20080727

JOSHUA REDMAN LIVE

En el Paraninfo de la Universidad de Ciudad Real, lugar de la Mancha de cuyo nombre, en este caso, sí quiero acordarme, no hace mucho, actuaba Joshua Redman y la Elastic Band. Cuando un hombre desarrolla un trabajo o actividad con resultados próximos a la perfección, y sin que para él suponga un esfuerzo importante, reconocemos que se trata de un artista en el sentido más sublime de la palabra. Redman es de los músicos que ha nacido para la música, para el jazz y sobre todo para el saxo que es una prolongación de su garganta. Con una embocadura sensacional, y un sentido del ritmo y la cadencia extraordinarios, desborda su imaginación para crear mil y una melodías que dan rienda suelta a su especial personalidad. Tiene unos pulmones como el fuelle de una fragua y sin embargo es capaz de sacar sonidos hasta con su aliento. De esa manera, bailando nerviosamente sus dedos sobre los registros del saxo, alienta frases que van, desde el susurro hasta el más fuerte y desgarrador grito. Enseña su interior con sugerencias de soledad, amor, tristeza, amistad e incluso ira, definidas como se hacen en la expresión musical, con un concepto abstracto materializado por las notas, el timbre, con la intensidad de las pausas.
El Joshua Redman que recuerdo, magníficamente acompañado por Sam Yahel, en Hamond B3 y teclados, y Jeff Ballart, en la batería, se presentó con un jazz nuevo, con los ingredientes acústicos que facilita la técnica electrónica, a los que sacó un bello resultado. No solo hace el clásico juego de la improvisación, sino que desarrolla descripciones, relaciona emociones en un marco paisajístico musical, que a veces se antoja natural, y otras de típico paisaje urbano, con amplísima profundidad, lejanía o altura. Llega a brillar con limpísima ejecución de saxo con las composiciones que hace, con la colaboración de Yahel; y un buen trabajo del batería. Desde su sólida iniciación de bop, y con algún reflejo de bossa inundó el aire del Paraninfo de melodías encadenadas como tornados, siempre con la mano firme en el saxo que formaba parte de sí mismo. En los solos destacaron los dos miembros de la llamada “Elastic Band”, teclados y percusión. Pero como desaparece la niebla de noviembre con la tarde, así desaparecieron los dos elásticos cuando empezaba a sonar el saxo de Joshua. Incluso cuando tomaba el saxo soprano para aventurarse en más cercanas sensaciones. A veces se quedaba solo, y no por el trámite habitual del jazz de esparcimiento del instrumentista, sino porque necesariamente él deja sin sitio a los demás. Sería un error permanecer cuando el virtuoso se muestra. Especialmente en aquella variedad de graves, combinados con agudos, de imposible factura, y definición única, al parecer no es la primera vez que lo hacía. Aquella noche mágica fue de las que no se olvidan fácilmente recordando buen jazz.
El festival ha desaparecido, y no creo que vaya a volver mientras los asuntos de la cultura no se traten de otra manera por estas tierras. Solo queda la nostalgia y el compact para volver a sentir el timbre del saxo de Joshua haciendo vibrar los sentidos, camino cierto para el placer de vivir intensamente.
(Foto:Wiki commons)

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