20050905

DE LA VIOLA DA GAMBA


En las recogidas habitaciones donde se hacía prender la música en el siglo XVI, artesanos constructores de instrumentos de música, luthiers, tomaban maderas escogidas con esenciales aromas de muy preciados árboles para dar forma a las delicadas cajas de resonancia donde la llamada viola da gamba daba su voz con enorme dulzura. Tres piezas de madera de abeto en finas lonjas que respetaban mas enteras las vetas, normalmente daban cuerpo a la caja y con madera de arce y delicada atención, se dibujaba, se perfilaba el puente. Otros como el maestro Estradivarius llegaban a construirlas con madera de frutales. Desde entonces suenan con su dulce voz en los lugares donde se acaricia la música; se da un muy dulce y directo lenguaje de sentimientos, de sensaciones.
Desde Bizancio, o a través de la extraordinaria cultura árabe de Al Andalus, desde le Califato de Córdoba, la cultura europea conoció los instrumentos de cuerda que fueron el antecedente de la viola da gamba. Se conoce así porque se sitúa entre las dos piernas, como el violoncello. Tiene seis cuerdas, a veces siete (la francesa) y se afina como la guitarra, sus orificios de resonancia tienen forma de “C”; el violoncello con cuatro acordes sin trastes sus orificios de resonancia tienen forma de “S”. La viola da gamba simula la voz humana, unas de mujer, otras de hombre, de forma cálida y directa. Marin Marais maestro de la viola da gamba escribió, dibujó, interpretó, con ella hermosos poemas en los que llegan hasta lo más profundo de nuestros sentimientos y sensaciones, en un continuo coloquio quedo, confidencial, propio de entregas muy personales y donde la humanidad de los interlocutores se abre como una flor recién nacida. Es este instrumento un medio delicadísimo que nunca levanta la voz, ni siquiera cuando esta expresando las emociones más fuertes, más intensas.
Amanecer oyendo la viola da gamba el ánimo se expande hasta el infinito, surge de la vibración de las cuerdas la máxima expresión de la sinceridad que duele oírla en tan alta emoción, en pureza de expresión impropia de un mundo en el que la sinceridad tiene tan baja estima, tan poco aprecio, que anda en su deambular mísero buscando un lugar donde habitar, sin que sea huésped incómodo o rechazable por lo que ahora se llama “políticamente incorrecto”. La viola da gamba es una extraordinaria amante para los enfermos crónicos de soledad. Sus caricias de sincera afición hacia el solitario, compensa las vejaciones que trae las embestidas de la ceguera funcional. Marin Marais, me estuvo diciendo estos días muchas cosas. Desde el siglo XVII su voz me trajo unas cuantas sentencias de curtido y sincero sentimiento. Es extraordinario comprobar como las imágenes que pudo ver este músico, con sus ojos, bien en Paris, o en Versalles, cuando tocaba para Luis XIV de Francia, cerca o en los propios jardines, nos lleguen entretejidas con las finas tramas de una fantasie, allemande o courante.
La viola da gamba, con energía súbita, con la sensibilidad de una bello poema deshace el complejo que me imponen cuando tengo que defender lo que considero correcto y legítimo, y me lleva de la mano hasta confirmarme lo que ya sabía: los problemas son tercos, nosotros no. Por muchas vueltas que les demos siempre están en donde los encontramos, en su sitio, hasta que decidamos darle solución. No hay mejor arte en este país que darle preciosas vueltas a los problemas, adornar su evasión hasta hacer que parezcan que se fueron, pero siempre están allí. Esperando a ver si somos capaces de darles solución. Con una danza repetida de manera delicada por la viola da gamba, contestada por otra, observando el dulce y mimético balanceo del arco, y las manos del músico acariciando con energía y precisión las cuerdas, la vida recobra su claridad, la que se ve en noviembre cuando se va disipando la fría niebla.

1 comentario:

Emejota dijo...

El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.