20151204

AQUÍ EN STAFFIN



No me acuerdo cuando vine aquí, sé que traía todo lo que dijeron como necesario y algunas cosas más que yo considero inseparables. No sé porqué me acordé de mis viajes por la Nacional-536 y la N-120, por Carucedo, O Barco o Quiroga. En esos momentos sentía el olor a caldo gallego o a cocido revocando desde las chimeneas sus vapores por el viento. Poco tiene que ver con esto. No veía apenas población alguna en bastante tiempo y solo alguna casa aislada de vez en cuando.  Ben me trajo en su Land Rover de 1964. Duro como las piedras pero  marchando como el primer día, como suele decir él. Buen chico Ben. Fue él quien me recomendó para venir aquí. El profesor Dristan MacAllan colaborador de la Universidad de Glasgow hizo el resto. Por mis estudios sobre el Atlántico me invitó a colaborar con él. Me ha proporcionado el dinero para la asistencia técnica, con él podré estar aquí un año mínimo haciendo el trabajo. El bamboleo del coche adormecía y parecía soñar el viaje. Dentro del coche, caliente, pero fuera: un día de perros. Lo tenía limpio Ben, muy limpio y daba gusto viajar con él. Llegamos hasta Staffin, Ben me dejó en el hospedaje hasta que encontrara otra cosa: en Hallaig Guest House, una casa nueva. Subí a la habitación y después de descargar la vejiga me asomé por el lucernario que daba luz detrás del inodoro. El verde oscuro de la cubierta vegetal, propia de las islas Hébridas, llenaba todo mi horizonte: tierra de fría estepa, de hielo y nieve. El cielo en ese momento estaba tranquilo, pero el servicio meteorológico  decía que iba a empeorar. Coloqué mis cosas, salí a dar una vuelta y debía presentarme a la gente con la que iba a vivir en Staffin, son pocos. No tardé en recogerme  con los primeros vientos fuertes. El mar se oía fuerte por toda la bahía. Pensé que en la casa era en el único sitio donde tenía que estar. Las cuatro y media de la tarde; cualquiera de mi tierra habría pensado que estábamos en las nueve de la noche, o quizá más. Cené un poco de caldo y me acosté enseguida. Antes de cerrar los ojos di una última lectura al monitor donde tenía la recepción de lecturas de las boyas que me habían encomendado. Aparentemente estaba dentro de lo normal en un día de temporal. Encendí las alarmas de sonido y me acosté. Pensé en ella, en Julia. Terminé dormido.

-Parece que te ha gustado esta isla, Bieito, quedamos a las siete y ya son y media. ¡Levántate gandul! ¡Venga! Era Ben. Me dormí más de la cuenta. Fui rápido a la ducha y tomé un poco de café caliente con una tostada. Mientras, miraba la pantalla con la lectura de las boyas. Había en el panel una mayoría de ellas de color naranja, estaba dando los datos de una bajada de temperatura muy apreciable. Mientras estaba tomado notas y sacando una copia con la impresora sonó la primera alarma. -¡Ben, mira esto, acaba de saltar una en rojo! Llegó corriendo y nada más verlo me miró con ojos asustados. –Bieito ¿es lo que estoy pensando? – Sospecho que sí. Tendremos que llamar a Dristan. – Sí; prepara los datos, yo me ocupo de recopilar los de esta noche para ver la evolución. Saltaron en rojo mas de la mitad.
Cuando pusimos la televisión avisan que  en una extensa zona en el Océano Atlántico norte había una anomalía fría de temperatura superficial que ha llamado la atención de los climatólogos de todo el mundo. Confirma nuestras muestras y el pronóstico. Un brusco descenso de la media en estas fechas; se situa bajo Groenlandia e Islandia. La National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) confirman los datos, no había error: es una zona con muchas boyas y muy muestreada. La fusión del hielo de los ríos de Canadá y Siberia y el deshielo de Groenlandia ha provocado una desaceleración de la corriente Termo-halina. Es un debilitamiento de ésta corriente cálida que ahora llega a las costas occidentales de Europa; como algunos modelos climáticos a largo plazo preveían.
-Bieito, me acaba de decir Dristan que estemos pendientes de las mediciones y si se empeora el tiempo, que nos vayamos a Portree. Allí están preparando un dispositivo para una posible evacuación si llega el caso. – ¿Pero tan mal lo ven, y tan pronto? – Sí, dice que tiene contacto con la NOAA y no descartan nada, incluso unas bajadas de temperaturas muy drásticas más adelante, cuando vaya terminando octubre.- ¿Como cuanto de drásticas? – Eso le he preguntado yo, y me ha contestado que todo lo peor que nos imaginemos. – Bueno pues voy recogiendo. Poco tiempo voy a estar aquí. Me estaba gustando esto. Me hacía falta un sitio tranquilo y alejado. Pero bueno, haremos lo que nos dicen.
Estuvimos ocupados todo el día recogiendo los equipos y cuando terminamos ya era de noche. Cenamos los dos en el hotel y Ben durmió en mi habitación en una supletoria que nos dejaron. A las seis de la mañana sonó el teléfono – Síí? – Contesté yo bastante preocupado. –¿Bieito? Soy Dristan. Estáis ya en Portree? –No, aun no, estuvimos recogiendo los equipos y se nos hizo la noche. – ¡Pero muchachos! Coged inmediatamente el coche y marchad a Portree. Tenéis que estar en ese punto para hacer el seguimiento de las boyas desde allí y por si hay que hacer la evacuación, ¡por favor! - Como hay temporal nos quedamos a dormir, pero no te preocupes, inmediatamente salimos para allá. – De acuerdo, llamadme si hay algún problema.

Cogimos el coche en media hora y tomamos la carretera A-855 a Portree. Cuando pasamos por el lago Melth, empezó a nevar con fuerza. Dijo Ben que llevaba el coche neumáticos de invierno, con clavos, lo que me tranquilizó un poco.  Ben me miró, me debió ver cara de preocupado porque, inmediatamente, se puso a silbar Scotland the Brave, la canción tradicional escocesa. Habían pasado treinta minutos y aun no habíamos llegado a Portree, la nevada nos reducía la velocidad y solo nos podíamos orientar por los postes que señalaban el límite de la carretera.  Arreció la ventisca y llegó un momento en que el nivel de la nieve era ya muy alto. Dos minutos después el Land Rover tenía mucha dificultad para seguir rodando. Terminó por pararse. Miré si había cobertura de móvil y vi que había solo una rayita en el teléfono. Mandé un SMS a Dristan explicando nuestros problemas. Nos pusimos una manta tapándonos y esperamos la respuesta. Cinco minutos después me contestó diciendo que mandarían un camión quitanieves a sacarnos de allí a nosotros y a los que se habían quedado en Staffin. Cuando llegó la quitanieves Ben no contestó cuando le avisé. Estaba muy mal, con una hipotermia muy fuerte.  Lo cambié a mi asiento y me puse yo a conducir, el coche arrancó sin gran problema. Seguí la ruta y en diez minutos estábamos en Portree donde atendieron a Ben. Al día siguiente nos iban a evacuar. Volví a acordarme de ella, de Julia. Siempre lo hago cuando me siento solo.  Ahora tendré que volver a casa, en Galicia; esto, está muy mal. Esperemos que haya avión. Se veía venir: nadie hizo caso.

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