20150908

EL CAPITÁN EN EGIPTO


Urbicain. Domingo, 15 de septiembre de 1985.
 Llegué a París, al aeropuerto de Orly ayer por la mañana, a las ocho treinta.  Me esperaba Maurice Levallois Pinaud, arqueólogo y profesor en un colegio privado de Nancy. Lo conocí en Bruselas en un congreso sobre Arqueología. Él participaba en uno de los grupos. Siempre se interesó por los pequeños hallazgos de patrimonio histórico y artístico de especial valor. Pensaba que es importante advertir de ello en la educación cívica: se pierde la sociedad gran información sobre la historia. Nos pusimos en contacto cuando avisaron desde París a Maurice que había una pieza del antiguo Egipto que fue traída a Francia por un capitán de las tropas napoleónicas. Maurice hizo señas desde la abarrotada sala de espera cuando llegué con las maletas. Si no lo hubiera hecho, no lo reconozco. Había cambiado mucho su aspecto. Barba larga muy canosa, pelo largo con muchas ondas, que no recordaba las tuviera, lo hacían irreconocible. Detrás de tanto pelo estaba el Maurice que yo conocía. Jovial, agradable y muy inteligente. Me llevó del brazo hasta la cafetería del aeropuerto donde nos despachamos un café con varios croisants de mantequilla bien calentitos, acabados de hacer. Enseguida empezó a interrogar sobre mis experiencias en Egipto y pasó al asunto: - Alberto, aun no la he visto, solo me ha hecho una descripción un compañero del Louvre y creo que es una preciosa pieza que, al parecer, pudiera ser del faraón Jaba o Mesocris, según el nombre de Horus o de Manetón, de la III dinastía, y citado por Eratóstenes. – Pero eso es una noticia excepcional ¿No? Mesocris esta datado entre 2640 y 2637 antes de Cristo. Hay pocos datos de esa dinastía y mucho menos de Mesocris. ¿Cómo presuponen eso? – Si te digo la verdad no tengo ni idea. Pero lo que quieren de nosotros es que sigamos la pista del capitán de caballería que se la trajo de Egipto y sus descendientes, que tienen la pieza y la documentación. – Bueno, sigamos la pista, ¿no? –Claro, claro. Va a ser una investigación muy interesante.
Fuimos hasta el hotel que habían reservado y, después de asearme, le acompañé hasta el despacho del arqueólogo del Louvre, que tenía en la Universidad de la Sorbona. Estuvimos viendo el expediente de diligencias de investigación que había abierto en el museo y en él había copia de los documentos que la familia del capitán de caballería Antoine Fablet, -así se llamaba- que guardaban como un tesoro en su casa. Realmente, el representante de la familia era un profesor de Historia, Lambert Fablet, que vivía en el 8 de la Avenida Félix Faure de París, descendiente del capitán, los otros miembros de la familia eran dos viejecitas de ochenta y seis y noventa años, tías del profesor que estaban en una Residencia de las afueras de la ciudad. Sacamos copias de los documentos y hablamos de la pieza depositada por expreso deseo del propietario. Era un reposacabezas de bronce que figuraba un león en reposo y con una depresión en el lomo para poner la cabeza. Este objeto funerario era de una extraordinaria belleza. No es de extrañar la figura del león pues en la época en la que vivió  Jaba/Mesocris el Sahara aún era una fértil llanura en su mayor parte en la que habitaban todos los animales propios de la sabana africana y el león era considerado el más fuerte. En la base de la pieza había una inscripción en egipcio que hacía mención a la propiedad de Mesocris.
Esa noche en el hotel miré al cielo y no se veían ni Vega, ni Daneb o Altair. Eché de menos no verlas. Noches atrás estuve con ellas en la terraza de casa, pude ver completas sus constelaciones: Lira, Cisne y Águila; desde la habitación del hotel, leyendo las cartas y documentos que hablaban de la expedición del Napoleón a Egipto me acordé de ellas. El capitán Fablet, llegó a Egipto en la nave al mando de Villeneuve. Habían partido el 17 de mayo de 1798. Luego estuvo a las órdenes del Murat en la batalla de las Pirámides, cargando contra los mamelucos.  Una vez tomado El Cairo, una tarde que estuvo de permiso, compró la figura junto con otros recuerdos de cestería, en Asenet, un comerciante que vendía cualquier cosa para regalos. No le costó ninguna moneda, solo la cambió por un macuto de campaña que llevaba él para llevar sus pertenencias. Un dato para investigar: medidas en varas (70/10/40) y un camino real. Contaba en una de sus cartas que la figura del león, reposacabezas regio, le había inquietado más de una vez, porque se había despertado algunas noches con pesadillas terribles en las que veía el asesinato de un joven, al que degollaban y desangraban como a una res. En un dossier adjunto, el arqueólogo del Louvre, Thibault, decía que al parecer este es el motivo por el que el profesor  de Historia, Fablet, descendiente del capitán y actual poseedor de la pieza heredada de la familia, pudiera haberle movido para hablar con el Louvre y exponer su posesión para dejarlo en depósito en el museo. Había dicho que no quería tener en su casa ni un día más esa pieza, pues le trastornaba mucho, ya que una de sus hijas, de seis años,  tenía también las pesadillas que tuvo el capitán Fablet. Estuvo muy interesado Thibault, el arqueólogo del Louvre, en que le describiera la hija del profesor los detalles de sus pesadillas y sin que la niña hubiera leído las cartas del militar napoleónico. Inexplicablemente contaba la vida del antiguo Egipto con una gran cantidad de detalles, tanto de vestimenta como  descriptiva de los utensilios y su nombre que no podían aseverar si fueran ciertos o no, puesto hasta ese momento se desconocía casi todo de aquella dinastía tan antigua. Incluso, una noche, pronunció palabras que podrían corresponder al lenguaje del antiguo reino al que pertenecía Jaba/ Mesocris. Una noche la niña habló del nombre de Mesocris varias veces y finalmente caía en un llanto seco del que le costaba mucho salir hasta que no despertaba realmente de su pesadilla. En otros folios caligrafiados por el propio capitán Fablet, éste daba detalles de sus pesadillas, con expresión de la delación y traición que condujo al asesinato que veía en sus sueños.  Por todo ello el militar se dedicó en su vuelta a Francia al estudio de la historia antigua, localizando, en una biblioteca de Burdeos, documentación en la que Eratóstenes, científico del los siglos tercero y segundo antes de Cristo, amigo de Arquímedes, hacía mención a este rey o faraón del antiguo Egipto.
Al día siguiente, fuimos Maurice Levallois y yo al nº 8 de la Avenida Félix Faure, a saludar y cambiar impresiones con el profesor Lambert Fablet.-Hice investigaciones sobre  Jaba/Mesocris. Pero no encontré gran cosa – Nos dijo. Efectivamente, no sabía mucho que no supiéramos nosotros ya. Pero dio detalles de las descripciones que hacía su hija en sus pesadillas, que grabó y reprodujo en un dossier que era del que tenía copia.

Nunca sabré donde termina la ciencia y empieza la imaginación del cerebro. ¿O desconocemos realmente si éste nos advierte de la realidad? 
(Publicado el el diario La Tribuna de Ciudad Real el 5 de septiembre de 2015).

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