20090606

LOS ESTORNINOS ...Y MÁS.


Los estorninos de la plaza de Concepción Arenal me van a echar de menos. Subía cabizbajo por ella cargado con la cartera como un colegial, camino de la oficina. Posiblemente me pesaba más la soledad y la pelea por hacer bien mi trabajo que los menguados papeles que llevaba. Me echarán en falta también el del kiosko de prensa, que ya no me deseará buen día, luego de pagar el El País.

Las calles de Ourense han tenido una pasada por la democracia, y sin embargo, aun se resisten viejos y pétreos vestigios de la dictadura. Los vecinos son duros, estoicos, y tienen, en general, buen corazón. Me recibieron como al hijo pródigo y solo tuve rechazo de unos pocos, mas preocupados por sus pequeños dominios provincianos, acosados como están por su pésima autovaloración personal.
Largué una conversación interesente con Quique, el dueño de O Frade, enganchado como yo en el jazz y en el aprecio del saber vivir bien con las pequeñas cosas de la vida. Como los cafés tranquilos del sábado y domingo en El Café Latino, asomándome al mundo con el periódico. Las conversaciones del ambiente me acompañaban durante las soleadas mañanas de este invierno primaveral que disfrutamos. Aún escucho las pisadas en la piedra de las losas de la plaza Mayor, en el día de San Martiño, con los olores del alambique improvisado en la carpa que instalaron, llena de artesanos y recuerdos. Descubrí que el corte alcoholico lo hacen ¡a ojo!; ya me explico algunas cosas del caracter errático de algunos. En esa Plaza compré un domingo una moneda de Carlos IIII, que por unos pocos dineros, con ella, me guardé una parte de la historia del país. Echaré de menos mis conversacines con el Guaje, dándo vueltas a la república y a las desventuras y éxitos del Madrid.
Ourense llena de rumores de rezos y de pitanzas, musicada con el cristalino sonar del viño escanciado en las copas, generosas siempre, y nunca solas; con la compañía de tortilla, orellas o unas cremosas croquetas que hacían temblar los cimientos de la civilización.
Me vine con una incipiente tripa, preñado de la tristeza de alejarme de buena gente que hizo de mi vida en la ciudad un buen transitar por los días. Ata logo Ourense. Fabularé moito contigo. Mi sangre, sin duda gallega, hace tiempo te tiene muy cerca.

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