La trivialidad que lleva un periódico, hace compartir todo esto que comento con los apuros de Ronaldo por sus excesos en el comer. Eso, le tiene cogido por los pies y no se mueve con la soltura que necesita para sorprender a los defensas y al portero. Creo que esa compulsión por la ingestión que tiene el muchacho no es más que la manifestación de su insatisfacción. Posiblemente por la soledad que lleva el no administrar bien la opulencia, no todo el mundo que tiene cuartos es hábil y prudente con su gestión, lo que les lleva a no disfrutar de los beneficios de su riqueza.
En Atocha pasan los viajeros sin ningún control, desafiando las probabilidades de la ocurrencia, de nuevo, del mayor y más sangriento acto de violencia colectiva que en el pasado reciente hemos tenido. En Barajas se entretienen mirando las colonias y espuma de afeitar, mientras se les miran hasta los últimos restos de su intimidad. Eso si, al equipaje de mano que no se factura, si va por esta vía puede llevar usted los líquidos que quiera. No lo entiendo como no me lo expliquen muy bien.
La gente se mira, se estudia, piensa para sus adentros, y se pierde en lejanos lugares para huir del encierro en el socavón, dentro de un tren con olores amargos y agresivos. Deseando que termine el viaje cuanto antes.
El repaso de la agenda personal del día hace olvidar tanta miseria. Aunque siempre hay algún motivo para sonreír. Basta, a veces, con oír a los de al lado y pasarlo por el tamiz de la razón.