisa de complacencia, con el placer rebosando la piel de los danzantes. Imaginarios muchas veces, como yo los imagino en este tren acalorado y lleno de humores de un día de intenso trabajo. Reales los más, en cuanto hay espacio, disposición y tiempo para marcar el rondó.
Hoy te traigo de nuevo a mi memoria, dulce compañía que siempre añoro. W. Amadeus me presta de nuevo su música para traer hasta aquí su serena música de ensoñaciones, en este lugar enterrado, entre negras sombras que no alivian ni el grillo ni los autillos. Por un momento, todo lo negativo desaparece y me encuentro entre las frondas, con la brisa acariciando mi cara y como suele ocurrir, imaginando nuevas noches de ensueño.

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