20080712

SUCEDE; CON APOLLINAIRE


En la Provenza el aire viene de lejos y ya ha pasado varias veces por mi tierra. Sucede que hay pequeños puentes desconcertantes. En ellos se invita a la salvación permanente y no descartan el peligro. Sucede que mi corazón late por ti. (Decía Apollinaire desde su puesto en vanguardia). Sucede que una mujer avanza triste por la carretera. La veo y la vuelvo a ver: es una visión recurrente. Sucede que hay una hermosa casa de campo en medio de un jardín. Permaneciendo en el recuerdo, siempre en el recuerdo. Sucede que seis soldados se divierten como locos. Siempre la guerra es ajena a la gana de vivir. Sucede que mis ojos buscan tu imagen. La referencia en la soledad es siempre los ojos que nos ven, que nos miran. Sucede que hay un soto encantador en lo alto de la colina. Mirando desde sus árboles, allí siempre, cómo pasamos, observando cómo nace el sol y como decae con las brasas agotadas por el frío de la noche que va llegando. Y que un viejo militar de la reserva mea cuando pasamos. Solo el soldado que estuvo en la guerra tiene ganas de mear viendo a otros con el orgullo subido. Sucede que un poeta sueña con la Pequeña Lou, pequeño lobo suelto exquisito en ese gran París. Allí sueña casi todo el que está, vecino o forastero, se desgranan los sueños como las granadas en sazón, explotando lentamente derramando su rojo vital. Sucede que hay una batería en mitad del bosque. Esperando escondida presta a hurtarnos la luz de las estrellas. Sucede que un pastor apacienta sus ovejas. Es lo que hacen los sensatos en tiempos de paz y guerra. Sucede que mi vida te pertenece. No hay mejor destino para la vida que desposeerse de ella en manos de quien la quiera cuidar. Mejor no lo haremos nosotros. Sucede que mi pluma fluye a chorros. Escribir es el salidero: por ese conducto se alivia la carga. Sucede que hay una cortina de álamos muy fina. Verde talar con el que se viste el camino. Sucede que mi vida pasada ya ha pasado del todo. Ahora todo debe estar presente. Sucede que hay callejuelas de Menton en las que nos amamos. Y el aire de la Provenza recorre las calles de mi ciudad, como el de aquí se hace el nuevo en aquellas calles de Menton. Sucede que una niña de Sospel fustiga a sus amigos. Como aquella niña que me escarnecía en la panadería donde cocía mi madre las tortas. Sucede que yo guardo mi fusta de cochero en mi saco de avena. Como guardo yo mis plumas cargadas de oscura tinta en el estuche. Sucede que hay vagones belgas en la vía. Todos parecerían guardados en Bruselas en la Gare du Nord. Y sucede mi amor. Mi pulso aún me anima por el alba. Sucede toda la vida. Sucede. Para adorarte. Si, sucede.
Foto: Menton, Provenza francesa.(Astrored)

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