20080705

Un sueño, el pulso del día





Al alba, suena el despertar con la música de una melodía nueva y vieja, que nunca dice cómo es ni de donde viene. Las luces del amanecer se acercan descalzas, quedo, por la línea del este. Traen en sus alforjas el brillo del cobre de un caldero sideral que va refulgiendo cuando recupera las fuerzas perdidas por las tinieblas de la noche. Los vencejos que miran con sus ojos cargados de la luz de las doradas arenas de África, ignoran mi viaje diario al centro de la confusión, de la ciudad ennegrecida y ruidosa, antaño villa gentil de conocida hospitalidad que aún guarda alguna. Mis pasos marcan los segundos nuevos de los días que voy viviendo con toda la dignidad que soy capaz de recoger con mis manos tocadas por el tiempo. Me las miro y, en la piel, encuentro las líneas de cuanto he escrito y dibujado con el corazón saliendo por sus poros. El traslado en coche, en tren, y otro metido en un socavón, tiene mucho que ver con el rapto que nos dejamos hacer a diario a requerimiento de la necesidad de vivir con el paso que marcan los tiempos y la fortuna. Con el riesgo del vértigo de las máquinas es fácil mirar a lo que mejor y más bueno he hecho: mis tres hijos. Ahora sigo empeñado en despertar todos los días y compartir mis sueños con quien todos los días sueña conmigo, y, sin embargo, sonríe y confía.
Los viejos proyectos de juventud en los que me empeñé con la república, aun permanecen vivos, recogidos en mi almario. Ahora para mi es tiempo de recoger las velas y dejar que los vientos del norte me lleven hasta las ínsulas mas tranquilas. Vienen a mi cabeza nuevas formas que capturar con el trazo de un lápiz o dejar mas dulces manchas de pintura sobre una tabla en blanco que sueña con ser el principio del Universo.
La luz va saliendo en un blanco lienzo a golpes de pensamiento. Como las luces del alba que desde el despertar me dicen que estoy todavía vivo.

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