20151215

LAS TROMPETAS DE TUTANKAMON




El mismo día en que encontró en su libro de Física lo que parecía unos ideogramas, Aniceto Magadán Pastur - joven de Pola de Lena, en Asturias, hijo del picador Beneitu Magadán y de Arcadia Pastur, al que refería en el relato anterior (“La lámpara de carburo”)-, se puso en contacto por correo electrónico con su amigo James Peter Nowak,  americano que estudiaba en la Universidad de Nueva York (NYU)  y miembro asociado de la American Society for Psychical Research, en el que decía: - Querido amigo James, ayer viernes día 20, ocurrió algo extraordinario, una vez que anocheció y debido al frío que tuvimos por la bajada brusca de temperatura, más un viento fuerte, tomé un caldo caliente y me fui a acostar. Siempre termino en esos momentos leyendo algo para coger el sueño un poco mejor. Esta vez fue el libro de Física de Sears para repasar algunos conceptos. Una hora después, con la casa en silencio, la energía eléctrica se apagó. No había ningún foco de luz, tampoco en la calle ni en el pueblo. Te comenté que tuve unas experiencias raras días antes, con objetos desplazados y extrañas voces. Aparecieron las voces o extraños sonidos de nuevo e intenté recurrir a encender algúna luz que solucionara e hiciera desaparecer los extraños fenómenos. Sin linterna, ni cerillas o mechero de gas, me acordé que tenía en el cuarto una lámpara de carburo de calcio y un viejo mechero de chispa y mecha; usando el vaso de agua que tenía para beber, encendí la lámpara y felizmente las voces o sonidos desaparecieron. Como te conté, ya había ocurrido de manera parecida antes, sin embargo, esta vez hubo más: esta mañana alguien imprimió en el libro de Física lo que parecía unos ideogramas o extraños signos distribuidos en líneas verticales. Te mando una foto escaneada de ellos por si me los puedes descifrar con ayuda. Ya me contarás. Un abrazo: Aniceto.
No quedó satisfecho el muchacho con haber contado a su amigo lo que había ocurrido, sino que, fiel a su permanente curiosidad, estuvo buscando en Internet posibles informaciones sobre escrituras o signos. Estaba un poco perdido sobre los términos de búsqueda y aunque le dedicó bastante tiempo, no encontró nada. A la semana siguiente James Nowak contestó: - Hola Aniceto. Es apasionante todo lo que me contaste en el último correo. Como pediste, he hecho averiguaciones. La escritura de las inscripciones del libro son pictogramas muy parecidos, por su morfología, a escrituras cuneiformes de las civilizaciones acadia, elamita, hitita y luvita. Estuve hablando con un profesor de la Universidad experto en lenguas antiguas y pudo traducir el mensaje esencial que contenían los pictogramas. Más o menos, y con algún margen de error, dicen: Buscad con la palabra de Tesla. Hemos hablado más de una vez de Nikola Tesla. Recordarás que le criticaron ferozmente, como si se tratara de un ignorante, cuando expuso su teoría sobre la Teoría Dinámica de la Gravedad, que contradecía lo dicho por Albert Einstein. (Parece ser que la tiene declarada secreta el ejército)  Las invenciones de Tesla estaban basadas en el estudio de ondas. Consideró que el sonido, la luz, el calor, los rayos-X y las ondas de radio son todos fenómenos relacionados y que podrían ser estudiados usando la misma clase de matemáticas. Sus diferencias con Einstein sugieren que lo extendió a la gravedad. Recientemente se demostró que él tenía razón. Un estudio de pérdida de energía en una estrella pulsar de doble neutrones, llamada PSR 1913 + 16 probó que existen las ondas de gravedad. Seguiremos por ese camino amigo.- Aniceto le contestó: - Si James, esa es la ruta de investigación que debemos seguir, recuerda los documentos de distintas civilizaciones antiguas, con tecnología capaz de construir monumentos enormes, transportar y levantar bloques de piedra de hasta 300 toneladas, con una precisión difícil de entender, sin marcas de cuerdas, ni poleas, ni ninguna otra ayuda para hacerlo. Eso indica que controlaban y manejaban la gravedad: haría que el peso de los objetos no fuera un problema para manejarlos. Recuerda la toma de Jericó, a 28 km de Jerusalén. Supuestamente Dios le dijo a Josué (el sucesor de Moisés), que sitiara la ciudad durante seis días, acompañado de siete sacerdotes con cuernos de carnero, seguidos del Arca de la Alianza. Al séptimo día, cuando el sonido de los cuernos de carnero retumbaron en los muros de Jericó, estos cedieron. Luego, las ondas de sonido, de alguna manera, se convirtieron en fuerza.  El ex-astronauta de la NASA, Taylor Wang, experto sobre las ondas de sonido, ha resuelto que si se concentra en un muro una resonancia de forma continua, y se ampliara su efecto, ésta cedería y explosionaría, ya que la resonancia, lo que hace es acumular grandes cantidades de energía, que si se alimenta de forma continuada, puede acabar destruyendo todo. Con lo de Tesla debemos encontrar la frecuencia de las ondas de sonido que puedan hacer manejable la fuerza de la gravedad. En 1.922, el arqueólogo americano Howard Carter, descubrió la tumba de Tutankamón, como sabes, donde encontraron dos trompetas, una de plata y otra de bronce. En el Museo de El Cairo, cuando una de ellas estaba siendo limpiada en 1.954, alguien intentó soplarla, y en ese mismo momento la electricidad de todo el Alto Egipto falló. En 1.974, limpiándola de nuevo, y no teniendo constancia el personal del Museo, del anterior evento ocurrido 20 años antes, fue soplada de nuevo, y el poder energético se vino abajo, esta vez sólo en la región del Gran Cairo. Estos sucesos aparecen en los documentos archivados en la estación generadora de electricidad, de la caída inexplicable a cero ocurrida en aquel tiempo, y también en los artículos de los periódicos egipcios de aquel día. Esa tecnología sónica, no solo ha sido empleada en el pasado como arma de destrucción, sino, parece ser, para levantar monumentos megalíticos y bloques de piedra, que aún hoy, nos parece inexplicable y un misterio cómo pudieron hacerlo.¿Dónde incidía?: en la fuerza de la gravedad.

 Siguieron sus investigaciones los dos jóvenes durante un año. Un día de espléndida primavera, Aniceto, al volver a su casa, encontró su cuarto revuelto. Desaparecieron las carpetas donde guardaba sus apuntes, sus libros comentados y todo el material documental de su ordenador. Cuando intentó contactar con su amigo James Nowak, le dijeron que había desaparecido. No lo pudo localizar, ni con la ayuda de la Embajada americana. Aniceto sin embargo, siguió investigando. Esta vez lo guardaba en cuadernos en papel en un falso fondo de su escritorio. Hizo una réplica de plata de una de las trompetas de Tutankamon. Apareció una piedra de cuatro toneladas encima de la esquina norte de un teito en Somiedo. Nadie sabía cómo había llegado allí.

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