20140922

LA MANO INVISIBLE


Urbicain. Domingo 14 de febrero de 1988.

El lunes 11 de enero, me llamaron a casa desde la Universidad de Coventry; era Franklin Freeman, el titular de la cátedra de Psicología, que trabajaba en un dossier de parapsicología; me dijo que precisaban mi ayuda para hacer una investigación en la calle de Toledo en Madrid, en el lugar donde estuvo el domicilio y murió un embajador español en Londres. No sabían el lugar concreto donde estuvo la casa del embajador, ni estaban seguros de quien se trataba, y habiéndole  hablado de mi, los compañeros ingleses de arqueología, interesaban que les visitara. Franklin tenía un buen castellano y no fue en absoluto difícil entenderse con él, en otro caso habríamos tenido problemas, puesto que yo no estoy muy puesto en el ingles técnico, solo en el coloquial. El asunto provenía de la experiencia de una médium con la que estaban trabajando en un proyecto de parapsicología, y en la que, al parecer, habían obtenido un corto texto de escritura automática dictada por aquel embajador. Me envió el billete de avión y el miércoles siguiente estaba en Coventry en el despacho de Franklin. – Bueno Alberto, te explico en resumen lo que hay en marcha, -dijo sin mas preámbulos: hemos estado trabajando con una médium, Angie MacAdams, que nos dio aviso pues estaba recibiendo información, en estado alfa de vigilia, ya sabes, este tiempo intermedio entre la vigilia y el sueño, que se materializaba en escritura automática, que como sabes es la que dicta un ente, posiblemente persona fallecida, dirigiendo la mano de la médium. Si, veo por tu cara que te suena algo extraño, pero, créeme, la hemos sometido a varios controles y efectivamente estaba el ese estado, prácticamente inconsciente y solo se apreciaban algunos pequeños impulsos en su cuerpo, y la mano izquierda (es zurda) totalmente quieta y con la derecha, que conscientemente no sabe escribir con ella, y sin embargo escribía con esa mano, con soltura, en lo que hemos comprobado era castellano de la época. El ente se identificaba como caballero al servicio del Emperador y embajador en la corte de Enrique. Al iniciar el texto lo fechaba en el día cuatro del Señor del mes de mayo. Como es natural esta fecha hay que tomarla con el calendario Juliano, puesto que desde 1583 aplicamos el Gregoriano. Pues bien, el texto decía después: …Retornado en mis aposentos, en la Villa de Madrid,  en la calle de Toledo, quebrado por los años, en soledad tomo el manuscrito como propio, pues de mi mano salió… Luego en otra sesión escribió: …el señor mi amo, puestas las manos al cielo y los ojos que casi nada se le parecía sino un poco de blanco, comienza una oración no menos larga que devota, con la cual hizo llorar a toda la gente como suelen hazer en los sermones de Pasión, de predicador y auditorio devoto, suplicando a Nuestro Señor, pues no quería la muerte del pecador, sino su vida y arrepentimiento… Y eso es lo que tenemos. – Pues no es mucho para la averiguación, tanto del embajador como del lugar en la calle de Toledo donde debió tener su casa, pero vamos a trabajar en ello, pero del texto que me has leído, se puede llegar a la conclusión de que podía ser un alto personaje del siglo XVI, puesto que si estaba al servicio del Emperador, podía estar refiriéndose a  Carlos I o a Felipe II de España y habrá que deducir cuales de los embajadores de España en Inglaterra podían encajar en los demás datos que sabemos. Así pues, dame una copia de el texto de lo escrito por la médium y ya te diré que es lo que saco de las investigaciones que hago, tanto con la Universidad Complutense, en su Cátedra de Historia, como en el archivo del Ayuntamiento de Madrid, en el que he de ver qué inmuebles del siglo XVI había en la calle de Toledo y quien podía ser dueño de alguno de ellos, y que fuera persona destacada. Me despedí de Freeman y, de vuelta a Madrid, hice mis indagaciones. El embajador de España en Inglaterra en aquellas fechas, y tenía que ser la del emperador Carlos I, que coincidió con el principio del reinado de Enrique VIII de Inglaterra, de entre los veinte que tuvo en aquellos años, era posiblemente don Diego Hurtado de Mendoza, hijo del conde de Tendilla y nacido en Granada. Hombre muy culto y de gran formación tanto militar como política. Fue embajador en Londres entre 1537 y 1539. Y digo esto porque en los archivos del municipio, se localizó la casa donde murió don Diego en 1575, por efecto de una pierna gangrenada en su casa de la calle de Toledo. Respecto a el texto segundo que escribió la médium, se hizo especialmente difícil su identificación y a que se podía refererir, por lo que tuve que pedir ayuda al titular de la cátedra de Historia de la Complutense, que, muy interesado por la historia estuvo indagando en los archivos del Escorial donde había numerosa documentación de la época, sin excluir la de los que se referían a los que tuvieron que tener relación con don Diego en sus últimos años de vida. Así pues se llegó hasta localizar en el Archivo Histórico de Protocolos y el Histórico Nacional, documentación de Juan López de Velasco que intervino en la Corte de Felipe II y se le encargó de la administración de la hacienda de don Diego Hurtado. Es sabido que el rey quería tener la biblioteca de don Diego; por eso y quizá por alguna cuestión de celos, le tuvo desterrado en la guerra de las Alpujarras. Pues bien, López de Velasco tuvo en su mano la publicación y “corrección” (la adaptación para pasar el filtro de la Inquisición) del Lazarillo de Tormes; y él tenía entre los papeles de Hurtado de Mendoza el manuscrito del Lazarillo. Estuve buscando entre mis libros el texto del original libro, presuntamente de autor anónimo, y en unos de sus capítulos encontré integro el texto que comienza: … el señor mi amo, puestas las manos al cielo… Así escribí con mis conclusiones que confirmaban el nombre del embajador y la relación con el fragmento del Lazarillo de Tormes a Franklin Freeman, rogándole que comprobara si la médium conocía el lazarillo de Tormes y si lo había leído. Contestó, agradecido, asombrado y muy contento de las coincidencias, y me seguró que la médium no tenía ni la mas remota idea que era el Lazarillo de Tormes y al decirle que era un libro, mucho menos haberlo leído. Asi pues, pudiéramos tener un indicio de quien fue el autor de tan ilustre obra.

(En este año de 2014, la  paleógrafa Mercedes Agulló (Madrid, 1925) ha hecho un studio muy fundamentado sobre esta autoría, en la que se basa esta ficción).
(Publicado este relato en el periódico "La Tribuna de Ciudad Real" el 20 de septiembre de 2014).

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