20131230

INCOMUNICADA



Salía Virginia del taxi que le traía de su pueblo y, en el momento de levantarse hacia fuera, se oyó un golpe metálico y dijo agachándose a recoger lo que se le había caído: - ¡qué devoro de móvil! El móvil yacía por un lado, la tapa de la batería por otro y la propia batería a metro y medio de donde estaba ella. La miraba un muchacho de unos veinte años que pasaba por allí y se paró para ver si la podía ayudar, cogió la batería y se la dio. – gracias. Dijo. Preocupada, montó el teléfono y trató de encenderlo y…nada. No respondía. –Jodeee que mierda, ¡buena la he hecho! ¿Y ahora que hago? – ¿Necesitas llamar? Le dijo el chico. -Te puedo dejar el mío… Ella le miró y estuvo pensando qué hacía, mirando para un lado y para otro con la mano desocupada en la cadera y con cara de gran fastidio. Miró al muchacho a los ojos y  (sin confiar en el ofrecimiento, y consecuentemente en él), sin aguantar la mirada, se volvió y dijo de manera súbita: - no gracias, ya me las arreglaré como pueda…- Como quieras. Hasta luego. Dijo él. Y se fue.

No hacía más que dar vueltas entorno suyo intentando dar solución al problema y lo único que parecía era que se iba poniendo mas nerviosa. Cómo le iba a decir a Luis, su novio, que le dijera donde quedaban. Después de la pelea que habían tenido, se les olvidó decir dónde. Sabía que iba a venir a la capital pero no sabía en que sitio. Llevaban varios meses sin verse desde que se fue a trabajar a Lucerna. Pero lo que más nerviosa le ponía es que ella tenía unas ganas enormes de arreglar todo y le había prometido que no apagaría el móvil más veces. Ya lo había hecho con él en más de una ocasión y eso había estropeado cosas. Por otra parte también estaba lo de su oferta de trabajo. Llamaron el día anterior y había quedado la empresa que  llamarían para concretar el lugar y la hora de la entrevista. Estuvo buscando en el bolso y no encontraba la nota donde estaba el domicilio, para intentar contactar con ellos. En la empresa de trabajo temporal, le dijo el nombre de la empresa donde iba a trabajar si la seleccionaban, pero estaba en la aplicación de notas del móvil, y la llamarían. En fin cada vuelta que le daba a las cosas se ponía más nerviosa y era incapaz de mantener el suficiente sosiego para buscar una solución. Cogió la agenda de su bolso y encontró el teléfono de casa de su hermano. Quizá le podía ayudar; llamaría… Se fue a buscar una cabina telefónica y después de preguntar a dos personas le indicaron donde estaba la mas próxima. Llegó hasta la plaza más cercana y fue directamente hasta la cabina. Abrió la puerta corredera y vio algo que la desesperó aún  más: el cable del auricular colgaba cortado. Salió y se fue a buscar otra. Después de preguntar fue localizando hasta cuatro cabinas y… todas, con el mismo resultado: inutilizadas. Una la ranura de las monedas atascada, otra sin línea, averiada, la tercera escupía las monedas y no se podía hacer la llamada, y la cuarta estaba totalmente reventada y con trazas de haber desvalijado el cajón de las monedas. – ¡Mierdaaaaaas! Dijo con un grito, soltando su desesperación.  Se quedó un momento llena de lágrimas sentada en el borde del murete del jardín. ¿Qué haría? Le pediría a alguien que le dejara su móvil. Y con su vergüenza en las costillas se lo pidió a una señora que acababa de hablar por el suyo. –No niña – le dijo, -no se lo dejo a nadie. Ya me lo han robado tres veces. Ves a una cabina.  ¿Cómo le iba a explicar a esa señora la mala suerte que había tenido, con la cara de mala leche que le puso? Así que siguió andando y lo intentó con una chica. Se lo dejó, pero en casa de su hermano no cogían el teléfono. Llamó a su amiga Laura y estaba, como siempre hablando con otra persona. No recordaba más  números de teléfonos, los contactos los tenía todos en el suyo. La chica tenía prisa y le dijo con cara de lamentarlo: - , tía, lo siento, pero me tengo que ir. No pudo rechistar, le dio las gracias. No era su día. Le dejaron otras tres personas el suyo y con el mismo resultado. Se fue a una cafetería, pidió un café y trató de tranquilizarse y pensar en alguna solución. No se le ocurría nada y estaba desesperada. Se puso las manos en la cara y rompió a llorar. Le pasó por la imaginación todas las cosas que hacía cuando no tenía móvil, y se dio cuenta que tenía mas posibilidades que ahora. Entonces llevaba una agenda con todos los teléfonos de sus contactos, allí anotaba todas las citas, las reuniones, y quedaba con Luis antes de irse a la calle o de separarse, si estaban juntos. Pensó que antes habría anotado el nombre de la empresa y la hora de la entrevista, porque no lo habrían dejado para una llamada telefónica y si hubiera sido así, se habría quedado en su casa esperando junto al fijo, como hizo más de una vez. Seguía llorando, y los suspiros que daban cada vez eran mayores. De pronto, le tocaron en el hombro. Era un hombre que le preguntó: - chica ¿te pasa algo? ¿Puedo ayudarte? Le contó su desventura y las desgracias que le venían encima si no contactaba pronto. Estaba incomunicada. Él la escuchó con detenimiento, y cuando terminó le dijo: -mira yo no llevo mi móvil en este momento, le dejé cargando en casa, pero lo primero que vamos a hacer es que me vas a dejar el tuyo para que lo vea, a ver que le ha pasado. ¿Vale? Ella sonrió y, complacida, sacó el móvil del bolso y se lo entregó. –Dices que se te ha caído y que desde ese momento no funciona ¿no? Ella asintió con la cabeza. –Bueno pues vamos a ver si se ha roto algo… Abrió el teléfono, sacó la batería y se le quedó mirando sonriendo. Luego cogió la batería, le dio la vuelta y la colocó en su sitio. – Enciéntelo y dale al  numero PIN. Lo hizo y el teléfono se encendió y se puso a cantar la musiquilla de su puesta en funcionamiento. – Muuuuuuchas gracias. Dijo recreándose en sus palabras. ¿Qué es lo que pasaba? – Nada, que con las prisas y los nervios pusiste la batería al revés. Y es que las prisas, solo son buenas para los delincuentes y los malos toreros…
Publicado en "La Tribuna de Ciudad Real el 21 de diciembre de 2013)

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