20150908

ENTRE EL VAPOR DEL TREN



El metro llegó hasta la estación de Delicias; se abrieron las puertas y Susana miró a un lado y otro: solo había una viejecita que llevaba un esportillo de esparto en el que asomaban largas hojas de unas cebollas. Se preguntó cómo llevaba eso a esas horas la buena señora. ¿Vendría de comprarlas?  Siguió su camino. Subió por las escaleras y ascendió al ruido de la calle. Compró dos cupones de los ciegos y los guardó en el bolso detrás del forro de satén. En el kiosco, que estaba cerrando, pidió tabaco, una caja de cerillas y el Informaciones. Los titulares decían: “Gromyko se entrevista con MacMillan para ir eliminando diferencias con los países occidentales” Pensó que aquello le interesaba poco, por no decir nada. Se fue a las páginas de sucesos y leyó una noticia breve: “Encuentran al asesino del crimen del estraperlista de Ciudad Real”. No había duda: el estraperlista era Dámaso. Acusaban del crimen a un habitual de la navaja que había trabajado en un desolladero. Había cometido, antes de esa acusación, ocho asesinatos. Todos ellos de gente sin un duro y que tenían una cosa en común: su carácter contestón. Seis mujeres y dos hombres. Pensó que hasta ahora estaba algo tranquila, después del tiempo que había pasado; ahora, con más razón, lo estaba  mucho más: caso zanjado. Mientras bajaba por el acceso de la Estación de Delicias, sorteando a dos taxis, se le acercó un joven con pantalón bombacho. –Señorita, perdone usted, ¿tiene hora? - Las nueve y cincuenta minutos. – Gracias guapa.  Se marchó sonriendo hacia la Estación.  Dentro, fue Susana hasta la Cantina. – ¿Me sirve un café con leche? - ¡Como no! –Dijo el camarero. -Ahora mismo.  La cafetera  Faema empezó a bufar mientras hojeaba tranquila el periódico. Esa tranquilidad apaciguó al revisor que la miraba con  cara inquisitorial cuando la vio sin equipaje. Al verla así, se atrevió a preguntar con  inusual exceso de confianza, como si se tratara de una amistad del barrio: ¡Qué! ¿A Lisboa de vacaciones? – Ella le miró a los ojos y contestó muy escueta: -Algo así. Sonrió y fue bastante para cerrar las dudas de aquel hombre avinagrado. Siguió por el andén y al pasar junto a la máquina del tren, entre el vapor que desprendía, vio salir del otro lado al muchacho de pantalón bombacho que la abordó antes. Con una amplia sonrisa, dijo al pasar a su lado: - ¡Hola!.  Subió a su vagón de  Wagons-Lits Cook y se arrellanó en el asiento del departamento. Las camas aun no las habían bajado y seguían escondidas en las paredes laterales. Se quitó los zapatos de tacón y movió los dedos de los pies: empezó a sentir un espeso sueño. A los cinco minutos estaba dormida cabeceando sobre su pecho. Levantaba la cabeza con cada golpe de vencida y hacía como si quisiera despertarse; pero los párpados apenas llegaban a levantar todo  su recorrido. Soñaba con su viaje de escapada que años antes hizo hasta Madrid huyendo de Dámaso, o mejor dicho, de su vida en aquella casa oscura de la calle de la Palma, donde la exprimían hasta el alma. Con el choque de las uniones de los vagones despertó: el tren se ponía en marcha. Eran las veintidós horas cuarenta minutos y por la megafonía anunciaban la salida: Tren  408, con destino Badajoz y Lisboa esta procediendo a su salida. Pocos minutos después una noche negra envolvía al tren y decidió ir al coche Restaurante a tomar algo. Sentada en la mitad del vagón, pidió al camarero el menú y más tarde daba cuenta de una tortilla francesa con copa de vino tinto y un crujiente pan que le devolvieron los ánimos abandonados. Se decía: “Susana no seas tonta, se supone que te vas lejos para emprender una nueva vida, ¡anda chica déjate de tristezas y anímate!, Tienes pasta para vivir como una reina durante un buen tiempo y el idioma portugués no es tan difícil; además mujer, los portugueses nos entienden a la mil maravillas. ¿No es eso lo que dijo la señora Marcela?” después de las consideraciones que se hizo, y de la cena que terminó con un flan casero y un whisky con hielo,  se fumó un Reno mentolado que le dio entretenimiento, mientras veía subir las volutas de humo. Se iba a levantar para ir a su departamento cuando vio llegar hasta el comedor al muchacho que había visto en la Estación. Se acercó sonriendo y con toda naturalidad se dirigió a ella: - Hola otra vez chica guapa, perdona si te molesto, pero si no tienes inconveniente, me gustaría convidarte a una copa, ¿te apetece algo? Ella le miró sonriendo y después de estudiarlo detenidamente le contestó: -¿Porqué no? Un whisky con hielo. – ¿Alguno en especial? No, con que sea escocés, me vale. No me gusta esa mierda americana que hacen con carbón vegetal.
Se sentaron los dos juntos y, antes de que les sirvieran, estaban hablando directamente: - ¿A dónde vas? ¿A Badajoz? – No, a Lisboa. Mi madre es portuguesa y vive allí. Yo nací en Madrid, pero nos fuimos a vivir a Portugal cuando murió mi padre. Él tenía pasta y mi madre, que heredó lo mas gordo de su patrimonio, decidió que nos fuéramos a Lisboa: allí es donde vivimos. Cuando cumplí los diez y siete me mandó a estudiar Derecho a la Complutense de Madrid, donde estoy durante el curso en un Colegio Mayor, pero ahora que han suspendido las clases por no sé qué fiesta o por obras, o por las dos cosas; que yo no me quise enterar bien, tengo unos días para juntar con el fin de semana y me voy a Lisboa. Estudio el cuarto curso así que el año que viene, si se me da bien, y créeme, hasta ahora voy sacando los cursos sin especial problema, terminaré la carrera y veremos qué es lo que hago, si… oposiciones… o me dedico a hacer el burro como abogado. ¿Y tú, chica guapa, vas a Badajoz? – No, - Se rió con ganas – Tampoco voy a Badajoz, también voy a Lisboa. Me voy a ver cómo se vive allí. Estoy cansada de dar tumbos en Madrid. Tengo lo suficiente para empezar y aguantar un tiempo y ya encontraré un trabajo con el que vivir. Para mí todo va a ser nuevo y algo de miedo me da, pero no me acobardo nunca por estas cosas. Bueno si no te parece mal, te doy mi teléfono y quedamos en Lisboa. Te voy enseñando la ciudad y las cosas de allí.  - ¿No eres muy joven para salir con una mujer bastante mayor que tu? – Bueno a mí no me importa, y si a ti no te importa tampoco, a los demás que les den. Me caes muy bien, y me gustas mucho. No solo porque eres muy guapa, sino  sino porque eres inteligente, tienes ese aire tristón que llevas como si el mundo te fuera totalmente ajeno. Pareces buena persona. Eso, para mí, es una manera de que parezcas atractiva que, junto con las piernas tan bonitas que tienes, no creo que haya nada más que me atraiga más. – No, ¡si el chico no se corta! – Dijo como si se lo explicara a alguien imaginario.-En otras circunstancias y con otra clase de hombre, y tu, parece que lo eres,  me resultaría desagradable, pero contigo, no sé porqué, me caes bien, muy bien. Eres natural, inteligente y sin complejos. Me gusta.

Estuvieron hablando de sus cosas durante una hora y luego se retiraron a sus apartamentos. Hasta que él, llamó al suyo y pasaron la noche juntos. Nunca el trayecto Madrid-Lisboa se hizo tan corto. 

Publicado en el diario La Tribuna de Ciudad Real el 28 de agosto de 2015) 

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