20090904

A LA SOMBRA EN LA RIBERA


El rumor creciente del agua que pasa sin detenerse ni un segundo llena toda la mañana de cristalina música que inunda toda la espesura. Veo al fondo la umbría de la otra ribera, donde una lagartija pasa rápido buscando los escasos rayos de sol que iluminan los musgos cerca del agua. Un jilguero repite su llamada y otros, a lo lejos, dentro de la arboleda, siguen con su frecuente comunicación. Cerca de mí, colgando sobre el agua una rama de fresno se balancea con la brisa y refulgen sus verdores con la claridad luminosa que le da el sol, destacando sobre el fondo oscuro del bosque. En la rama, una libélula acaba de llegar y se ha posado sin detener apenas sus élitros.

Miro al libro que dejé encima de mis piernas, cuando decidí dejar un momento de leer: no puedo evitar ver mis manos con la huella del tiempo marcada en ellas. Aún recuerdo con claridad la limpieza de mi piel cuando las manos apenas tenían once años. Entonces también me sentaba a la sombra de un nogal para leer, casi siempre para estudiar. Me paso una mano sobre otra para sentir el tacto una vez mas y no puedo evitar un pequeño suspiro propio de haber contenido la respiración mas de lo debido.

A la derecha, las ramas de un marzoleto están cargadas de flores en sazón y llaman a las abejas insistentemente; sube y baja con los pequeños golpes de viento que la brisa trae desde la sierra.
El blanco impoluto de las pequeñas rosas del manzano silvestre llama a la luz para su reunión permanente y hasta los pequeños insectos que tratan de sacar algo en limpio del ramillete de sus estambres hacen su oficio de libar con prisas y sin detenerse ni un solo minuto. Respiro nuevamente, como si fuera la primera vez que lo hago y reclinándome en la hamaca cierro los ojos para el descanso.

No hace mucho que empezó todo, pienso. Como si de un lunático fuera así me escucharon cuantos avisos dije en todos los sitios donde tuve audiencia. Trabajo baldío. Tal y como pensé al principio solo se tomaría en serio el asunto cuando se viera al cielo tronar como nunca lo había hecho, nevar de manera tan copiosa que, antes de terminar de limpiar la calle, ya estaba otra vez llena de nieve. Un viento helado que llenó los vidrios de las ventanas de súbitas cristalizaciones de hielo, ramificando su congelación, vino por fin a dar cuenta de la seriedad del clima que se habría trocado como no se esperaba. Una tonelada de agua en forma de nieve por metro cuadrado, y en algunos sitios dos, dio cuenta de los hundimientos en el llano. La nieve cubría por fin la desolación de una tierra exhausta que esperaba agua de otra forma. La nieve en un copo es leve como una pluma, pero su reunión en bloque puede ser demoledora.

El gran hundimiento se fue extendiendo por toda la llanura. El rugir de la tierra puso a los sordos, los que nunca quisieron oír el efecto de sus desmanes, en cura. Ya era tarde.

Estamos en el mes de julio y apenas cuatro semanas de templado sol nos visitan. El verano se termina con el rumor del agua que corre, extendiendose su música por la ribera. Los insectos cumplieron con sus previsiones y siguen viviendo después de haberse desplazado tanto. Tranquilidad en la ribera, solo los pájaros se atreven a conversar; como si no hubiera pasado nada.

1 comentario:

Lapali dijo...

Actualiza ya! Que estoy deseando disfrutar de otra lectura tranquila..