20140907

LA EXPEDICIÓN


No lo recuerdo bien hijo, ¿pero… parece que fue ayer cuando subí con los compañeros en la expedición al Everest? No, no digas nada, se que no estoy en buenas condiciones pero tengo ganas de contártelo si  tienes tiempo.
 –Claro padre, claro que tengo tiempo, voy a estar contigo toda la noche  aquí en el hospital y posiblemente algunos días mas, así que si es tu gusto, cuéntalo. Pero si te fatigas, déjalo para después ¿vale? Ya sabes que no estas muy bien. - De acuerdo. Mira, he quedado muy quebrantado con las heridas que me hice, pero me estoy recuperando muy bien, solo que los pulmones marchan regular ¿sabes? Te cuento: Creo que fue el jueves 26 de marzo cuando llegamos a Katmandu. Veníamos desde la India viajando en tren. Allí en la capital del Nepal, a la montaña los nepalíes le llaman Chomo Lungma,  que quiere decir Diosa madre de las nieves; el nombre de Everest se los pusimos los británicos en honor de John Everest, geometra y coronel, quien supo calcular su altura: 8.848 metros. En la expedición íbamos, Edmund Hillary, Charles Evans, George Lowe, Wilfrid Noyce, George Band, Tom Bourdillon, Charles Wyllie, Michel Westmacott, Alfred Gregory y yo que me uní a ellos para contarlo. Como referente teníamos la experiencia de la expedición suiza que el año anterior se quedó a doscientos metros de conseguir llegar a la cumbre. Cuando estás en esas alturas y con las enormes moles de hielo y roca que te rodean, un metro es una distancia que hay que tomarla con mucho cuidado…
Mientras esto decía mi padre, llegó el médico para su visita diaria y había estado en la puerta un momento escuchando el relato suyo con cara de asombro. Le hizo la observación diaria y se despidió, no sin antes despedirse de mi padre con cara de admiración.
Nada más irse el médico, mi padre, que para eso si le prestaba la memoria, reanudó su relato en el punto que lo dejó: - Los sherpas que nos acompañaban no eran los 14 de la expedición suiza, sino muchos más: 400 porteadores y 30 sherpas. Estos, son de allí y grandes montañeros del Nepal. El equipamiento era bastante completo. La decisión de afrontar el desafío vino como consecuencia del reconocimiento que hizo de la vertiente sur Eric Shipton, el más grande explorador de la montaña. El campamento base lo pusimos en el glaciar Khumbu, a 5.364 metros. El viento y la nieve, que se presenta en cualquier momento y hace de cualquier movimiento un hecho heroico. El glaciar no hace más que hablar y roncar, de los grandes bloques de hielo, como un edifico de cinco plantas, al quebrarse hacen parecer que la tierra entera se esta rompiendo, enormes grietas aparecen donde antes solo había hielo macizo. Impresiona oírlo la primera vez, luego te vas acostumbrando (o eso creemos), pero detrás de una rotura puede estar la tragedia. Todos llevábamos equipamiento, escaladores y sherpas incluidos: equipos de oxígeno, material de escalada y víveres. El 21 de mayo, el callado Hillary y el sherpa Tensing, seguidos de Wyle y catorce sherpas, alcanzaron el collado sur, donde tres días más tarde llegaron Bourdillon y Evans, que formaban el primer grupo de subida a la cumbre. Tuvo que volver este grupo a cien metros de la cumbre por el empeoramiento del tiempo, su agotamiento y el oxigeno escaso. De vez en cuando aparecían nubes densas sin avisar y la amenazante sombra negra de los monzones se nos podía venir encima. Pero no, solo eran nubes. Al collado sur llegaban los sherpas en mejores condiciones que nosotros, ellos viven en la montaña, han nacido allí y la carencia de oxigeno no les afecta tanto como a nosotros. El 22 de mayo los porteadores alcanzaron el collado, azotado por un viento duro, frío y hacía todavía más inhóspito aquel lugar desolado. Había restos del campamento suizo que el año anterior había estado allí. El viento levanta el polvo de nieve y lo lanza cuesta arriba como si quisiera deshacer la montaña. El equipo de oxigeno que se experimentaba, en circuito cerrado que tornaba en oxigeno la respiración, pudo ser una ventaja adicional en algunos momentos. Después de la bajada del primer intento con el grupo de Tom Bourdillon, cuando el siguiente grupo iba a partir, a Hillary se le congelaron las botas y hubo que descongelarlas, Tensing fue mas listo; durmió con ellas puestas. Eso retraso la partida. El 28 de mayo, Hillary iba delante cavando escalones en el hielo y sujetando la cuerda de seguridad, lo que hacía bien y con detenimiento, eso me contó Tensing; hacerlo con prisa puede costar una caída de más de 3000 metros, y la muerte segura. A las doce ya se les veía desde abajo y estaba encarando la cumbre, hicieron noche en la tienda y a la mañana siguiente hacía buen tiempo. En la última cresta tuvieron que ser muy precavidos; pero no todo era malo: en el camino encontraron bombonas de oxígeno del equipo de Bourbillon que aun tenían carga, era una ayuda adicional. Fue Hillary el que vio una hendidura que hacía menos peligroso, sin dejar de serlo, el último obstáculo para llegar hasta la cumbre. Los diez kilos de equipo que llevaban a las costillas, y a casi 9.000 metros de altitud, hacía muy complicado subir. Los grampones con sus pinchos, clavados en el hielo, les daban seguridad; fueron de gran ayuda para los pies y agarrarse en la nieve de la hendidura. Con una mano clavaban el piolet en la pared para sujetarse. Una vez arriba, Hillary le echo la cuerda a Tensing para subirlo. Ese paso por la hendidura, desde entonces se le llama el Paso Hillary. Finalmente la montaña se hizo menos empinada y se dieron cuenta que estaba a mano. A las 11.30 llegaron a la cima. Los dos, Hillary y Tensing. Luego la política y la prensa especularían sobre quien habría llegado primero a la cumbre. Desde allí veían la redondez de la tierra, allí si estaba el mundo a sus pies. Se estrecharon la mano y se dieron un gran abrazo. Los dos habían llegado por primera vez a la cumbre del Everest.

Cuando llegó a este punto, mi padre estaba llorando de emoción. Siempre lo hace cuando lo cuenta. Fui al cuarto de control para pedirles agua a las enfermeras y allí estaba el medico que visitaba a mi padre. Al verme se me acercó y preguntó: - El relato de la expedición que cuenta su padre, ¿fue hace mucho tiempo? – Sí, la expedición que cuenta mi padre fue en 1953: la primera ascensión al Everest, pero no todo es cierto. Mi padre desde hace algun tiempo, desde que la cabeza se le va de vez en cuando, cree que él estuvo allí, pero no es así, él solo ha subido, porque es muy montañero, varias veces a La Pedriza, en la sierra de Madrid, pero siempre tuvo pasión por el montañismo y es un experto en la expedición del Everest, se la estudió muy bien, ha terminado creyendo que él estuvo allí. Pero no se preocupe, él es feliz con eso, y yo le dejo que lo cuente como y cuando quiera.
(Publicado en el periódico "La Tribuna de Ciudad Real" el 6 de septiembre de 2014).

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